Recuerdo.

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Narra Jeff The Killer.

Maldita sea, era aún más hermosa de lo que yo recordaba. Desde el primer momento en que la vi, quería envolverla en mis brazos y besar todo su hermoso rostro. Pero más que nada, quería poder besar sus suaves y carnosos labios.

Un año y medio sin ella ha sido una completa tortura, y ahora todo se había ido al infierno porque ella no me recuerda. Maldito universo, maldita vida, malditos todos. Justo cuando amo alguien me lo tienen que quitar todo, justo cuando amo a alguien la ironía tiene que venir para quitarme todo lo que amo, justo cuando alguien indicada aparece... haaaa quisiera poder cambiar las cosas.- pensé enojado.

La observé dormir durante la noche siempre alejado pues Slenderman estaba demasiado cerca, recordando la primera vez que la vi tan en paz. Ya sé, soy un raro por hacer esto, pero me gusta mucho mirarla y más cuando esta durmiendo, y bueno aún más porque ella tiene una personalidad igual a la mía.

Igual que la primera vez, sus labios estaban ligeramente abiertos y su cabello estaba por todos lados. Reí en silencio pues la podía despertar. Se veía tan vulnerable, tan frágil y tan en paz. No se veía para nada como la fría asesina sedienta de sangre que se ha vuelto. Se veía como la Alejandra de antes.

En su inconciencia dejó salir un gemido y se movía hacia un lado. Dios, moría de ganas de hacerla mía.

De alguna manera u otra, tenía que hacer que regresara a Canadá conmigo, donde pertenece.

Cerré los ojos por un momento y cuando los abrí ella ya no estaba acostada. De repente apareció tras mio.

-¿Porque me estas siguiendo todavía?- preguntó Alejandra irritada.

-¿Y porque no?- le contesté asustado pues creí que aún estaba durmiendo.

Suspiró. -De verdad, ¿Que parte de yo ando sola no entiendes?

-Creo que lo que te hace falta es un aliado.- Dije, -Esto de andar escapando de la policía por todo el país no te va a servir por mucho tiempo.

-Me las arreglare.- Dijo con altanería, alzando la cabeza y su orgullo.

Reí un poco. -Seguro que sí, pero ¿quién te ayudara a limpiar todos los desórdenes que dejas atrás?

Lo pensó por un momento. -¿Los forenses?

Sacudí la cabeza con desaprobación. -Te atraparan bastante rápido, Alejandra.- Dije. -Anda, deja que te ayude, por lo menos como amigos o conocidos.

-¿Para qué me servirías? Solo me atrasarías o harías que sea más difícil matar a alguien desprevenido.

Eso fue un poco duro, pero no iba a desistir. -Puedo ayudarte a deshacerte de los cuerpos.- Sonreí una gran sonrisa lobuna aún más grande de la que ya tenía en el rostro, exponiendo mis dientes. Ella dio un paso atrás y sus ojos se abrieron un poco más. -Después de todo, yo soy un caníbal.

-N...No me tratarás de comer a mí ¿cierto?- Tartamudeó mientras sacaba el cuchillo de sus pantalones.

Reí por lo bajo, -No, a menos de que te gusten esas cosas.- Sonreí seductoramente y guiñé.

Se puso más roja que un tomate y me golpeó el brazo. -Idiota...- murmuró.

Reí aún más fuerte que antes, y ella se volteó para caminar lejos de mí, sus puños apretados a sus lados, los cuales apretaba cada vez más.

(......)

Narra Alejandra.

Me aleje del encapuchado pues Slenderman me había contado de lo que él era capaz de hacer. Empecé a caminar hora tras hora, y a lo lejos divise una cabaña, empecé a correr como una lunática hacia ella, me tire al suelo y toque la puerta, un hombre gordo y por la apariencia demasiado pervertido, me levanto y me toco el trasero.

Le pedí ayuda y como era de esperarse me acogió en sus brazos, se volteo para poder llevarme un suéter pues estaba haciendo demasiado frio, y antes de que lo tomara, enterré mi cuchillo en su espalda.

Ya era demasiado tarde, había estado caminando por toda la mañana, así que me decidí a irme a bañar, y a dormir.

(...)

Todo a mí alrededor era de un color morado azulado desgastado. Miles de puertas color blanco se expandían por las paredes de este extraño color. Una puerta roja atrajo mi atención. Probé la manija, y abrí la puerta fácilmente. En el interior había una chica atada a una silla. Su mirada era como la de una maniaca, tenía una sonrisa cortada en el rostro y la piel más pálida que la de un fantasma. Otra figura negra, como una sombra sin rastros faciales ni corporales, estaba parada detrás de ella. Sostenía un machete, y comenzaba a enterrarlo en el cuerpo de la chica y también hacia grandes cortes en su cuerpo. En vez de llorar o gritar de agonía, la chica reía histéricamente. Como si le hicieran cosquillas.

Salí del cuarto y cerré la puerta de un portazo. Seguí caminando, tratando de calmar mi temor y mi corazón que latía a mil por hora. Otra puerta atrajo mi atención. Esta estaba semi abierta, y era color negro. Entré al cuarto cautelosamente y mire a mis alrededores. Todo estaba iluminado brillantemente, y había una mesa en el centro del cuarto con un regalo grande encima. Su envoltura era rojo carmesí, y tenía un moño azul cielo. Una extraña sensación de Dey Abu recorrió mi cuerpo. Mire a las paredes primero. Si alguna vez era simples y blancas, ahora estaban cubiertas de pequeñas cabezas voodoos, con ojos cocidos y bocas cerradas fuertemente.

-¿No vas a abrirlo?- Una de ellas hablo, sobresaltándome.

Me acerqué al regalo y con manos temblorosas deshice el moño. La envoltura se veía de un color chillante bajo esta luz, así que decidí deshacerme de él. Cada pedazo de papel envoltorio al caer al suelo se derretía y se volvía color carmesí intenso. Quité la tapa de la caja, y saqué lo que había en el interior.

En mis manos estaba una cabeza cortada, con ojos cocidos como los de las cabezas voodoo y la boca medio abierta. Parecía ya estar en estado de descomposición, puesto a que apestaba terriblemente y su piel era de un color grisáceo enfermizo.

-Tu eres una prisionera aquí, Alejandra.- Dijo la cabeza. -Eres prisionera de tu mente, de tu propia locura. Y de aquí jamás escaparas.

Todas las cabezas comenzaron a sonreír tétricamente, y yo por el shock solté la cabeza.

Al impactar el suelo, yo me levanté.

Me senté de golpe, tragando bocanadas de aire y sudando frío. Me limpie los ojos con los dorsos de mis manos y me sorprendí al ver que estaban mojados. Había estado llorando.

Unos brazos me envolvieron en un abrazo cálido y seguro. -Todo está bien, ya estas segura.- una voz conocida susurró en mi oído. -Yo te protegeré, como te lo prometí.

Rompí en llanto nuevamente. La pesadilla se había sentido bastante real. ¿Podrían ser recuerdos distorsionados de mi pasado?

-¿Quieres contarme lo que pasó?- pregunto Slenderman .

Procedí a contarle cada detalle de mi sueño. Primero estaba sorprendido, después preocupado y por último sombrío.

-Alejandra... Estas cosas pasaron. No exactamente así, pero pasaron.- Concluyó, confirmando mis sospechas.

Una idea me vino a la mente. No me gustaba nada, pero podría intentarlo. -Si estos son mis recuerdos y me están llegando en sueños... Debo tener más pesadillas como estas para recordarlo todo. Pasó a paso, pero llegaremos a algún lado ¿No crees?

Me miró con preocupación. -Podemos intentarlo pero... Necesitaremos más ayuda...


Memoria de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora