Capitulo 10

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______ quería aquella boca, quería aquella po.lla, quería clavarse aquel maldito consolador. Ya.
Tomó aliento y se lo introdujo.

Todo parecía desvanecerse, nada importaba ya. Todas las sensaciones de su cuerpo se concentraron en un único lugar.

—Háblame —insistió Edwards.

______ hizo caso omiso de su petición. Con el consolador ya en su interior, trataba de acomodarse a aquella intrusión. Tras un cambio de postura, la incomodidad inicial se transformó en placer. La fricción del instrumento estimulaba cada una de sus terminaciones nerviosas de modo que, una a una, las radiaciones de calor fueron recorriéndole el cuerpo, encendiéndole los muslos, las rodillas y, finalmente, los dedos de los pies.

—La tengo dentro —le informó en un gemido.

—Así me gusta, preciosa... —le agradeció Edwards en un ronroneo—. Clávate mi pollón caliente hasta el fondo de ese precioso coñito. Déjame follar.te, nena.

Dirigida por la magia de aquella voz, ______ empezó a mecer las caderas, adelante y atrás, al tiempo que manejaba el pene artificial. Así fue sumergiéndose en oleadas de placer.

—Oooh... —gimió.

—Muy bien, cielo, lo has hecho muy bien. Noto tu sexo, apretado y estrecho, me está poniendo a cien...

La voz de Edwards perdió fuerza. ______ podía escucharlo jadear y masturbarse. Deseosa de acompasar el ritmo, empezó a meterse y sacarse el consolador con más rapidez. El fuego que se había iniciado en sus genitales se le extendió entonces por cada palmo del cuerpo.

—¡Qué placer!

—Sí—resopló Edwards—, placer...

______ continuó follán.dose con el falo ficticio, con mayor confianza y avidez, con cada nueva embestida. Los líquidos la habían lubricado hasta tal punto que los movimientos resultaban notablemente más fáciles. Dobló las piernas y apoyó las plantas de los pies contra el brazo del sofá. El ardor se había transformado en un verdadero infierno. Tensó las nalgas y los muslos con la intención de disfrutar de cada sensación. Olía el aroma almizclado de su propia exaltación. Se imaginaba a Edwards empujando contra ella, y a sí misma arañándole la espalda, amplia y musculosa. Cerró los ojos para retener aquella visión.

—¿Estás a punto de correrte, ______? —la tensión en su voz era evidente.

—Aún no. Quiero prolongarlo —respondió ella, antes de recoger con la lengua el sudor que le empapaba los labios.

—Está bien. Esperaré —las palabras no iban al ritmo de los rugidos que ______ escuchaba—; ¡Dios, encanto! ¡Me muero por follar.te! ¡Quiero clavarme en tu cuerpo!

—Yo también me muero por que lo hagas —corroboró ella en un tono ahogado.

______ tenía la sensación de que el calor que notaba en el ombligo provenía de unas ascuas al rojo vivo que la abrasaban por dentro. Empezó a arquear el tronco en busca del clímax.

—______, ya no puedo aguantar más —la voz de Edwards sonaba anhelante y exigente—: Córrete conmigo. ¡Ah! ¡Ahora!

Aquello precipitó el ritmo de ______, la idea de que él estuviera perdiendo el control, de ser ella la que había conseguido que él se desbocara, la embriagaba hasta tal punto que la sumió en una melopea de excitación.

En la oscuridad que se hizo bajo sus párpados cayeron relámpagos luminosos. El arco iris no tardaría en aparecer.

—¡Me corro! —gritó mientras se producía un estallido de color, liberada por fin de aquella ceguera.

El mundo de ______ explotó en una mancha vaga y brillante. Su cuerpo empezó a dar sacudidas mientras las caderas se balanceaban adelante y atrás contra el pene de goma. Los músculos del sexo se pinzaron sobre el consolador como si quisieran exprimirlo, aunque fue éste el que quedó bañado, al igual que la mano que lo sostenía, por los líquidos que manaban del interior de ______.

Nunca había experimentado una sensación tan intensa. Se había pasado la adolescencia soportando los torpes y tentativos titubeos de los chicos de su edad y había tenido que esperar hasta los veinte años, ya en la universidad, para llegar al clímax por primera vez. Y aunque había tenido varias relaciones desde entonces, nunca había disfrutado del sexo pasional del que hablaban sus amigas. Nada la había preparado para este momento. Sencillamente, lo de que una voz incorpórea y un trozo de goma rígido le proporcionaran el orgasmo más fuerte de su vida, era totalmente nuevo para ella.

La voz de Edwards interrumpió sus pensamientos.

—¿Estás bien, ______?

Ella seguía tratando de recuperar el aliento.

—Aja —respondió en un suspiro.

Todavía se sentía sacudida por las réplicas de aquella explosión.

—Cielo, ha sido genial. Y esto sólo acaba de empezar para nosotros.  


Una chica mala (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora