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Capítulo 11

''Los que no pueden olvidar el pasado están condenados a repetirlo. ''

Alisé mi vestido frente al espejo por enésima vez, esperando con los nervios a flor de piel que la puerta se abriera en cualquier momento. ¿De verdad quería hacer eso? Hasta el momento había necesitado dos pastillas contra la ansiedad, pero estaba segura de que se me pasaría todo al respirar su aroma por primera vez en toda la noche. Ni siquiera había unas copas o unos cubiertos frente a nuestros asientos. Sabía que no podrían comer, ni que querrían hacerlo después de eso. Había decidio hacerlo en la barra de la cocina, sentados sobre unos taburetes, para que pareciera más informal. Pero hubiera preferido hacerlo en mi despacho, en un terreno más frío, donde podría moverme con más profesionalidad como si hablara con un cliente normal. Él no lo era.

El tiembre, aunque deseé no haberlo escuchado, sonó una sola vez.

Acto seguido, apretando la boca en una fina línea que suponía simular una sonrisa, abrí la puerta.

- Buenas noches -sonrió él sinceramente con una botella de vino en sus manos.

- Pasa.

Cerré las puertas y me lamenté de no haber colocado al menos unas tristes copas.

Él camino hacia el centro de la habitación mirando hacia todas partes con mirada risueña, satisfecho y un poco sorprendido. En ese momento mis mundos chocaron de una forma terrorífica, haciendo que me temblaran las manos. No estaba preparada psicológicamente para eso. El primer mundo, frío y profesional, y el otro cercano y vulnerable; todo en cuatro paredes.

- Es hermoso -comentó como si le fuera lo más simple del mundo decirlo. Como si no despertara mil sensaciones diferentes en mi interior.

Parecía increíblemente jovén en aquel lugar, pero también yo me sentía invadida y un poco incómoda. Simplemente asentí con una sonrisita. De un armario de la cocina saqué unas copas y le dí una. No era buena en esas cosas. ¿Cómo se supone que deberían empezar?

Y, cómo no sabía que hacer, hice para lo que me habían educado. Tratar con clientes.

- Me alegro de que te guste -sonreí más segura tomando una postura más erguida.

- Imposible que no me gustara -dijo, pero no de una forma normal, sino mirándome a los ojos. Como si tuviera otro significado.

Tomó asiento en uno de los taburetes en la esquina de la isla de la cocina, y yo me senté frente a él, separados por un pequeño trozo de encimera.

- Siento... -comencé con los ojos cerrados para no tener que hacerle cara- Lo de tu coche, y sobre todo haberme entrometido. No tengo ningún derecho para intervenir en tu vida de esa forma. No fue profesional...
<<Puedo devolverte el dinero de tu nuevo coche... ¡o incluso comprarte otro! Saldrá de mi propio bolsillo. Sin empresas de por medio, sólo dos adultos...

Entonces, de repente, se empezó a reir. Con su risa grave y melodiosa tan característica, como si nada. Mientras yo lo miraba con cara de qué?

- Ya has terminado...? - sonrió, a lo que yo asentí con el ceño fruncido.- Bien. Disculpas aceptadas.

Tragué saliva. No era la reacción que yo me esperaba.

- ¿Que te ha hecho tanta gracia?

Se supone que estaba siendo sería y profesional.

- Lo de... Lo que has dicho sobre dos adultos...Corrígeme si me equivoco pero... -volvió a reírse.- Cuantos años tiene? Diecinueve?

PHOEBE GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora