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Capítulo 12
"Brujería, sin duda."

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Algo me acariciaba la cara con dulzura...Y algunos rayos de sol que se colgaban por mis párpados tiñiéndolos de color rojo me hicieron darme cuenta de que estaba despierta. Pero como pocas veces me pasaba, desperté descansada y sintiéndome completa.

Lentamente abrí los ojos.

Ante mí había un atractivo francés sin camisa -ni pantalones, ya sabeis- , con cabellos cobrizos sobre su frente. ¿Es humano despertar y estar guapo automáticamente, o es brujería? Pensé. Le brillaban los ojos y se le arrugaban por culpa de una incipiente sonrisa. Era un mechón de mi pelo lo que me acariciaba, dirigido por los nuevos dedos de mi acompañante. Brujería, sin duda.

- ¿Qué haces? -intenté sonar cabreada mientras me tapaba los ojos con las manos para que no me hiciera cosquillas.

Cosa que solo le hizo sonreír más.

- Buongiorno , principessa -susurró.

No puede evitar alzarle una ceja, aunque por dentro me sintiera extrañamente nerviosa.

- Si señor, muy original... -nos reímos los dos pegando nuestras frentes sintiendo el subir y bajar de su pecho acompañado de su sorda risa.

Como ruido de fondo comencé a escuchar unas voces que llegaban desde el salón, tal vez desde la entrada. Fru el ceño intentando escuchar algo más, estaba segura de haber escuchado a Sawyer. Que narices, le di el día libre. Es sábado.

- No es por nada... -dijo pasando su dedo entre mis cejas aplanando la arruguita que me salía siempre, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.- Pero creo que tienes visita.

Y fue la forma en la que se clavaron sus ojos en los míos, con una sonrisita de niño pequeño culpable. Como si fuera su culpa.
Ni sis caricias pudieron evitar que mi ceño se hundiera con mas fuerza y mi corazón diera un vuelvo. Uno de los grandes.

- Oh vamos, Ryan. Que más da... -escuché una voz grave y limpia intentando acercarse a mi habitación.

- Espere...! No... -le frenaba mi guarda espaldas.

Me puse automáticamente tensa y mi respiración se hizo rápida y cortada. Creo que Julien intentaba decirme algo, pero le mandaba a callar demasiado pendiente de cualquier sonido.

Los pasos estaban cerca. Podía escucharlo frente a mi puerta.
Y cuando posó su mano sobre el picaporte, por fin alguien dijo:

- Me temo que no está sola, señor.

Los sonidos pararon en seco y deseé que la tierra me tragara. Christian dio un paso inseguro hacia atrás y caminó lentamente de vuelta al salón. No quería ver su cara en esos momentos. No quería ver mi cara.

Mientras tanto, en mi espalda empezó a temblar de nuevo el francés.

- Qué te hace tanta gracia? -le susurré cabreada.

El encogió los ojos y se giró hacia el otro lado de la cama escondiendo su risa, dándose la vuelta como si fuera un perro que quiere que le acaricien la tripa. Salí de la cama de un salto intentando que mis pasos fueran sordos camino al armario y rezando una sola cosa en mi interior. Ay. Dios. Mío.

Cogí del suelo un vestido beige de hace unos días y me lo metí rápidamente, intentando no romperme los tobillos al calzarme los altos tobillos. Comprobé mi pelo en el espejo y descubrí muy a mi pesar que parecía que había pasado toda la noche haciendo exactamente lo que había estado haciendo. Mierda. Me pasé los dedos entre el cabello frenéticamente mientras observaba a Julien desperezarse al salir de la cama. Tenía la espalda musculosa y pálida, cubierta de unas adorables pecas. Juraba haber besado cada una de ellas aquella noche... Phoebe, para. Concentrate.
Recogí su ropa del suelo y se la tiré al pecho para que se vistiera.

PHOEBE GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora