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Mi teléfono no paraba de sonar y me estaba poniendo histérica. Haley, comprensiblemente preocupada, debía estar volviendose loca después del numerito que acababan de montar. En frente suya, en toda su cara, habían secuestrado a una amiga. Y yo no sabía que decir si descolgaba la llamada.

Decidí no cogerlo hasta que se me ocurriese algo. A pesar de lo que eso podía conllevar.

Apoyé la cabeza en el cristal y miré el paisaje pasar. ¿Qué iba a hacer sino? Los carteles estaban borrosos por la velocidad que llevábamos, pero estaba segura de que habíamos salido de Seattle.

El teléfono volvió a resonar y me sorprendí a mi misma del salto que dí. Joder Phoebe cálmate.

Era Christian, pero en el teléfono de la empresa. La otra línea la estará ocupando Haley, rodé los ojos. Otro teléfono a la bolso, pero a él estaba segura que no le iba a devolver la llamada.

¿Es que acaso no podía tener una vida normal, tenía que ser todo un drama de adolescentes? ¡Esto es surealista! ¿Y si suspendía y no terminaba la universidad? Seamos sinceros, era una posibilidad importante. ¿Por qué no podía tener un trabajo normal, en un starbucks, como el resto de gente de mi edad? A veces envidiaba a Rose Steel. Ir a fiestas normales y salir con chicos normales, quizás comprarme un coche modesto. Buscar un pisito pequeño y empezar a independizarme. Comprarme un gato. Y estudiar algo que me gustase.

No huir de un loco que quería matarme o dios sabe qué, joder.

De hecho, ojalá. Prefería morirme. O despertar siendo cualquier persona en el planeta

- Sawyer, para el coche.

- ¡¿Qué?! -exclamó girandose del asiento del copiloto para ver que de verdad había escuchado eso.

- He dicho... Que pares el coche -repetí, serena.

- ¿Estás lo...

- HE DICHO QUE PARES EL PUTO COCHE O JURO QUE ME TIRARÉ EN MOVIMIENTO -le señalé con el índice.

- Phobe no muevas tu jodido culo de pija del asiento o...

- O QUÉ -le reté

- O iré ahí atrás y te plantaré la pistola en la cabeza, ¿TE PARECE? -Sawyer estaba... no sabría describirlo. Nunca le había visto. La ira le brillaba en los ojos y un escalofrío me erizó el cuerpo.

Me mantení seria, clavandole la mirada.

- Para eso suéltame en el puerto de Seattle quince minutos y dí que me he escapado. Ya tienes práctica en eso.

Le dí donde más sabía que le iba a doler, aunque también fuese mi punto débil. Aquella noche marcó la vida de muchas personas, en demasiados sentidos. A veces pienso que irónicamente, yo soy la que mejor parada salió.

Hubo un segundo de silencio en el que se escuchó el motor del coche, hasta que un puñetazo sobre el salpicadero lo rompió

- ¡Para el puto coche Austin!

El conductor dió un volantazo y di votes en el coche cuando caimos en la cuneta que daba a una colina. Todos los coches negros que nos acompañaban -ridículo-, tanto  delante como atrás, pararon sin pensarselo dos veces y se pusieron en fila en el arcén. Aprovecharon para reunirse en un círculo y yo agradecí que no pusieran su atención en mi.

Abrí la puerta, salté del todoterreno y corrí hasta la parte más alta de la colina. El agresivo viento frío me azotaba en la cara y es lo más refrescante que haya experimentado en mi vida. Quería fundirme con el aire y desaparecer.

Dios, ¿Existes? Sácame de aquí.

- ¿¡A ti que cojones te pasa!? -Sawyer rompió mi paz momentanea.

PHOEBE GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora