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Me asfixiaba.

Juro que me asfixiaba.

Abrí los ojos como platos, y cuando algo se retiró de mi cara, respiré con fuerza. Había estado a punto de morirme.

Eché el cuerpo hacia atras y me incorporé pegando el cuerpo al cabecero, asustada. Tardé un rato en enfocar.

Frente a mi, Julien dejó un pañuelo y un líquido sobre el asiento en la esquina de la habitación. Mi mente intentaba atar cabos a una velocidad vertiginosa.

— Ju-ju-julien... —me pegué lo más que pude a la pared, asustada.

Tenía miedo. Mucho miedo.

Se cruzó de brazos con los ojos cerrados, y los abrió para mirarme fijamente. Sentí un escalofrío con su expresión. Estaba avergonzada, como si estuviera completamente desnuda frente a él y pudiera ver en lo más profundo de mi alma.

Me llevé la mano a la cara y holí el rastro ya evaporado de la sustancia que me había asfixiado, y la reconocí. Nos volvemos a cruzar, vieja amiga. Algo se retuerce en mi interior y vienen a mi recuerdos de... aquella noche. Cuando el hombre como golpe de gracia lo dejó sobre mi cara, inhabilitandome. Y, entonces, y, en aquel momento; pienso lo mismo.

Podría haber muerto.

Y.

La persona frente a mi es totalmente consciente de ello.

Aun a día de hoy sigo sorprendiendome de las cosas que hace el ser humano por amor, o lo que cree que lo es.

Noté como unas salvajes arcadas hacieron que se me arqueara la espalda y me levanté lo más rápido que pude hasta el baño a un lado de la habitación. Mis pies huyeron a toda prisa del frío contacto con el suelo. Y lo proximo que hice fue caer al suelo junto al retrete, expulsando merecidamente todo el alcohol que había consumido. Y lo sabía porque solo  whisky en cantidades industriales me sentaba tan mal, a pesar de no recordar demasiado.

Estaba sentada en el suelo, sujeta a un retrete, solo con la ropa interior puesta y empezando a notar como mi vista se nublaba y dejaba de tener sensibilidad en manos y pies. No debí levantarme tan rápido.

Julien me siguió, pero no corrió como recordaba haberle visto cuando había necesitado su ayuda. Era incapaz de mirarle a la cara. Era incapaz de pensar.

Terminé de vomitar y eché la cabeza hacia atrás. Todo daba vueltas. No recordaba cuando había sido la última vez que me había emborrachado tanto. Miento, si que lo recuerdo.

Otro escalofrío.

Aproveché para ponerme en pie, Julien estaba apoyado en el marco de la puerta y me alejé de él. No quería parecer asustada. Dio un paso hacia mi alzando la mano hacia mi acara y me eché hacia atrás. Choqué contra la ducha, pero no me caí. Al menos el captó el mensaje, o eso creo. Se encogió de hombros y bajó la mano.

Me gustaría saber que pasaba por su cabeza en esos momentos.

- Hijo de puta -le escupí. Fue lo primero que me vino a la cabeza.

Pareció no importarle, algo más interesante parecía haber sobre mi cuello; pero para entonces yo ya me movía por la ira.

Esta vez fui yo quien me acerqué a él culpándole con mi dedo índice.

- ¡Podrías haberme matado! ¡Gilipollas! -grité más. 

Pero no me hacía caso y yo ya podía notar lágrimas de impotencia. Siempre llegaban.

Mi mano chocó contra el lavabo en busca de algún objeto afilado. Esta rozó un vaso de cristal, lo rompió contra el mármol y se alzó en dirección al cuerpo de aquel hombre.

PHOEBE GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora