Capítulo 9

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Desperté con mamá a un lado de la cama. Pero esa no era mi habitación, no. Era una cama de hospital, fría y monocromática.

—Mamá —la llamé moviendola de un lado a otro.

Ella abrió los ojos y me vio.

—Alex —dijo y me abrazó —despertaste.

Y ese comentario me hizo pensar que ella tal vez pensaba que yo ya no despertaría.

Me acarició la cabeza y después presionó un botón que estaba sobre mi cabeza para llama a la enfermera.

—¿Qué pasa? —dije tomando su mano.

Ella solo me sonrió y acarició mi mejilla.

—Creo que la doctora te explicará mejor que yo.

Me dolía mucho la cabeza y me sentía demasiado débil.

En eso, una  señora de unos 35 años más o menos, entró por la puerta con un porta papeles en la mano. Llevaba su cabello negro en una coleta alta y el típico traje de doctor con su bata blanca.

—Bien Alex, ya despertaste —acercándose a mi.

—¿Por qué no despertaría? —pregunté.

Ella esbozó una sonrisa.

—Voy a revisarte rápido.

Acercó una pequeña mesita de metal y una silla.

—Bien Alex, necesito que te sientes ¿puedes? —dijo ajustando la altura de su silla.

—¿Quién es usted? —pregunté un poco confusa.

—Soy la doctora Roseline, pero me puedes llamar Rose, soy tu doctora.

Asentí con la cabeza y dejé que me examinara con las frías herramientas de médico.

—Tu pulso está una poco acelerado y respiras con dificultad, estás igual que antes.

—Doctora Rose —la llamé —¿Qué pasó?

Mi mamá se levantó del sillón y se colocó a mi lado.

—Necesitamos hacer estudios. Hasta ahora no hay nada claro, eres una persona sana. Puedes irte a casa en un par de horas y cuando tengamos resultados te llamaremos. No hay nada de qué preocuparse —dijo.

Puede ver como mi mamá lanzó un suspiro.

—¿Cuánto tiempo estuve aquí?

—Sólo un día y tres horas. —respondió.

Y como dijo la Doctora Rose, dos horas más tarde salí del hospital.
Cuando mi mamá y yo subimos al carro, hubo un silencio largo.

—Cuando aún no despertabas, vinieron a verte Lauren, Jayden y Drew —dijo mi madre mientras metía las llaves para encender el carro.

—¿A sí? —pregunté desinteresada.

Quería que me mencionara a Nate. En serio lo quería.

—Y también un chico llamado Nate —dejó que sus pulmones expulsaran el aire —¿Hay algo que no me haz contado?

—Mamá, Nate y yo... —me detuve. No sabía que decirle, porque no éramos una pareja oficial pero tampoco éramos menos.

—¿Porqué no me habías dicho, hija?

—Pues... Tú siempre estás ocupada con tu trabajo, no quiero molestarte.

Ella me miró a los ojos.

—¿Molestarme? Ser madre no es ninguna molestia —respondió.

—Sabes a lo que me refiero —dije.

No quería reclamarle nada, porque nunca lo he hecho, pero esta vez sonaba como un reclamo y me sentí mal por ello.

—Bueno, él mandó algunas flores, pero no podían ser recibidas. Lo siento.

—Está bien —le dije.

Conducimos hasta nuestra casa. Estaba cansada, sentía peso en mis hombros y un poco de dificultad para respirar, pero nada grave.

—¿Dónde está Logan? —pregunté.

—Salió a hacer unas compras, y pasará por unas cajas a la paquetería —dijo mi madre colocando las llaves del carro sobre la encimera de la cocina.

Me recosté en el sillón unos minutos.

—¿Qué te parece si voy por comida? -preguntó mi mamá.

—Me parece bien —dije, aunque no sentía hambre.

Después de media hora mi madre llegó con cajas de comida tailandesa. Nos sentamos en la mesa, y comimos en silencio.

—Terminé —dije.

—Pero comiste muy poco —replicó ella.

—Está bien así —le dije.

Mi madre me miró con preocupación pero segundos después apartó la mirada.

—De acuerdo —respondió.

De seguro no quería iniciar una discusión y menos por la comida.
Después de levantar los restos de la comida, me dirigí al sofá y me recosté. Me sentía débil, pero nada fuera de lo normal.

Durante el resto del día, el sofá y un maratón de películas fueron mis mejores amigos.

Unas horas más tarde escuché llegar a Logan, pero no podía siquiera mantener los ojos abiertos, así que no lo saludé.

Escuché cómo dejó las cosas en la despensa y luego se dirigió hacia mi.

De repente sentí un tirón en el cabello.

—Eres un idiota —dije.

—Sabía que no estabas despierta —rió.

Se sentó del otro lado del sillón, y yo poniendo mis pies por encima de su regazo.

—¿Y? ¿Qué es lo que dijo el doctor?

—Me harán estudios y dentro de algunos días sabrán de qué estoy muriendo —exageré.

—Eso no es gracioso —dijo Logan, y me golpeó la rodilla izquierda con sus nudillos —!Te molesto si veo la televisión durante un rato?

Asentí.

Yo tomé una siesta de unas horas mientras Logan seguía viendo el canal de deportes.

Agitó mi hombro para despertarme.

—¿Quieres ir a la cama? Te ayudaré.

—Logan, está bien. No tengo las piernas rotas —le dije.

Él sonrió, pero igualmente me ayudó a llegar a mi habitación.

Me senté en la cama y tomé un libro del mueble al lado de mi cama. Sentía la necesidad de leer pero cada palabra hacía que mis ojos se cerraran, hasta que mi teléfono vibró y me quitó toda intención de dormir.

¿Cómo estás? ¿Irás mañana a la escuela?

-Nate.

Le contesté que estaba bien, y que sí asistiría mañana a la escuela. Después de eso, abrí el libro y después de un párrafo mis párpados estaban ya cerrados.

Alex & Nate [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora