Capítulo 8: Harry

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La puerta estaba entreabierta cuando pasé y vi su perfecta silueta. Su espalda desnuda y su larga cabellera castaña cayendo, mojada, sobre ésta. Más abajo su trasero. Sin comentarios. Realmente era una mujer muy atractiva. No entendía la razón por la cuál se encontraba soltera, apuesto a que miles de chicos querían acercarse a ella. Oh, esperen, ya recordé el problema: su maldita actitud de gatita indomable. Me alejé del marco de la puerta antes que ella me notara, no quería escuchar más aquella insoportable voz insultándome como sólo ella lo hacía. ¿Tanto le costaba quedarse callada?

Luego la vi vestida con mi ropa. Ella se veía tan... tan malditamente adorable. Pero claro, lo único que pude decir fue un "Te ves patética". ¿Enserio? Muy idiota de mi parte.

—¿Quieres algo para tomar?—pregunté al verla algo enfurecida. ¿Por qué tenía tanto apuro en irse?

—Sólo quiero irme— respondió en seco.

—Entonces será un jugo para ti— ella rodó los ojos y sus cachetes se inflaron para luego dejar salir el aire en un bufido. Ese gesto era tan típico de ella. No había demorado en notarlo.

Reí con cierto tono de burla y fui hasta la cocina.

—Con que te gustan las películas románticas. Quién lo diría— dijo ella con ironía mientras observaba mi colección de películas.

—A las chicas les gusta eso, una buena película romántica puede terminar en un buen polvo.

—Eres un cerdo— pronunció con desprecio— ¡Adoro esta película! ¡Vamos ponla!— gritó entusiasmada como una niña caprichosa que quiere un dulce.

—Mmm— la miré insinuante. Ella me fulminó con la mirada haciéndome entender que no tendría oportunidad de un "buen polvo" luego de la película. Acepté. "Eso lo veremos después" pensé.

...

Mis ojos se cerraban inconscientemente. Hacía mi mayor esfuerzo por mantenerme despierto, cada vez se volvía más difícil. Miraba los ojos cristalizados de Rebecca, estos no se despegaban de la pantalla. Revoleé mis ojos, a veces las mujeres podían ser tan estúpidas. Recorrí su rostro completo luego. Arrugaba su perfecta y pequeña nariz, sorbiéndola. Después estaban sus rosados y finos labios, los cuáles repetían cada maldita palabra que pronunciaban los actores en la escena del beso. Una vez que la película concluyó ella estalló en lágrimas. Mientras que yo, sonreí de felicidad al saber que la película por fin había terminado.

—No soporto esta clase de finales. ¡Exijo un final feliz!— dijo entre sollozos.

—Oh vamos, no llores, esta película es patética. Estas cosas no...

—No pasan en la realidad, lo sé. Esa es otra triste verdad—me interrumpió.

—No era eso lo que iba a decir. Claro que pasan. Me refería a que estas cosas no le pasan a las chicas, ya sabes... chicas como tú— ella se acomodó frente a mí, frunciendo el ceño— Sólo mira a la actriz; rubia, ojos celestes, enormes pechos y perfectas caderas. Linda, amable, dulce, angelical. En cambio, mírate tú: menudita, cabello despeinado, y ni hablar de tu personalidad; torpe, arrogante, ruda, testaruda, infantil,...

—Entendí— me detuvo. Su voz sonó quebrada esta vez. Pude ver detrás de esos ojos grises cierta decepción. Bajó la mirada e hizo con sus labios una mueca. ¿Qué diablos le pasaba ahora? Sólo estaba diciéndole la verdad.

—Creo que ya es hora de que me vaya.

—Te llevaré, no seas impaciente.

—Impaciente—dijo casi en un susurro—La lluvia paró. Puedo caminar. No te preocupes.

—Cállate y vamos.

—Adiós— se despidió segundos después din darme tiempo de reaccionar de otra forma.

La puerta se cerró delante de mí, dejándome estático. Sentí cierto miedo por ella, caminando sola a esas largas horas de la noche. Me había dejado intranquilo.

Eran momentos como estos, en los cuáles me encontraba preocupado por aquella curiosa castaña, cuando me preguntaba si realmente era yo, o alguien más me había poseído. 


RudeboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora