Me deslicé bajo mis sabanas, y coloqué la almohada encima de mi cabeza. Solté un bufido. No quería levantarme, pero el sol encandilaba mis ojos. Escuché nuevamente ese "levántate, cariño", ésta vez, con más atención. Pestañeé varias veces hasta lograr descifrar la silueta que se encontraba sentada al borde de mi cama. Suspiré con fuerza y luego una sonrisa se dibujó en mi rostro al verlo. Era mi padre. Él estaba otra vez conmigo, llamándome "cariño" y mostrándome esa reconfortante y animadora sonrisa. Obedecí con regocijo.
—Y dime papá, ¿a qué se debe esta repentina felicidad?—musité algo confundida, pero sin embargo, contenta— Quiero decir, hace unos días sólo me ignorabas.
—Lo siento, cariño. El trabajo me ha tenido atado.
—Entiendo— suspiré. Sabía que diría eso, pero también sabía que era mentira. Había algo más. Notaba la tristeza en sus ojos aquellos días.
—Por cierto, quiero que te pongas linda. Vendrá alguien a comer.
—¿Quién?— pregunté dándole un sorbo a mi humeante café con leche.
—Ya lo verás— sonrió. Asentí sin poder decir más nada. El estaba feliz, ¿qué mas importaba?
Elegí un pantalón color mostaza que se ajustaba a mis piernas, una simple camisa blanca de gasa y mis tan queridas vans. Como de costumbre, dejé mi cabello suelto y dividido justo en la mitad de mi cabeza.
Lo primero que pasó por mi cabeza fue una visita de mi madre. Ella seguramente nos estaba extrañando mucho.
Me encontraba en el tercer escalón cuando escuché el timbre resonar, agudo, en toda la casa. Me frené. Mi padre, en cambio, se apuró a recibir a los invitados. No sin antes acomodar su suéter gris y confirmar que sus zapatos negros estuvieran relucientes. Reí al verlo tan preocupado por su apariencia. La puerta se abrió y entonces divisé a una mujer alta y esbelta, rubia y de ojos azules. Aproximadamente de unos cuarenta años, quizá menos. Ésta lucía un elegante traje de mujer, y unos zapatos de tacones que parecían un escarbadientes. A su lado había otra mujer, o más bien, una chica, de aparentemente mi misma edad. Era muy parecida a la mujer que se encontraba a su lado, ojos azules, rubia, labios carnosos. Lo único en lo que diferían era en su nariz, la de la chica era más pequeña y fina. Vestía una blusa rosa y un pantalón blanco. Me recordó a Charlotte, no sé muy bien porqué. Tragué saliva. ¿Quiénes eran estas mujeres, y qué hacían en mi casa?
—¡Marcie! Te estaba esperando— se alegró papá. La rubia lo saludó con un beso en la mejilla. Su labial rojo había quedado marcado en el rostro de mi padre. Quería reír, pero simplemente no podía. Estaba totalmente desconcertada.
—Becca, acércate— me llamó mi padre. Le hice caso— Ella es mi hija, Rebecca.— Asentí con timidez y saludé a las dos mujeres— Rebecca, ellas son Marcie y su hija Céline— continuó mi padre— Marcie es mi...— hizo una pausa para mirarla.
—¿Tu qué?— pregunté algo irritada.
—Es mi novia— sentenció.
Apreté mis labios. Quería golpear algo. Salir corriendo. Desaparecer. ¿Cómo es que se había olvidado tan rápido de mi madre? O peor aún, ¿y si estábamos aquí, en Londres, únicamente porque papá tenía una relación con esta mujer desde antes? Mis ojos se cristalizaron. Comprendí porqué me había estado ignorando, comprendí porqué esa insistente pelea con mamá de mudarnos a Londres, comprendí que todo esto había empezado mucho antes de lo que imaginé.
Hice mi mayor esfuerzo para poder sentarme a la mesa y comportarme cómo una señorita. Mientras tanto, mi interior quería patear la maldita mesa y gritar que odiaba a todo el mundo. Estaba realmente furiosa. Preferí mantener mi boca cerrada durante toda la comida. Quería decir tantas cosas, pero sabía que era mejor no decir nada. Cada vez que me preguntaban algo, me limitaba a responder con un "si" "ajam" "no" "mm" y demás expresiones que no requirieran de mi boca demasiado tiempo abierta. A veces no controlo mis impulsos.
Apenas pude, subí a mi cuarto. Lo primero que hice fue llamar a Harry. Esto se había hecho costumbre, era como una necesidad de contarle cada cosa que sucedía en mi vida. Bastó con un "no me siento muy bien" para que el se marchara de su casa, camino a la mía.
—Saldré un rato con Marcie, Rebecca, quédate con Céline. Van a ser grandes amigas— gritó mi padre desde el piso de abajo. Bufé.
Claro, debemos ser amigas, porque quién sabe, tal vez, dentro de una semana deba llamarla "hermana". Ugh.
Suspiré de alivio al escuchar otra vez el timbre. Ésta vez sabía que lo que esperaba detrás de a puerta era mucho mejor.
—Harry, menos mal que viniste juro que...
—Oye, tendrás que presentarme a tu amiguita— me interrumpió al ver a Céline tras de mí, observando curiosa a mi amigo rizado.
¿Enserio? ¿Acaso el cielo conspira contra mí hoy día?
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Rudeboy
Teen FictionEl chico rudo, el peligroso, el que jamás se enamora. ¿Habrá alguien capaz de demostrar lo contrario? ¿Habrá alguien capaz de sacarle la máscara?