Para ser sincera, conocía cada uno de esos defectos en mí, pero nadie jamás se había atrevido a nombrarlos como aquél rizado lo había hecho. No pude decirle nada, estaba totalmente en lo cierto, no mentía cuando decía que yo no era como las chicas de las películas, no mentía cuando decía que jamás encontraría un amor así. Pues, esas cosas no suceden a chicas como yo. "Chicas como yo" dudo que haya otra chica tan malditamente imperfecta como yo. Así me había hecho sentir él. Como nada. Sin embargo le resté importancia, y me marché de su casa con la frente en alto. Orgullo, creo que debería agregar esa palabra a su lista de mis defectos: orgullosa.
Intentaba dormir cuando Turn me on comenzó a sonar. Era mi móvil. "Dime como llegaste. ¿Todo está bien? Harry" Leí. Dos cosas pasaron por mi mente en ese momento: la primera, ¿de dónde había sacado mi número? Y la segunda, ¿qué diablos le interesaba? No quise contestar, estaba algo furiosa. Dudo que a alguna chica le guste que la traten de ese modo. Oh esperen, eso es sólo conmigo, claro.
...
El sol del lunes por la mañana atravesó las cortinas y recorrió mis blancas sábanas hasta llegar a mis ojos entreabiertos, y ahora, encandilados. Bajé a desayunar. Cumplía simplemente mi rutina semanal. Sin embargo, había algo que me llamaba la atención últimamente. Se trataba de mi padre, él estaba distante. No había conversación entre nosotros.
—Buenos días—me limité a decir. No hubo respuesta, mi padre se encontraba concentrado en su periódico y su humeante café. Ignoré su actitud y simplemente me marché de casa.
Lily me recibió con un gran abrazo, como si no me hubiera visto en años. Sonreí, supongo que necesitaba algo así. Mi sonrisa se borró cuando sentí la mirada fulminante de Charlotte sobre mí. Vaya uno a saber el porqué.
Las primeras horas pasaron sin pena ni gloria. Hasta que llegó la hora de deporte. Por suerte, lo único que debíamos hacer era jugar al tenis, yo era buena en eso, tenía puntería, debido a que solía practicarlo en Nueva York. "Busquen un compañero" ordenó el profesor. ¿Quién fue el primero en acercarse a mí? Claro, Harry, seguramente planeando algo para arruinar mi día.
—No contestaste mi mensaje, gatita.
—¿Acaso te importaba?— pregunté con cierto tono furioso.
—Tienes razón no me importa— dijo riendo burlón.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Ya había tenido suficiente por hoy, con todo. Mi padre, Charlotte, Harry, yo misma. Aproveché mi buena puntería para lanzar la pelota directo a la frente de Harry. Ésta quedo prácticamente marcada de color rojo sobre su blanca piel. Sonreí victoriosa.
—No tienes idea cuánto te equivocas, gatita— dijo indignado.
El partido terminó allí. No recibí ninguna clase de castigo, por que claro, después de todo, fue sin querer.
Estaba sentada bajo una sombrilla cuando sentí un liquido frío caer sobre mi cabeza. Éste recorrió mi espalda provocando en mí un escalofrío violento. ¡Estaba helado! Las gotas moradas caían sobre mi cabello. Grité furiosa al ver el sonriente rostro de Harry con un vaso de malteada frente a mí.
—Esto es por la bofetada, por el pelotazo, y por dejarme plantado.
—¡Mierda!—solté con violencia—Maldito idiota.
Genial, otra vez, castigados. Ésta vez, el trabajo era diferente; debíamos hacer un proyecto para presentar en la feria de ciencia. Juntos. Maldición.
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Rudeboy
Teen FictionEl chico rudo, el peligroso, el que jamás se enamora. ¿Habrá alguien capaz de demostrar lo contrario? ¿Habrá alguien capaz de sacarle la máscara?