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JUAN

La mano de Antonio buscó la mía con inercia mientras sus ojos se aguaban demasiado como para ser cierto. Algo le sucedía. De pronto su boca se abrió ligeramente y David miró a Antonio sonriendo.

—Hey, yo te conozco, tú estabas aquella noche con mi hermano —y todo encajó. Mierda. Tenía que ser un juego.


El silencio incomodo inundó el pequeño espacio aquel y entonces Antonio se dio media vuelta y comenzó a correr, a escapar.


—Ay, dios... —susurré observando como mi mejor amigo se alejaba a paso apresurado y tocaba reiteradas veces el botón del ascensor, me volví para David y sus cejas estaban posicionadas en una mueca de preocupación—. Lo lamento, Dav, espérame un momento ¿sí?


— ¿Dije algo malo? —preguntó y su voz temblaba casi al mismo tiempo que su labio inferior.


—No, no dijiste nada, espérame —y me fui corriendo hacia Antonio.


El llanto se aproximaba como si fuese un ataque de pánico, así que lo único que atiné a hacer fue rodear su cuerpo con mis brazos, con mucha fuerza. Pronto sentí unas rodillas chocar contra el suelo y seguidamente las mías, acompañándolo.


—Tranquilo, tanto, tranquilo, por favor ya no llores.


—Él vive aquí... —susurró entre lágrimas—. Él vive aquí...


De pronto escuché unos pasos detrás de mí y David se agachó conmigo a la altura de Antonio.


— ¿Estas bien? Lo lamento mucho, ¿he dicho algo malo? Perdóname, Lester —y encima de todo lo llamaba por su nombre artístico, por su nombre de mentira, de trabajo. Por su nombre de prostituta. Lester.


—No lo llames Lester, su nombres es Antonio —le corregí entonces y los ojos se le achinaron a David, como sospechando.

—Lo lamento, ¿quieres agua, Antonio? —preguntó cordialmente pero Antonio negó levemente clamándose un poco, recuperando la compostura.


—Dav, creo que será mejor que nos vayamos —le anuncié con pesadez, realmente deseaba pasar la tarde con el nuevo amigo que había conocido.


—Descuida, yo lo entiendo —dijo con la voz extraña, y entonces luego de pararnos todos, nos despedimos y me llevé a Antonio caminando despacio, como si le pesaran los pies. 


David se quedó allí parado, viendo como nos alejábamos, escrutándonos sin inhibición mientras nos adentrábamos en el ascensor.


Antonio estaba en silencio, con los ojos hinchados por el llanto previo. Se arrinconó en una esquina mientras se abrazaba a sí mismo, como si deseara mantenerse de una sola pieza, como si cuando fuese a soltarse se desintegrara de a poco. 

— ¿Tony? —lo llamé en una voz muy baja, intentando no sofocarlo o asustarlo. Él ni siquiera me miró en cuanto las puertas del ascensor se abrieron y llegamos a la planta baja. 

Lo agarré despacio y comenzamos a caminar lento hasta el hall, procurando no hablar de nada y respirar pausadamente. Estábamos a punto de salir y entonces...el corazón de Antonio se disparó como loco, ardiéndole bajo el pecho y su respiración se irregularizó.

Placer Culposo (Gay/Yaoi)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora