001: Gritos sordos.

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Eran las 9:03 de la mañana y el insomnio era bastante notable debajo de los ojos del castaño, y aunque la pesadez era insoportable durante clases, el pequeño comenzaba a acostumbrarse a esa sensación.

-¿Entonces qué dices, Alonso?

-Uhm, sí, patinar suena bien.

El chico de pelo negro lo miró con algo de impaciencia, pero sonrió de lado al notar lo distraído que estaba su mejor amigo esa mañana.

-¿Ya has hablado con tus padres? -murmuró el mayor en un tono serio.

-No es tan sencillo como parece, Jos. Incluso decírselo a mi mejor amigo fue bastante duro, y ahora me arrepiento de habérselo dicho. -bromeó el menor mirándolo con una sonrisa.

-Ey, calmado, no todos los días tu mejor amigo te confiesa su sexualidad. -dijo él levantando una de sus características cejas.

El timbre sonó, anunciando la hora del descanso. Ambos salieron del aula de clases para dirigirse hacia el comedor.

Varios estudiantes iban y venían por los pasillos del colegio, hasta uno de ellos le dio un empujón a Alonso por la espalda, haciéndolo caer contra el suelo.

-Deja de estorbar, niña. -se burló el chico.

-Deja de molestar, Leyva. -respondió Jos irritado, quien se encontraba inclinado hacia su mejor amigo- ¿Estás bien, Alonso?

El castaño asintió, mirando al más alto con desprecio. Quien retrocedió con una sonrisa llena de cinismo.

-Vámonos, primo.. Dejemos a los novios solos. -le dijo al moreno que se encontraba divertido mirando la escena.

-Con esa cara, no me reiría, Alan. -dijo Jos mirando al moreno.

-Y con esos ojos de mujer, sí te llevaba a mi cama, Canelita. -dijo Alan, soltando una carcajada.

Jos lo miró con asco, mientras el moreno se alejaba con su primo, riéndose ruidosamente.
Levantó a Alonso del suelo, mientras éste lo miraba conteniendo la risa.

-¿Y ahora qué tienes? -dijo algo irritado.

-Alan tiene algo de razón... Sobre tus ojos.

Ambos estallaron en risas, mientras Jos despeinaba al castaño, fingiendo estar molesto.

-Si no fueras mi mejor amigo, te habría dado una buena paliza con ese comentario. Pero lo tomaré como un cumplido, gracias.

El día pasó lento para los dos, mientras que Alonso había encontrado un montón de apodos nuevos para divertirse con su mejor amigo, todos referentes a sus ojos.

Ambos se despidieron a la hora de la salida, Jos tomó su patineta mientras que Alonso caminó las habituales cuatro cuadras hacia su casa.

En el camino, el menor soltaba una que otra risa al recordar la cara de su mejor amigo después de haber escuchado las palabras de Alan.
Aunque inconscientemente, sintió una punzada de celos en el estómago. Alonso era bastante celoso cuando se trataba de Jos, pero ésta vez no era su mejor amigo por quien se sentía así.

Apresuró el paso, alejando esa idea de su mente... ¿Por qué habría de sentirse celoso por Alan? El chico era muy guapo, pero un completo idiota, Alonso lo tenía muy claro.
El chico Navarro había sido cómplice de su primo Freddy en varias ocasiones para jugarles bromas pesadas a él, y a Jos.

Aunque, debía admitir lo nervioso que se ponía en ocasiones cuando compartía clases con Alan. Con suerte, no llegaba a sonrojarse, o de otro modo, Jos nunca lo habría dejado olvidarlo.
El menor era tan blanco, que cualquier sonrojo lo habría delatado enseguida.

El castaño llegó a su casa, enseguida escuchó a su padre gritando desde su habitación cosas terribles, y de pronto, sintió temor de avanzar un paso más. Así que retrocedió torpemente, hasta chocar contra uno de los muebles, rompiendo una vasija de vidrio.
Enseguida escuchó los pasos de su padre bajando apresuradamente las escaleras.

-¿Acaso no piensas limpiar eso, o eres tan inútil como para hacerlo? -gritó irritado al observar a su hijo de pie, a lado de los pedazos de vidrio.

Alonso lo miró con temor, y asintió torpemente mientras se agachaba a recoger los trozos del suelo.

Y antes de que pudiera darse cuenta, su padre se encontraba sobre su pequeño cuerpo, golpeándolo con una brutalidad desconcertante, mientras que el castaño seguía gritando y sollozando, suplicándole a su padre que se detuviera.

"Eres igual de débil que la estúpida de tu madre."

Fue lo último que el menor escuchó para después ver a su padre alejándose, dejándolo ahí en medio de la sala.

El castaño siguió llorando hasta que sintió un ardor en sus ojos, pero no podía detenerse, su cuerpo estaba repleto de golpes y su abdomen lleno de marcas de cinturón.
Miró hacia los trozos de cristal, pues así es justo como se sentía: completamente roto.
La última vez que su padre lo había golpeado, había sido hace unas semanas.

Pero ahí se encontraba de nuevo, indefenso, sollozando, hundido en el dolor. Gritaba por dentro, pero no se daba cuenta, que así nadie podría escucharlo.

No hacía más que llorar en silencio, hundido en sus gritos sordos.

***

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➳ El Chico del Piano | #WattPrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora