012: Cómplice perfecto.

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Alan bajó presuroso las escaleras, con urgencia para buscar la salida de ahí, quería olvidarse de todo, especialmente de lo que recién había visto.

Bryan se sobresaltó al escuchar los pasos tan pesados de Alan, quien atravesó la sala en cuestión de segundos. Éste lo detuvo en seco.

—Hermano, tranquilo —lo sujetó por el hombro, mirándole inseguro— no te ves nada bien, ¿quieres un vaso de agua?

Alan asintió con la cabeza y tomó asiento en el sillón de la sala, dirigiendo su mirada hacia el televisor, sin concentrarse realmente en la película que estaba. Bryan buscó dentro de la cocina y rápidamente sirvió dos vasos con agua, saliendo de ahí hacia la sala para entregarle uno a Alan y el otro para él.

El moreno tomó del vaso en segundos para dejarlo vacío sobre la pequeña mesa que se encontraba en medio de la sala, y recargó su cabeza sobre sus manos, dándole suaves masajes circulatorios a su frente.

Bryan tomó asiento frente a él y lo observó detenidamente, dudoso de preguntar o no, pero era terco y no se quedaría con las ganas.

—¿Puedes explicarme por qué todos están actuando como chiflados esta noche? —exclamó con un tono frustrado, riendo nervioso.

Alan lo miró y se encogió de hombros con una sonrisa sarcástica, ni siquiera él comprendía todo lo recién sucedido.

***

Alonso sintió un escalofrío en cuanto escuchó la puerta abriéndose, sabía que no sería Bryan porque a pesar de ser tan curioso, él no se metía en sus asuntos con Jos, era casi una regla.

Su rostro palideció cuando vio a Alan parado en la puerta, mirándole fijo. No era capaz de descifrar expresión alguna en su cara, no sabía si sentía asco, sorpresa, repulsión o resentimiento. Se miraron por un par de segundos, hasta que el moreno desapareció de ahí, huyendo hacia las escaleras.

Jos chasqueó la lengua, sintiendo un nudo en el estómago que le carcomía de coraje. Salió de la cama en silencio en busca de su ropa regada en el suelo de la habitación, sin dirigirle la mirada al castaño, quien aún se encontraba inmóvil sobre la cama con los ojos bien abiertos.
Cuando por fin su cerebro pudo mandar señal alguna hacia su cuerpo, devolviéndole movilidad, dirigió su mirada en dirección al ojimiel que ahora se vestía al pie de la cama, todavía en silencio.

—Oye, perdóname Jos —tragó saliva el menor, tembloroso.

Jos resopló y se puso de pie para mirarle con los ojos cristalinos. Llevó sus manos hacia su cabeza, tirando de algunos mechones de su cabello con frustración. No sabía qué decir.

—Dime algo, Canela —suplicó el castaño sintiéndose sofocado.

—No lo entenderías.

Alonso lo miró enarcando las cejas, sin responder.

El ojimiel caminó hacia él y le entregó su ropa con una sonrisa débil, para volver a sentarse al pie de la cama.
El menor comenzó a vestirse avergonzado, se sentía abrumado con la situación. Una vez que terminó, se acercó a Jos, tomando asiento frente a él.

—¿Qué es lo que no entendería? —se animó a preguntar, buscando la mirada del Canela con paciencia.

Jos tomó aire, soltándolo lentamente para liberarse de la tensión concentrada en sus hombros y miró los orbes azules del menor, sintiéndose más vulnerable con cada segundo que pasaba.

➳ El Chico del Piano | #WattPrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora