Casi nunca suelo pensar en el pasado, mucho menos en el, quizá el jamás me hizo daño, quizá simplemente me ilusioné con su simple amabilidad.
El, es un chico hermoso, amaba sus ojos, casi tan oscuros como los míos, su cabello y la forma en la que sonreía, amaba su amabilidad y su caballerosidad, quizá hasta lo llegue a amar; Lo conocí por cuestión de suerte, aunque no nos hicimos amigos, solo después de un año llegamos a entablar una conversación, y es que no me sorprendía, un chico como el jamás se llegaría a interesar por una chica como yo.
Nunca fui de muchas amistades, y las que tenia las perdía en menos de un año, tal vez me acostumbre a eso, y jamás me dolió separarme de alguien que se supone "éramos inseparables" a veces, no, bueno, casi siempre soy muy fría y no demuestro sentimiento alguno, porque hasta quizá no los tenga; mis ojos como dije, son muy oscuros y nunca han reflejado nada, ni creo que lo hagan, casi nunca sonrío, y no veo el porqué hacerlo, mi cabello suele estar enredado y sin peinar, lo único que hago con respecto a mi rostro es delinearme los ojos con un lápiz de color negro, mis labios son pequeños y siempre soy callada, suelo tener un libro entre mis manos y los audífonos puestos.
siempre que lo veía, estaba rodeado de gente, que se notaba que lo apreciaba, solía sonreír mucho, más cuando estaba coqueteándole a una que otra chica, en realidad me llamaba mucho la atención.
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Una breve historia de lo que nunca fue
Romansa¿A dónde van las historias cuando no pueden ser?