Capítulo VIII

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Camino hacia el jardín pero no dejo de pensar en Christopher y en que esté haciendo en este momento, me asomo en la puerta del jardín y veo a Rebeca con una señora que se ve igual de estirada que ella, se vistió muy elegante, con joyería muy fina, están tomando el té con galletitas me vio está haciendo señas para que me acerque hasta su mesa en donde están tomando el té.

- Hola, querida sobrina ¿Cómo has estado? – me pregunta Rebeca fingiendo interés, con su sonrisa falsa.

- Hola Rebeca, estoy bien gracias – le contesto muy extrañada desde cuando ella es tan amable conmigo, es solo porque está esa señora con ella – hola yo soy Isabella la sobrina de Rebeca – le dije a la mujer que acompaña a Rebeca en la mesa.

- Mucho gusto me llamo Beatriz Williams – me dijo ella – pero siéntate, seguro ya mi hijo debe estar por llegar, fue a montar a caballo – me dijo Beatriz, ¿hijo?, pensé que estaban solas.

- Claro – les dije y me senté junto a Rebeca.    

Desde que llegue no había visto lo lindo que era el jardín hay rosales por aquí y por allá caminos de piedras muy pequeñas similares a la grava rodeaban a la mesa de té, infinitos caminos que te llevan a cualquier parte del jardín. Aquí se respira un aire puro con un aroma a rosas. 

- Y Isabella ¿quién era ese chico tan guapo que te acompañaba en el baile anoche? Si puedo preguntar – me dice Beatriz mostrando interés.

- Es Christopher Rogers – le contesté tranquila y relajada.

- Ese apellido no lo escuchaba desde hace ya varios años – me dijo.

- Si porque el junto con su familia estaban de viaje – le mentí, porque no sé si le pueda decir a cualquiera que él había viajado al mundo mortal.

- ¿Y porque te tardaste tanto en bajar cariño? – me pregunta Rebeca.

- Porque estaba cociendo algunas cosas y siempre le dedico mucho tiempo y cuando empiezo no puedo parar – le dije mirándola a los ojos.

- ¿Coces a tempranas horas de la mañana? – me pregunta, me parece que ella sospecha algo de mi salida.

- Si es cuando mejor luz – le contesté.

- Es cierto – dijo Beatriz

- Aquí están los tés, que los disfruten – dice Hilda muy amablemente.

- Ya te puedes retirar, adiós no tienes más nada que hacer aquí – le dijo Rebeca a Hilda en un tono autoritario.

- Gracias Hilda está muy rico – le dije mientras bebía un sorbo de la taza.

No puedo creer que Rebeca sea tan déspota y autoritaria no tiene que tratar a Hilda así, ella es un ser humano, no un objeto para que maltrates solo por ser de un estrato social diferente al de ella, dios nos trajo al mundo sin nada, además Hilda lleva trabajando en el castillo más de diez años.  

Que lindos están los caballos ojalá supiera montar, pasaría horas cabalgando siempre había querido montar pero mi abuela decía que era muy peligroso, que las princesas solo andaban en carruajes, nada de caballos, y luego que falleció se me fueron las ganas de subirme a un caballo, para respetar sus deseos, pero ahora que los veo ahí en el establo me provoca correr hasta ellos montar uno, cual jinete en una carrera y no regresar por un buen rato, para olvidarme de todo y de todos.

- ¡Isabella! – me dijo Rebeca. Parezco estar dormida con los ojos abiertos, solo escucho sonidos hasta que Rebeca me habló, solo las miraba sin decir ni una palabra, además que haya tenido un baile anoche no ayuda.

El secreto mejor guardadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora