Bicicleta

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No tenia teléfono, estaba algo despeinada y la verdad que había algo de frió y sueño, pero ninguna sensación se comparaba con el vacío que sentía cuando estaba sola en su casa pensando, gritando a la nada por un poco de paz mental.

Jaló los puños de su chaqueta tapando sus manos sucias y se sentó en el piso junto a la puerta de  la casa. No quería entrar, no iba a hacerlo. No devuelta.

-¿Maria? -dijo una voz junto a ella. La sombra que se proyectaba ahora sobre ella no la dejaba ver su rostro- Soy yo, Sebastian -ahora la sobra tomaba forma en su cabeza. El chico la miraba con esos ojos verdes apaciguadores de tormentas y una sonrisa triste que ocultaba viejas historias. A continuación, se sentó junto a ella y prendió un cigarrillo.

-¡Eh! deberías cuidarte de las metáforas.

-Has estado leyendo demasiado a John Green.

-No, he estado pensando demasiado.

-Entonces deberías cuidar de tus pensamientos cuando estas sola, así como cuidas de lo que dices cuando estas con gente. 

Maria miró mas allá del chico. Su vieja Bicicleta lo acompañaba apoyada en la persiana del negocio junto a su casa. De repente, sonrió traviesa frente a un pensamiento que llego a su mente.

-Te propongo un trato. Si me das un paseo, yo dejo de pensar un rato. 

Sebastian miró a su bicicleta y luego a Maria y sonrió.

-Entonces, mejor te llevo a viajar -Y parándose rápidamente, tomó su bicicleta, subió a Maria en ella y volaron lejos por la ciudad. 

¡Y vaya a saber uno donde andarán! 



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