Serpientes

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Basado en una de mis pesadillas mas comunes. Dedicado a mi insomnio

No hay nada más impreciso que los sueños. O, tal vez, no hay nada más preciso que ellos.

Desde hacía más de dos semanas cada noche, yo Eduardo Piedra, me despertaba a las seis de la mañana asustado, totalmente enredado en las sabanas y con un sabor seco en la boca. Tocaba mi frente y estaba sudorosa y caliente, como si hubiese tenido fiebre, primer síntoma de lo que más odiaba en el mundo: Pesadillas.

Cansado de esta situación incómoda, decidí ir a un terapeuta a que me ayudara a buscar el porqué de este insomnio

Cada madrugada es lo mismo. Yo estoy en medio de una ciudad, rodeado de culebras, serpientes y víboras que están en todas partes y aparecen cuando les da la gana y donde menos uno se lo espera. Anoche, mientras yo hablaba con una amiga, una de ellas salto de entre medio de los pastizales e intento morder a un amigo. Afortunadamente, logre golpear al animal antes de que lo mordiese. Ahora que lo contaba en voz alta extrañamente, no me sentía mal por el animal pero si un cierto alivio, sin embargo no lo dije en voz alta. Luego de aquello, huimos con él y mi amiga a mi casa, pero cuando de repente todo parecía bien y dije que me acostaría un poco, otra salió de mi cama y mi amiga esta vez se apresuro a tomarla y arrojarla contra una pared cercana a mí. La culebra, un poco atontada lo único que hizo fue rebotar contra la pared para terminar en mi hombro, siseándome.

-¿Usted tiene algún tipo de fobia a las serpientes?

-No

-Mire que no hay por qué avergonzarse. Es una fobia bastante común.

-Lo sé, pero no es el caso. Mis amigos a veces se sorprenden de cómo enfrento a las serpientes. Resulta que cada vez que viajo a las sierras y subo un trecho caminando, siempre me encuentro alguna. Mi reacción siempre están en el mismo patrón: Las esquivo, les doy su espacio o las ignoro.

-Entonces dígame ¿Qué sintió cuando su amiga le arrojo la serpiente?

-No me la arrojó. Al menos no lo siento así. Cuando ella la tiro sentí dos cosas: Inseguridad y alivio.

-¡Eso no tiene sentido! ¡Es muy contradictorio!

Ambos reímos antes esa mala imitación mía. Resulta que hace un tiempo había aparecido por el consultorio para que me ayudase a superar un duelo por la muerte de un familiar. Roberto, el terapeuta, había estado hablando de lo común que era que las emociones estuvieran a flor de piel y que podía sentir más de una a la vez y ser incompatibles. Yo me altere y le dije que no tenía ningún tipo de sentido. Al parecer mi terapeuta tenía una memoria impresionante.

-Disculpa, tenía que decirlo ¿Podrías relatar esa parte de nuevo? Pero con los sentimientos esta vez.

-Si claro. Ella está ahí, ve la serpiente y me sentí inseguro. No sabía que iba a hacer con ella y nos podía picar en cualquier segundo. Entonces la tomó y la arrojó contra la pared. Ahí sentí alivio y luego cuando cayó sobre mi hombro, inseguridad de nuevo cuando siseó. Estaba viva.

-Seguramente. Sin embargo, ¿Qué paso después?

-Con la imagen de la serpiente siseándome desperté.

-Ah. Interesante.

-¿Estoy loco?

-No. No más que yo al menos.

-Eso no me tranquiliza.

-Menos mal. Bien, ¿Podrías hablarme del otro amigo del sueño? ¿Sueles protegerle mucho?

-Si –admití algo apenado- Suele ser muy buen amigo siempre, así que se aprovechan bastante de él. Siempre le digo que preste atención y no se deje engañar.

-¿Engañar?

-Suelen mentirle mucho y en su propia cara. Eso me hace sentir rabia.

-¿Cómo cuando tu amiga arrojo la serpiente?

-No. No sentí rabia ahí.

-¿Y hubo algún momento en que lo sintieras en el sueño?

-No, pero de haber sido picado me sentiría con mucha rabia. He hecho tanto para no ser picado que sería horrible para mí.

-Bueno, tengo razones para creer que uno de tus amigos, probablemente no uno de los que estaba en el sueño te está mintiendo y tú lo sabes.

-Puede que sí.

-¿Lo enfrentaste?

-Puede que no

-Con el puede no hacemos mucho. Cuéntame que ocurre con tus otros amigos.

-Tengo otros tres amigos. Son buena gente pero una de ellas ha estado mintiendo mucho y le he descubierto un par de mentiras hacia mi amigo que es muy confiado y a mí. Además me ha dicho que los otros dos también mienten en algunas cosas y no sé qué creer. Aparte de todo esto, los he estado tratando mal. Es decir más que nada a estos tres, a los que aparecieron en el sueño no. Aun así, no creo que esto tenga nada que ver.

-¿Realmente no?

-No. Me da rabia pensar que pueda tener que ver.

-Ah, ahí está, la rabia contenida que te hace tener pesadillas surge otra vez, pero hablando de tus amigos.

-Eh, no. Yo no quise…

-Déjame contarte una cosa. Tengo una teoría interesante: No has estado peleando en todas estas semanas con serpientes sino con mentiras. Sientes que te rodean y tienes miedo de que te muerdan y te hagan daño. Mentiras que se arrastran, mentiras que te susurran al oído antes de despertar. Quieres salvar a tu amigo bueno de ellas como ya has hecho pero no puedes hacerlo directamente porque sería traicionar el secreto de tu otra amiga y por ello le salvas en sueños. Además tienes miedo que tu otra amiga, a la que seguro consideras muy fiel, te mienta por lo que te alivia que la mentira quedara moribunda cuando atino a arrojarla y se dirigió finalmente a la pared, pero te asusto tenerla en tu hombro luego, de parte de otra voz probablemente. Y tampoco me parece ninguna casualidad que ustedes son un grupo de seis amigos y esa sea la hora exacta en la que te levantas asustado.

Me levante furioso -¡¿Cómo se le ocurre decir tantas locuras acerca de mis amigos?! ¡Es inaudito!

-¿Entonces me vas a decir que mi teoría de que tratas mal a esos tres tampoco tiene que ver con que estuviste conteniendo algo de rabia por el hecho de no tener el valor de decirles a la cara que te molesta que te hayan mentido ni enfrentarles y eso te hace tener pesadillas?

- ¡Obviamente no es así!

-Bien, entonces me he equivocado. Mis disculpas a ti y a tus amigos. Te dejo irte por hoy y espero verte la próxima semana. Si me traes otro sueño sin víboras, tal vez podamos llegar al asunto de esto –dijo sonriendo un poco con esa risa de plan malvado de terapeuta.

Le salude y Salí a la calle y aquí estaba la razón por la que sonreía: Me quede pensando. Pensé durante toda la tarde sobre lo que me había dicho, y también durante la noche.

Y el muy condenado tenía razón.

Ya veía yo que su próximo imitación de sesión seria el “¡Es inaudito!” que escupí indignado. Eso fue lo último que pensé cuando apoye la cabeza en la almohada.

Y esta vez dormí de un tirón hasta las doce del medio día. 

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