¿Me permite este baile?

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Cuando el cielo comenzaba a oscurecer, ella salia a bailar. 

Adornaba sus caderas con vestidos, collares y flores de miles de colores. Ocultaba con ellos también lo que ocurría en el día. 

Su compañero siempre era el mismo. Debajo de las plantas lo oía susurrar su nombre. Pálido, algo alto y sonriente. En cuanto llegaban ellos no podían evitar comenzar la danza de la vida. 

Porque ella tal vez estaba viva y sola y el no. Pero el atardecer y el amanecer los encontraría juntos. Eternamente al menos, hasta que ella cruzara con el. 

Era macabro, era loco e impensado. Pero se volvió una metáfora importante: Estas vivo en el grado en que lo quieras y estas muerto en grado en el que el resto piense que lo estas. 

Relatos, historias cortas y prosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora