VIII. - Will

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Will recordaba vagamente haber pateado un par de troncos y maldecirse a sí mismo antes de volver a la cabaña de Apolo y derrumbarse sobre su cama, encerrándose en un hosco silencio.

Sus hermanos, extrañados, intentaron preguntarle el porqué de su repentino mal humor, pero tras varios intentos de conversación y tan sólo silencio como resultado, desistieron, sabiendo como buenos hijos del Dios de la medicina, que dormir viene bien para todo. Pero él apenas pudo descansar a causa de la violenta batalla que estaban librando su cerebro y su corazón.

No paraba de pensar en el beso que había compartido con Nico. Ni siquiera sabía muy bien por qué se había lanzado así sobre él, simplemente sintió la repentina necesidad de hacerlo. Por una parte no se arrepentía de haberlo hecho, puesto que había sido una experiencia de lo más agradable. Sin embargo, cuando aquello hubo terminado, el Rey de los Fantasmas salió corriendo rápidamente, desapareciendo entre los árboles. Eso no se puede considerar una buena señal... ¿O sí? ¡Argh, no, claro que no! Si realmente le hubiese gustado, no habría huido tan repentinamente.

Definitivamente, lo había fastidiado todo. Si tan solo se hubiese estado quietecito sin hacerle caso a su corazón, probablemente ahora todo seguiría de maravilla. ¡Pero nooo...! ¡Tenía que salirle la vena romántica!

Pero por otra parte, Will no dejaba de pensar en que los tímidos e inexpertos labios del hijo de Hades le habían devuelto el beso. ¡Eso SÍ que se podía considerar como una buena señal! Quizás, después de todo, no debía rendirse... Quizás debería seguir insistiendo... ¡Quizás aún tuviese una oportunidad! Le había costado lo suyo ganarse la confianza de Nico. ¡No podía permitirse perderla ahora!

Una idea comenzó a tomar forma en su mente, era un poco alocada, pero estaba tan empeñado en el tema que justo al día siguiente del beso fue a ponerla en práctica.

Se levantó muy temprano, a las seis de la mañana, como cada día, para observar el sol salir. Will adoraba aquella imagen... Pensaba que era un suceso maravilloso, como si viese nacer un nuevo día. Literalmente. Seguramente fuese porque era hijo de Apolo pero el sol siempre le había parecido de lo más hermoso. Le hacía sentirse vivo y lo llenaba de energía, como si el mismo sol le estuviera agradeciendo su esfuerzo al levantarse a esa hora solo para verlo salir.

En cuanto hubo disfrutado de su espectáculo mañanero salió con sigilo de la cabaña de Apolo, ya que no quería despertar a ninguno de sus hermanos.

Avanzó lentamente hasta llegar a la Casa Grande. Luego buscó la ventana que daba a la habitación en la que se alojaba Rachel Elizabeth Dare, el oráculo del Campamento Mestizo, durante el verano. Se asomó y pudo observar como la chica permanecía aún en su cama, profundamente dormida.

Will optó por golpear levemente el cristal con los nudillos, para despertarla. Pero no surtió efecto, así que golpeó con más fuerza repetidas veces. Esta vez Rachel se revolvió un poco y bostezó levemente. Él resopló y terminó por aporrear la ventana mientras la llamaba por su nombre.

La joven se levantó sobresaltada, con sus largos rizos pelirrojos cubriéndole el rostro, se apartó el pelo de la cara y miró a todos lados hasta dar con Will, que la saludaba desde la ventana con una sonrisa de oreja a oreja. Ella suspiró, resignada, se frotó los ojos y se levantó para abrir la ventana.

- ¿Qué... Demonios... Quieres...? - Murmuró con voz cansada.

- Buenos días para ti también. - Ironizó el chico.

La pelirroja se limitó a bufar y soltar un gruñido por lo bajo.

- ¿Tienes idea de que hora es...?

- Las seis y treinta y cinco de la mañana.

Ella se pasó las manos por el pelo, intentando peinárselo sin éxito.

El Refugio de las Almas Olvidadas. (Heroes Of Olympus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora