VII. - Reyna

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Montar en pegaso era lo mejor que Reyna había hecho nunca, pero después de viajar a lomos de Arión, empezaba a cuestionarse sus preferencias.

Tras enterarse de que la misión convocada en el Campamento Mestizo estaría dirigida por Nico Di Angelo, Reyna informó a todos los semidioses romanos de que se presentaría como voluntaria.

Hazel Levesque se ofreció a ir con ella, pero finalmente decidieron que sería mejor que la hija de Plutón permaneciera en el Campamento Júpiter. Sin embargo, le proporcionó a la pretora un medio de transporte rápido y eficaz para llegar a Long Island en un abrir y cerrar de ojos.

Montar en Arión era una sensación increíble. Aquel caballo tenía una velocidad sobrehumana (aunque claro, había que tener en cuenta que no era ni humano, ni mortal). Atravesaban pueblos y ciudades en segundos, y no parecía hacer ningún esfuerzo. El paisaje pasaba con tal rapidez que los ojos de Reyna apenas eran capaces de distinguir sus alrededores, y cuando quiso darse cuenta, ya habían llegado al Campamento Mestizo.

Contempló el lugar desde lo alto de la colina en la que Arión se había detenido. Una pequeña sonrisa cruzó sus labios mientras recorría todo el campamento con la mirada.

De pronto, una voz extremadamente conocida la sacó de sus pensamientos.

- ¡Reyna!

Ella desvió la mirada para encontrarse con un joven alto, rubio, y con unos inconfundibles ojos azul eléctrico, enmarcados tras unas gafas de vista de una fina montura de oro imperial.

La chica inhaló con fuerza y con nerviosismo mientras se bajaba del caballo, pero se obligó a sonreír y lo saludó con la mano, mientras él subía la colina con rapidez.

Hacía un tiempo Reyna había tenido ciertos sentimientos hacia Jason que lo hacían verlo como algo más que un compañero o un amigo, pero para su desgracia, el chico había encontrado a alguien especial en su vida, lo que provocó que el corazón de la pretora se rompiera en mil pedazos. Sin embargo, ella ya había superado aquello. Eran nuevos tiempos y había aprendido a vivir sin enamorarse. Ahora era fuerte y libre. No necesitaba que su felicidad dependiera de ningún chico. No obstante, aún se ponía levemente nerviosa cuando estaba frente a frente con el hijo de Júpiter, simplemente porque recordaba lo tonta que había sido en su momento.

Una vez que Jason se situó frente a ella, le regaló una amplia sonrisa, haciendo que la pequeña cicatriz de su labio destacase aún más. Reyna ladeó la cabeza, intentando sonreír también, mientras sentía como las sienes le martilleaban sin motivo aparente.

- Reyna. - Repitió él con un tono dulce, a modo de saludo, al ver que ella no articulaba palabra alguna.

- Jason. - Murmuró intentando que no se notara que su voz temblaba.

Se miraron a la cara durante unos segundos, intercambiando una mirada llena de ternura.

- ¡Oh, ven aquí! - Exclamó él lanzándose hacia ella.

En un abrir y cerrar de ojos Reyna se encontraba entre los brazos de su amigo, sintiendo como él la estrechaba con fuerza. El abrazo la cogió por sorpresa, pero a los pocos segundos respondió con suavidad y dejó caer los hombros, ahora más aliviada.

En cuanto se separaron volvieron a mirarse a los ojos y rieron al unísono.

- Te he echado de menos. - Dijo Jason dándole un codazo amistoso.

Reyna abrió la boca para contestar, pero Arión la interrumpió, relinchando a sus espaldas, como si estuviera molesto.

- Eh... Y a tí también, Arión... - Murmuró el muchacho sin saber muy bien qué decir.

El Refugio de las Almas Olvidadas. (Heroes Of Olympus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora