CAPÍTULO 15

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Advertencia : LEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEMON AGAIN. Absténganse personas sensibles, porque puede ser un poco fuerte. No sigas leyendo si no quieres traumarte.

SI SIGUES LEYENDO ERES RESPONSABLE DE LAS CONSECUENCIAS

Narrado por __________

Esta noche, las calles de Tokyo se veían incluso más bonitas que los días anteriores. Las luces, la gente alegre. Adoro la Navidad. No por los regalos y las cenas copiosas, que también, pero es el ambiente, el "espíritu navideño". No sé, esa alegría tonta que hace que sea feliz solo con mirar el cielo invernal.

Mi corazón latía fuerte; me estaba acercando al edificio del estudio. Por favor, quiero que Ayato venga hoy. Encima que estoy embelesada por la belleza de esta noche, pasarla con él sería el colmo de la felicidad. Además, quiero ver la cara que va a poner cuando le de mis regalos.

¡Ay, qué felicidaaaaaaad!

Sacando mis pies de la esponjosa nieve, me adentré en el edificio, me acerqué al ascensor y pulsé el tercer piso, lugar en el que yo residía y estudiaba. Pero algo me resultó raro. ¿Dónde estaba la señora del segundo? No sé cómo lo hacía, pero siempre me encontraba con ella aquí, en el ascensor. LLegué incluso a pensar, que se ponía a mirar por agujerito de su puerta cuándo bajaba el elevador de mi piso y corría a subirse. No era descabellado. La veía capaz.

Salí del ascensor con las llaves en mi mano y allí estaba la reina de Roma, con un gorro de Navidad, frente a mi puerta.

- Buenas noches, señora - le dije.

- Oh , ¡buenas noches, jovencita! - estaba realmente adorable con esas gafas que le agrandaban los ojos y ese gorro de papá Noel. - He tocado un par de veces y no me contestaba nadie, ya veo que el estudio estaba vacío.

- Sí, acabo de terminar de cenar con mi familia.

- Me alegro, me alegro. Mira, niña, quería agradecerte que me recomendases esos libros maravillos. Me encantaron, estoy hasta pensando en releérmelos.Y te lo quería agradecer comprándote algún detalle. - dijo mientras sacaba de su gran bolso un paquetito envuelto en papel rojo de renos y con un lazo azul en el centro.

- Señora, no tenía por qué. - comenté muy sorprendida.

- Sí, sí, era lo menos que podía hacer. - dijo ella orgullosa de sí misma. - Bueno, yo me vuelvo a mi casa con ese señor Christian. ¡Ya voy a leerte, amor mío!.

- Sí que le ha dado fuerte con esos libros. Yo ni siquiera me los he leído aún - murmuré cuando ella ya se había encerrado en el ascensor.

Tenía curiosidad, así que abrí el paquete allí mismo, pero frené cuando divisé lo que era. Entrecerré los ojos. Muy típico de ella. Una caja de condones. De sabores, para colmo.

Giré la llave y me colé en mi estudio. Como siempre, lo solté todo en la mesa de la entrada. Encendí las luces y me llevé un buen susto cuando vi a alguien sentado en el pequeño sofá de la sala de estar.

- Me has asustado.

- Lo he notado . -dijo sin mirarme. ¿Estaría enfadado porque le hubiese atacado?

- ¿Cómo te encuentras? - añadí desde mi posición. Se me había parado el corazón. No me podía creer que de verdad estuviese ahí.

- Bien - dijo secamente.

- ¿Estás enfadado conmigo? - comenté. Él negó. - Pues estás menos hablador de lo normal.

Se levantó y se acercó hasta donde yo estaba, se sentó sobre la mesa y me observó desde allí. Estaba un poco incómoda.

Palabras de invierno AyatoxReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora