Capítulo 7

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    Cuando estábamos en la entrada del edificio donde yo residía, saqué las llaves lo más rápido que pude y entramos. Las escaleras eran demasiado para que el chico malherido, que ahora había colocado su brazo por detrás de mi cuello para no precipitarse contra el suelo, subiera. Por lo que decidí que iríamos por el ascensor.

- ¡______- chan, no cierres la puerta todavía! - Mierda, era la señora del segundo. ¿Qué hago? Si ve al chico en estas condiciones, podría llamar a la policía. Y quizás ellos llamasen a los investigadores si se daban cuenta...

- Oye, tienes que incorporarte un poco - le susurré desesperada al oído. Para colmo, tenía un manchón de sangre bastante feo en el estómago. - ¿Puedes abrocharte la chaqueta?

- Ya voy, ya voy, deja de decirme lo que hacer... - Rodé los ojos. Aún tenía fuerzas para protestar. Por suerte, la señora usaba bastón y no avanzaba especialmente rápido. Para cuando llegó a nuestra altura, el ghoul ya había logrado esconder la herida e incorporarse. Se apoyó contra el espejo del ascensor y suspiró fuertemente.

- Gracias, querida. Es que una señora mayor como yo no puede con esos escalones infernales. - dijo con una sonrisa y se colocó entre ambos. - Oh, no sabía que venías acompañada. ¿Es este ese amiguito tuyo de la universidad? ¿Cómo se llamaba...? El que me decías que cocinaba muy bien.

- No, señora, este es solo un conocido. - ambos nos miramos, el conejo negro y yo. Traté de evitar que siguiese con la conversación. No me apetecía nada que el ghoul le diese por hacerla callar.

- ¿Y llevas a "solo un conocido" a tu casa?- la señora puso la expresión de alguien al que se le acaba de venir la luz de la revelación- Oh, oh, ya entiendo. Esta juventud de hoy en día... Sí que aprovecháis y disfrutáis de lo bueno de la vida. - Tanto yo como el ghoul pillamos a lo que se refería. Yo me quedé con los ojos muy abiertos un buen rato. Noté como se me ruborizaban las mejillas. ¿Pero esta mujer de qué va? Por su lado, el chico le lanzó una mirada asesina a la anciana. El ascensor por fin llegó al segundo piso.

- Bueno, chicos. - se llevó la mano a la boca y sonrió maliciosamente. Para colmo, llevaba unas gafas redondas que le hacían los ojos 10 veces más grandes de lo que eran.- Que lo paséis bien, pero no tan bien. Soy muy sensible con los ruidos y esta noche necesito dormir. Ya me entendéis; no gritéis mucho. - dijo antes de que, por fin, se volviesen a cerrar las puertas.

Estaba roja como un tomate, pero en mis entrañas se había formado una carcajada que necesitaba sacar. Y eso hice hasta llegar a nuestro destino.

- Deja de reirte ya. Esa maldita vieja tiene una lengua muy larga. - jadeaba el ghoul. Yo solté una pequeña risita final, abrí, guié al ghoul hasta mi cama y dejé que se acostase con cuidado.

- Oye, dime. Los ghouls os regeneráis. ¿Por qué tú no...?

- Déjame. - dijo seco. Respiraba muy rápido y había empezado a sudar. Entonces, y a pesar de que estuviera herido, recordé lo que había dicho mi vecina. Él estaba tirado sobre mi cama y no puedo negar que es bastante atractivo... Mis manos fueron hasta la cremallera de su cazadora, pero él me frenó, provocando que pegase un salto.

- ¿Quieres que te ayude o no? - dije. Me ardían las mejillas. No me había sentado bien pensar eso en este momento. No es que me estuviese aprovechando de la situación... Quizás un poco. Vale, sí, lo reconozco.

- Solo quiero quedarme aquí hasta que se larguen esos.

- ¿Y piensas desangrarte mientras tanto? Déjame ver la herida. - se lo pensó bastante, pero sentándose con mucho esfuerzo sobre la esquina de la cama, deslizó la cremallera hacia abajo, dejándome ver toda la camiseta llena de sangre. - Voy a traer el botiquín.

Palabras de invierno AyatoxReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora