Capítulo 10 A tus órdenes

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CAPÍTULO 10 A TUS ÓRDENES

Miré confundida a Edward. ¿Quería que le acompañase a esa exposición? Y... ¿cómo que iba a ser el centro de atención? No sabía nada, no sabía de qué demonios era esa exposición, no sabía quién iba a ir y, lo que más nerviosa me ponía, la madre de Alice y Edward iba a estar allí. ¿Acaso no tenía suficiente con lo que tenía en la cabeza? Pues no, al parecer no.

Alice miró a su hermano con una de sus perfectas cejas levantada.

— ¿Quieres que le vuelva a comprar ropa, Edward? — este endureció la mirada.

— Quiero que la asesores. Quiero que la ayudes a elegir un vestido.

— Yo... eh... tengo vestidos y...

— No — me cortó Edward —. Si Alice tiene un rato ahora os llevará Seth. Llévala a la Quinta Avenida y compra lo que creas conveniente — dijo de manera despreocupada.

— Claro, Edward — murmuró Alice sin mucho entusiasmo —. En diez minutos te espero en el coche, Isabella.

Sí, bien... Alice no estaba nada feliz por tener que acompañarme a buscar un vestido... y siendo sincera, con su predisposición para hacer amigos tampoco me apetecía mucho compartir coche con y mañana con ella. Suspiré y miré a Edward; de nuevo había abierto el portátil, parecía enfrascado en algún dato o documento.

— Eh... Edward — no sé por qué, pero pronunciar su nombre aún se me hacía un poco raro. Me picaban los labios...—. No es necesario, de verdad... Tengo vestidos nuevos y apropiados para ir a esa exposición...

— Me lo imagino — dijo sin mirarme —. Pero quiero comprarte uno. Saber que llevas algo sobre tu piel que yo te he regalado me produce satisfacción — susurró —. Ahora baja, cuanto antes te vayas antes volverás a casa... Quiero que descanses, Isabella... Tu y yo tenemos una conversación pendiente esta noche...

Oh, sí... la conversación. Mi decisión... Sí, era algo a tener en cuenta. Por muy satisfactoria e increíble que fuera la noche anterior todo lo que me había dicho Edward... esa obediencia que exigía en el sexo... no sabría si podría sobrellevarlo. Pensé con pesar que quizás Edward era demasiado para mí, pero... ¿cómo decir que no ahora que sabía lo que se sentía?

Cogí mi bolso, guardé mi teléfono y me levanté de la silla.

— Que pases un buen día, Isabella...

Me despedí de Edward con la cabeza. Lo mismo hice con la recia secretaria que aguardaba en la puerta.

Ya no sabía qué demonios pensar; sentía que las cosas estaban pasando demasiado deprisa... y era desconcertante. Sobre todo el comportamiento de Edward. De la entrega máxima en la cama a la frialdad más excesiva fuera de ella... De la proposición más caliente a la indiferencia absoluta. No sabía qué me ponía más nerviosa de él, si esa indiferencia y frialdad o la promesa de algo verdaderamente oscuro...

Avancé más rápido por el hall del edificio cuando vi el coche de Edward preparado en la entrada. Me apresuré a sentarme y a abrocharme el cinturón de seguridad. Alice estaba a mi lado aunque no me miraba; sus ojos azules miraban hacia el exterior de la calle a través de los cristales tintados del coche. Carraspeé ligeramente para atraer su atención... y lo logré. Alice me miró con su ceja derecha alzada, un gesto que hacía mucho.

— Creo que esto de las compras es una tontería — murmuré —. Tengo vestidos en el armario aún con la etiqueta puesta. Seguro que ahí hay algo apropiado — Alice suspiró con impaciencia.

— Si Edward quiere comprarte ropa, déjale. Además, seguro que disfrutas gastándote algunos miles de dólares en un rato...— fruncí el ceño.

Suavemente, me matas (+18) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora