Capítulo 32 Cerrando el Jodido Círculo

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CAPÍTULO 32 CERRANDO EL JODIDO CÍRCULO

Charlie Swan salió de la casa de Edward Masen nada contento.

Él se consideraba a sí mismo un animal sin escrúpulos en los negocios. Cuando Charlie quería algo lo conseguía a como diera lugar y sin importarle las consecuencias. Y así había sido con Edward. Quería al mejor arquitecto trabajando mano a mano con él y no había parado hasta conseguirlo.

No entendía por qué Edward no quería aventurarse en un negocio de mayores proporciones con él. Sin duda el capital a invertir no era un problema para ninguno de los dos y mucho menos para Charlie. Además, el Grand Hotel era un negocio que funcionaba gracias a los dos. Ambos habían invertido dinero en él, ambos eran la empresa. Y, a juzgar por los beneficios que estaban obteniendo, había sido una buena fusión de poderes.

Pero Charlie quería más.

Necesitaba más.

Necesitaba gastarse el dinero que tenía guardado en la caja fuerte de su despacho sí o sí. Por no hablar de la cantidad ingente de dinero de la cuenta de Suiza. Esos millones sí que le preocupaban de veras. De no hacerlo, de no gastar ese dinero, podría buscarse un gran problema. Necesitaba dar salida a todos esos millones en forma de inversiones o negocios. Necesitaba hacer válido ese dinero, necesitaba ponerlo en circulación en el mercado legal si no quería verse privado de la vida que llevaba, de sus negocios prósperos y, lo peor y más peligroso de todo, meterse en un verdadero lío con la gran familia con la que "colaboraba". Hasta ahora había hecho las cosas bien y sin levantar una sola sospecha. Necesitaba que la situación siguiera así.

Pero Edward Masen no se lo estaba poniendo nada fácil.

Había pensado que tras el éxito que habían tenido con su primer negocio juntos el resto sería coser y cantar. Charlie tenía en mente un proyecto de proporciones gigantescas y ese era crear una cadena de hoteles de lujo, de momento a nivel nacional aunque tampoco cerraba las puertas al mercado europeo. Con el dinero que tenía era algo que se podía permitir.

Hasta ahora sus proyectos y planes se habían ido al traste con la negativa inicial de Edward. Al menos le había dado esperanzas para después del verano. Para entonces podrían retomar los negocios. Edward quería pasar más tiempo con su hijo huérfano de madre. Y lo mejor de todo es que a él le había aconsejado lo mismo.

Consejos era lo que menos necesitaba Charlie. Ni consejos ni sermones sobre lo que estaba bien o lo que estaba mal. ¿A quién le importaba eso? Cabeza fría, cero escrúpulos. Si no ya podías ir hundiéndote en la mierda en el mundo de los negocios.

Ese día, cuando llegó a casa, no se dignó a pasarse por la habitación de la pequeña Isabella para ver cómo estaba. Para eso ya estaba su mujer y las cuidadoras a las que pagaba una pequeña fortuna. Fue directamente a su lugar de trabajo, a su despacho. Nada más entrar fue hasta la mesilla donde tenía las botellas y los licores y se sirvió un coñac.

Estaba un poco enfadado.

Estaba acostumbrado a que las cosas le salieran a la primera; cuando él quería y como él lo había planeado. Y ahora en lo único que pensaba era en cómo invertir los jodidos miles de dólares que se escondían en ese mismo despacho. Luego se rompería la cabeza para ver qué demonios hacía con la cuenta de Suiza.

Miró con desdén y casi con desprecio hacia el teléfono cuando este sonó rompiendo el inquietante silencio que reinaba en el despacho.

-Charlie Swan -espetó en forma de saludo.

-Charlie...- la voz al otro lado de la línea telefónica sonaba cansada. Si Charlie no recordaba mal, más cansada aún que la última vez -. ¿Cómo está la familia?

Suavemente, me matas (+18) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora