Capítulo 61 Y el Sentimiento dejo de ser Etéreo

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CAPÍTULO 61 Y EL SENTIMIENTO DEJÓ DE SER ETÉREO

Los oídos me pitaban.

Mis ojos veían estrellas en una noche opaca en la que hasta la luz de la Luna había huido.

Dios santo...

Las personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte, esa gente que ha estado a las puertas de ese famoso umbral lleno de una luz blanca, prístina, dicen que su vida pasa delante de sus ojos como si de una película se tratara. Miles de diapositivas de recuerdos, alegrías y penas pasando a un millón de revoluciones por segundo por tu cerebro en ese mismo momento en el que tu alma está en medio de los dos mundos... pero a cámara lenta.

Así me encontraba yo en ese instante. Sin estar al borde de la muerte físicamente hablando, vi pasar mi maldita y bendita vida ante mis ojos. Minutos, horas y días después supe que había tenido una especie de revelación, un punto de inflexión y liberación, todo junto, que me permitiría seguir adelante.

Pero eso pasó tiempo después.

En ese momento, cuando mi mente dejó de ver fotogramas como páginas al viento y regresé a la tierra, sólo oí gritos.

Gritos y más gritos.

Me costó descubrir si aún seguía metida en la película de mi propia vida que acababa de visionar, si todo lo que pasaba a mí alrededor estaba en mi cabeza o si alguien a mi lado realmente estaba gritando. Tiré la pistola; por algún extraño motivo aún la mantenía entre mis dedos. El ruido del metal chocándose contra el suelo rebotó en mi cabeza como un sordo mazazo. Sí... realmente alguien gritaba. Además, oía voces a mi alrededor, voces que me llamaban y que gritaban mi nombre, pero las ignoré sin remordimiento. Lo que deseaba, lo que necesitaba como el aire que estaba respirando era comprobar qué demonios le había pasado a Edward.

La imagen de su cuerpo cayendo a cámara lenta – todo pasaba a cámara lenta – proyectada en mi cabeza sería algo que con toda seguridad tardaría mucho tiempo en olvidar. También tardaría tiempo en borrar de mi mente el momento en el que la bala salió del tambor de la pistola que empuñaba... el microsegundo en el que ese pequeño trozo de metal hacía contacto con la cabeza de Charlie salpicando a varios metros sangre y material encefálico por doquier.

Y la cara de terror de mi hijo.

Parecía mentira lo mucho que puede cambiar una vida en horas, minutos... segundos. Cómo la desviación de un pequeño pero mortal trozo de plomo podía salvar a un hombre de una muerte segura o por lo contrario acabar con su existencia para siempre. La fragilidad del ser humano era terrorífica.

La sangre derramada sobre la tierra tomaba un matiz grosero, casi grotesco bajo la luz de los faros de los coches en esa noche calmada después de la tormenta. Los cuerpos... los cuerpos, algunos inmóviles, otros magullados salpicaban la desierta zona del aserradero de Forks donde se había librado la gran batalla, la lucha final y decisiva de mi corta vida... y lo peor de todo es que aún no sabía si había salido victoriosa en todos los aspectos.

Seguramente, no.

De hecho... con toda seguridad la respuesta era no.

Corrí.

Derrapé con mis botas en la tierra, esquivé el cuerpo sin vida de Charlie sin ningún remordimiento a la vista por haber acabado con él y fui hasta donde había caído Edward.

No había visto exactamente dónde había impactado la bala, no sabía qué daños tenía. ¿El hombro? ¿El brazo? ¿O el pulmón? ¿Corazón? Oh, la visión de su sangre fue un golpe en mi estómago cayendo con la fuerza de diez toneladas. Sangraba... sangraba tanto. Deseaba rasgar sus ropas y ver donde estaba herido pero no debía. Tampoco podía... Señor, sus ojos verdes permanecían cerrados con fuerza. Alguien gritaba...

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2016 ⏰

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Suavemente, me matas (+18) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora