Prólogo.

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Llego porfin. Me agacho y cuidadosamente me siento en una de las rocas que hay frente al mar. Esta mojada, pero en ese instante no me importa, sólo quiero calmarme. Agarro mi mochila y de ella saco una cajetilla de tabaco que he comprado esta mañana y un mechero. Lo abro, sólo quedan dos pitillos. Aquel día había sido nefasto. Cojo uno y lo llevo a la boca. Lo enciendo y aspiró profundo. Mantengo el humo que me provoca un leve mareo unos segundos dentro de mi y expiró, aliviada, relajada, eso necesitaba.

Dame una oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora