**Parte 5**:

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(Narra Louis)

Oía ruidos. Poco a poco, mi oído pareció conectar con mi cerebro y comenzó a reconocerlos: un secador, una cafetera, pisadas sigilosas... No quería abrir los ojos.

-Liaaaaaam, vete por ahí, déjame en paz... Hoy tenemos día libre.

Las pisadas pararon de súbito. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo iba mal. O simplemente, que había ocurrido algo extraño. Mi cuerpo empezaba a recobrar la sensibilidad. Y lo que sentí me puso muy tenso: no estaba en la cama del hotel. Notaba una pequeña almohada doblada por la mitad bajo mi cabeza, lo que me dio la primera señal (solía dormir con dos almohadas enteras, no con una doblada), luego en mi espalda noté una partición, como si el colchón estuviera dividido por la mitad, pero noté que el forraje de lo que quería que fuera que estaba debajo de mí era de cuero, y demasiado blandito, y por último, al intentar moverme, me di de bruces contra otros gruesos y blandos respaldos como los que tenía a la espalda, y al otro lado, caí de donde me encontraba al suelo. Oí una carcajada reprimida.

Abrí los ojos tirado boca-abajo en la alfombra. En una alfombra extraña para mí. No reconocía el sitio. Me froté los ojos, muy desconcertado y asustado, ya que pensé que realmente me habían secuestrado. Me incorporé y observé el entorno: estaba en un apartamento chiquitito, muy acogedor. Me había caído de un sofá de cuero oscuro, blandito y cálido, y alrededor de mi cintura encontré enrollada una manta de color pastel, un blanco tirando a un tono marrón. Había una pequeña mesita de té, una televisión pequeñita, una cómoda con un recipiente que contenía las llaves, y en la esquina de esa cómoda oscura, había un jarrón cuadrado de cristal con dos orquídeas preciosas cuya base, en lugar de tierra, eran piedras blancas. La alfombra sobre la que me encontraba era del mismo color de la manta, de pelo largo. El color de las paredes era verde oliva, oscuro, pero las cortinas blancas y con aspecto de pesadas y gruesas a ambos lados de las grandes ventanas junto con el detalle de las hermosas flores daban un aspecto tan dulce al salón... Me llegó el olor de algo de chocolate, calentito... Y la boca se me hizo agua.

Giré la cabeza, y la reconocí al instante. (TN) estaba tras el sofá, roja de la risa que aún luchaba por contener. Llevaba un juego de sábanas blancas recién planchadas y dobladas en sus brazos (el olor me recordó a mi madre en invierno), que habían empezado a arrugarse bajo sus dedos por la presión mientras intentaba contener carcajadas. Llevaba unos pantalones anchos de chándal grises oscuros y una camiseta de manga larga remangada de un gris más claro. Por debajo de sus pantalones, asomaban calcetines marrones como del tono de un osito de peluche. Su pelo estaba suelto, descuidado. No era artificial, sus ondas brillaban con fuerza a la potente luz del sol que se filtraba, y su flequillo, aún sin peinar, terminaba en un par de tirabuzones graciosos.

Fue cuando la vi cuando recordé mi fuga, nuestra charla, mi persecución... Y mi agotamiento. Una sonrisa de dibujó lentamente en mi rostro. Me levanté totalmente del suelo y me estiré, mientras ella dejaba las sábanas en la cómoda.

-Vaya tortazo te has metido-dijo, aún con una sonrisa increíble.

-¿Qué hora es?

-Pues... Bastante pronto para lo rendido que estabas, las nueve.

-Guau, me siento como nuevo, ese sofá es genial-ambos reímos.

-Creo que tengo una mala noticia...-me dijo, haciendo una mueca de arrepentimiento, intentando disculparse conmigo de algo.- No hay café...

Estallé en carcajadas. Al principio me había asustado, pensé que había sucedido algo grave, mi mente se disparó antes de oírla terminar la frase buscando un problema, la "mala noticia"... Y ella me miró muy desconcertada.

-Tampoco tenemos té...-me dijo con el mismo tono de disculpa. Me reí aún más.- ¿Qué pasa?

-¿Eso es una mala noticia?

-No lo sé... Es que ni a mi amiga ni a mí nos gusta el café. Desayunamos con otras cosas.

-No sé qué desayunaréis, pero me gustaría probarlo.

-De acuerdo, mi amiga está en la ducha. Es ella la que prepara el mejor desayuno del mundo, y hoy va a hacer su plato especial, es el mejor que sabe de todos. Tienes que probarlo.

-¿Qué es?-pregunté, intrigado, a lo que ella me miró juguetonamente.

-¡Ya lo verás! Bueno, voy a preparar la mesa, ¿me ayudas?

Sonreí ampliamente. Hacía años que no ponía una sola mesa. Me hizo ilusión imaginarme de nuevo llevando platos y vasos de aquí para allá, así que la señalé una puerta de la que venía el sonido de la cafetera, lo cual me desconcertó sabiendo que no tenían café.

-¿Tenéis una cafetera funcionando... y no tenéis café?

-No, es una chocolatera en forma de cafetera-me dijo, sonriente-. ¿Te gusta, no?

-Desde niño no pruebo un buen chocolate calentito.

Tras poner la mesa, cuando su amiga hubo salido, me dejaron ducharme a mí. Me desperté a base de chorros de agua fría que se colaban en mi grifo de agua caliente, dado que las chicas estaban usando el grifo en la cocina. A veces tiritaba, a veces ardía. Eso sí que no lo echaba de menos. Cuando salí, con el pelo mojado muy repeinado, el desayuno ya estaba listo: había una jarra de zumo de naranja, tres vasos de chocolate caliente con un chorro de nata encima... Y tortitas con sirope de varios sabores.

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(Narras Tú)

-En serio, creo que voy a vomitar de todo lo que he comido...-dijo Louis, recostándose en el respaldo de la silla, suspirando con pesadez.

-Madre mía, ¿a quién se le ocurriría hacer una apuesta así? Vosotros casi no tenéis tiempo ni de digerir porque siempre vais corriendo de un lado a otro, y vas y de golpe y porrazo te zampas diez tortitas casi de golpe... Sería mejor que te echases ahí un rato. -propuso tu amiga, señalando con la cabeza el sofá.

-Tranquila, estoy bien.

-Louis, son ya las diez... ¿No crees que deberías llamarles? Deben de estar preocupados desde que vieron a todas esas chicas corriendo detrás tuya...-sugeriste.

-Tienes razón. Voy a llamarles un segundo...- Louis se levantó pesadamente y se dirigió a tu habitación al fondo del pasillo en busca de un poco de intimidad.

Tu amiga y tú recogisteis rápidamente la mesa, y luego ambas os fuisteis al baño para terminar de arreglaros. Tras unos codazos y empujones por la primacía del espejo y el lavabo, salisteis dispuestas a vestiros justo en el momento que Louis salía de tu habitación. Parecía más pálido.

-¿Te encuentras bien?- preguntaste, agarrándole ligeramente el codo, intentando ser de ayuda.

-¿Mmm? Oh, sí, tranquila... El manager, ya sabes, digamos que no está... Muy feliz esta mañana. Se han extendido rumores de que me fui a un bar anoche y pillé una buena trompa... O que insulté a varias fans... O que he engañado a Eleanor... Dios, esto es lo peor.- se tiró con descuido y desgana en el sofá, apoyando su cabeza en sus puños temblorosos cerrados con fuerza, y los codos sobre sus rodillas, al borde de las lágrimas.

-Louis...-no sabías cómo consolarle, no estabas en su situación, y no podías entender lo que estaba pasando, pues su manager no parecía la clase de persona amigable y paciente con la que tendrías una agradable charla por teléfono. Le estaban presionando mucho- ¿Puedo hacer algo por ti?

Te sorprendió su reacción. Cerró los ojos, abrió los puños y se recostó completamente relajado sobre el respaldo de cuero. Tras unos segundos así, abrió los ojos y sonrió.

-¿Sabes...? Creo que sí podrías echarme una mano.

-¿Ah, sí? Dime cómo, y lo haré... Bueno, depende...-añadiste, algo escéptica a su repentina bipolaridad.

Te miró de un modo que dejó claro que una idea rondaba su mente. Algo descabellado. Tú te inquietaste visiblemente, temiendo sus ocurrencias. Él sólo sonrió un poco más.

-¿Me ayudarías a desaparecer sólo por hoy?

Imagina...(de Ana Norwegain)Where stories live. Discover now