AVISO: Este Imagina está ambientado en la época de Jane Austen, (finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX), en una sociedad muy machista y racista... Yo no pienso así, es simplemente para adaptarlo a la época. Ah, y adoro a Zayn tanto como a los demás, no comparto ninguna de estas opiniones. Gracias.
(Narras Tú)
Alisaste un poco la larga falda de tu vestido blanco que descansaba sobre tu cama cuyas cortinas de dosel estaban recogidas en las columnas de madera de sendas esquinas de esta. Una vez más, comprobaste que tu corsé estuviera bien atado (tu amiga se había pasado un poco apretándolo y habías tenido que apañártelas para aflojarlo lo suficiente como para permitir una respiración normal y se mantuviese sin deslizarse en su sitio). Aunque tu amiga vivía en el pueblo de al lado, ambas habías acordado prepararos juntas para el acontecimiento que sin duda daría durante varios meses mucho de lo que hablar entre las grandes familias de los cuatro pueblos circundantes (Witney, Woodstock, Littlemore y Abingdon) y la alta clase de la ciudad que nos acogía: Oxford.
- Geraldine, querida, yo también debo prepararme…- le dijiste, pegando un poco tu rostro a la puerta del baño.
- En seguida salgo (TN).
Cuando salió la viste espléndida. No pudiste evitar alagarla por sus galas y por su aspecto en general. Geraldine y tú os conocías desde pequeñas, ya que tanto tu familia como la suya eran viejas conocidas. Ella siempre había sido una amiga leal, ambas habíais pasado mucho tiempo juntas, sobre todo mientras compartíais aquella institutriz desde la infancia. Aquella horrible mujer que lo único que os enseñaba a hacer era bordar cojines, tocar ligeramente el piano, cocinar, hablar otros idiomas, escribir una carta en modo formal… Pero desaprobaba completamente ese tipo de novelas que a ti tanto te gustaban leer. Ese era el aspecto que más te diferenciaba de Geraldine. Ella era obediente: si una cosa no era vista como apropiada, inmediatamente corregía su comportamiento o cualquier cosa que ella hubiera hecho que pudiera tacharse de improcedente. Tú, sin embargo, tenías un carácter un poco más abierto, veías las cosas un poco más naturales… Y odiabas los protocolos.
Geraldine te ayudó a colocarte el vestido, lo estiró mientras giraba alrededor tuyo, observando tu ropa, cada detalle. Luego te aplicó unos polvos blancos para la piel (dado que la palidez implicaba en una dama ser delicada, pura y rica, muy rica) y pellizcó tus mejillas, que adquirieron un tono rosáceo.
- ¿Ves?- te sonrió tu amiga.- Simplemente preciosa.
Ambas reísteis ante vuestro reflejo, mientras el sonido de galopes, cadenas y carruajes se acercaban a vuestra casa.
(Algo así como una hora después…)
Salir de ese maldito carro fue como una bendición para ti. Ese traqueteo incesante, esos ruidos de latigazos a los pobres animales condenados a tirar de ellos… Y esas conversaciones estúpidas con tu padre: que si estas cosas le aburren soberanamente, que si no va a moverse de la silla que encuentre, que si el conde de tal es insoportable, que si el libro que intentas leer en el trayecto es insustancial… Tu madre, sin embargo, era buena, transigente, un carácter opuesto al de mi padre, al que muchas veces debía regular. Era mucho más sociable y muy discreta, cosa extraña en aquella sociedad de lujo y fiestas. Parecía que algunos pueblos ingleses simplemente vivían aislados de todo.
Bajaste por fin del carruaje con ayuda de un criado de la casa más grande de todo Oxford, donde el baile tendría lugar. Geraldine ya esperaba delante de la puerta de tu carruaje, esperando que salieras, ya que el carruaje de su familia había ido justo delante del vuestro todo el rato. El hermano de Geraldine apareció al lado de esta, pero por su espalda (para que no le viera), y te echó una sonrisa arrogante. No le aguantabas, os habíais llevado mal toda la vida, pero intentabais ocultarlo delante de Geraldine. Si todos los hermanos eran como él, pensaste, tenías suerte de ser hija única. Aunque a su vez caía en ti todo el deber de la herencia, la sucesión y ese rollo aristocrático de ser mujer. Para tu padre, tu único papel era casarte con algún idiota que fuera muy rico y tan enfermizo o débil que no pudiera abusar de ti (eras su niñita, y eso no podía permitirlo). Brandon, el hermano de Geraldine, desapareció segundos después entre la exquisita multitud que se dirigía al interior de aquel castillo inmenso. Geraldine y tú os agarrasteis del brazo y seguisteis a vuestros padres, para las presentaciones oportunas, y entrasteis.
El interior era absolutamente sobrecogedor. Tú quedaste maravillada con los techos altos y el mármol blanco en paredes, escaleras y algunas columnas y negro en suelo y otras columnas más gruesas. Todo estaba abarrotado de gente poderosa, vestida muy elegantemente. Incluso había algún que otro oficial. Geraldine y tú estabais disfrutando de una velada exquisita. Hasta que, durante uno de los bailes (que observabais ambas con atención pero no participabais), te fijaste en cierto caballero de espaldas. Tú y tu amiga os encontrabais en una especie de galería superior que bordeaba como si de un patio interior de tratara el salón donde el baile estaba situado. La esbelta espalda pronto desapareció, tan pronto como parpadeaste. Tu curiosidad pudo contigo, y le rogaste a Geraldine que aguardara en ese mismo lugar (ya que ir a la caza de un hombre misterioso sería demasiado escandalizador para ella) y te disculpase unos minutos. Al principio mantuviste un ritmo pausado, con calma, pero al llegar a las escaleras elegantes de mármol no pudiste evitar bajarlas con cierta urgencia. Al llegar al piso inferior, por supuesto el hombre había desaparecido. Pero no te rendiste. Fuiste a una de las mesas con copas delicadas de cristal y te serviste un poco de lo que parecía zumo, pero no tenías en absoluto intención de beber (simplemente era una seña para los caballeros que intentaran pedirte un baile que decía “Estoy tomando un refresco porque estoy cansada, ni te acerques o te lo tiraré decorosamente a la cara”), y paseaste entretenida, contemplando a la gente, escuchando algunas conversaciones… Hasta que vislumbraste de nuevo esa espalda. Sonreíste levemente, mordiéndote un labio. Intentando disimular, lo seguiste, más que nada para evitar cualquier escándalo sobre la poca discreción de la hija de los Fernsby. Te gustaba ese juego. Lo estabas pasando bien. Hasta que al doblar una esquina…
Casi derramaste la copa sobre Brandon, quien de nuevo, medio sonriendo, comentó:
-Mira que eres torpe, Fernsby…
-Oh, disculpe... No, mejor no me disculpe, limítese a mantenerse alejado de mí, y todos felices, ¿de acuerdo?
-No creo que tú puedas evitarlo, creo que me estabas siguiendo…- Brandon te empujó un poco aparte y comenzó a pegarse a ti, y tú a la vez comenzaste a estrujarte contra la pared de mármol, mientras por debajo de su brazo izquierdo, que había apoyado en la pared junto a tu cabeza, buscabas a tu presa, pero al oír sus palabras le miraste mordazmente a los ojos.
-¿A usted? Dígame una sola razón.
-Bueno… Se ve…- dijo, con la mano derecha señalando su cuerpo de arriba abajo. Estaba borracho. Nuevo récord para el alcohólico de Brandon.
-Emmm… No tengo ni tiempo ni paciencia para aguantarle sobrio, y como comprenderá mucho menos ebrio… Aléjese de mí – te deslizaste por la pared de mármol y pasaste por debajo del brazo que te acorralaba, e intentaste escapar de allí.
Cuando viste una bonita puerta acristalada enorme abierta de par en par que daba al jardín, donde también había mucha gente charlando, te escabulliste al exterior. Corriste fuera del alcance de la luz de las antorchas, casi te estabas empezando a sumergir en las tinieblas del bosque del castillo, cuando comenzaste a oír a los lobos. Eso te hizo parar en seco y dar media vuelta, caminando más despacio para recobrar el aliento. Mientras seguías caminando hacia las antorchas, distinguiste de nuevo esa espalda en el jardín, y justo mientras el hombre giraba, un grupo pasó por delante, saludándote y hablando contigo trivialmente, comentando lo agradable que era el tiempo en el exterior. Te disculpaste de nuevo, y cuando echabas a andar hacia atrás, chocaste con alguien. Al fin, era él. Aquella figura. Te giraste más rápido que él, por lo que reconociste su espalda. Él giró más lentamente y bajó su mirada para observarte.
A la luz de la antorcha, sus pupilas se veían muy dilatadas y se mezclaban con el color oscuro de sus ojos. Su pelo, perfectamente peinado, se levantaba en una especie de tupé que parecía no tener fin, con una textura que resultaba muy suave a la viste. Frunció el ceño, mirando hacia abajo. Fue entonces cuando notaste que su piel era oscura. Mucho más que la tuya o que la de cualquier otro aquí, pero no tanto como cualquiera de esas ilustraciones que había visto de esclavos africanos. Te impactó tanto que retrocediste un poco. Eso significaba que sería musulmán o judío… ¿Qué hacía alguien como él en una fiesta así? Temblaste, te daba miedo, no sabías qué decir... ¿Se habría colado en esa fiesta? Ambos os mirabais con cierta perplejidad. Hasta que el anfitrión, el señor Miller, apareció de por medio.
-¡Ah! Mi querida (TN)... Parece que has dado con nuestro invitado especial, el señor Zayn Malik...
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Imagina...(de Ana Norwegain)
JugendliteraturQuiero escribir una especie de novela larga, pero quiero calentar un poco antes con algunos "Imaginas"... Así que me serían de mucha ayuda ideas, comentarios y críticas. ¡¡Muchas gracias por leer!! Espero que os gusten de veras. Ah, por cierto, sed...