-Viva-

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Pelearíamos. Siempre pelearíamos.

Y tú dejarías nuestro departamento azotando la puerta como si quisieras que está se cayera a pedazos y así ya no tener que irte.

Pero la puerta estaba bien. Yo era la rota, y tú siempre te ibas.

No importaba si regresabas al siguiente minuto, o a la siguiente semana, o si no lo hacías y sólo dejabas un mensaje en el móvil diciendo que me extrañabas.

No era importante cuánto nos tomaba volver a estar juntos.

Lo que yo resentía más, lo que en verdad me envenenaba, eran los días en que lo único tuyo presente era tu ausencia.

Los días donde pensaba que estabas gritándoles jodidamente molesto a personas aleatorias en un bar porque me extrañabas tanto que dolía físicamente; y los días que yo pasé mirando el techo incapaz de cerrar los ojos porque los tuyos ya lo estaban y no estabas soñando conmigo.

Los días que dormí en el sofá sólo en caso de que regresaras con una nueva llave y el abrazo de mi vida susurrando en mi cabello que habías extrañado mi shampoo con olor a flores y los aretes negros que me gustaba usar.

Los días que dejaba la puerta sin seguro por si querías regresar y no te acordabas donde guardaba la llave de repuesto y los días que dormí con tu suéter naranja puesto porque a ti nunca te había quedado pero todavía olía como tú.

Los días que me torturaba no tenerte.

Esos eran los días que realmente importaban.

Y luego ya estabas de vuelta.

Podía respirar otra vez.

Me dirías que era tu cielo completo siempre tan brillante y lleno de colores.

Y prometerías no irte otra vez mientras besabas el dorso de nuestras manos entrelazadas.

Dijiste que era tu cielo porque estaba tan viva.

Y creí que estaba bien pertenecerle a alguien aparte de a mí misma. Porque eras tú. Porque era tuya, te pertenecía a ti.
Era tu cielo, ¿no es cierto?

¿No es cierto que yo estaba tan jodidamente viva?

La verdad es que eras jodidamente egoísta.

Tenías razón, dijiste que estaba tan viva.
Pero yo sólo me veía ambiental cuando era tu cielo, cuando estaba contigo.

Diablos, ¿no entiendes que el cielo tiene tormentas también?
¿No entiendes que el cielo también llora?
¿No entiendes que el cielo no siempre es brillante?
¿No entiendes que tienes los pies el la tierra y el maldito cielo es sólo un sueño para ti?

Vivo no significa feliz.

El dolor es estar vivo.
Llorar es estar vivo.
Amar es estar vivo.

¿Y sabes algo? Ya no quería estar viva junto a ti.

Porque cuando finalmente me estaba acostumbrando a recibir oxígeno y besos,

Te fuiste.

Me estaba sofocando en mi propio desorden mental porque me habías dejado otra vez.

Y esta vez no habías azotado la puerta.

Y me dolió.

Porque no querías que se rompiera. No esperabas secretamente que se rompiera.

Querías que se quedara de esa forma.

La querías cerrada por un largo tiempo.

Me estaba muriendo por ese mensaje en el móvil.
Me estaba muriendo porque llegaras a casa a ayudarme a hacer la cena.
Me estaba muriendo por dormir a tu lado.
Nunca en una forma sexual. Para abrazarte. Para inhalarte. Para sentir como que me amabas.

Simplemente me estaba muriendo, porque aparentemente yo sólo estoy viva cuando estoy junto a ti.

Y si eras tan egoísta para pensar eso, ¿por qué te fuiste?

Usando tu lógica, me dejaste para morir, ¡¿y no te importó?!

Tu cielo estaba podrido.

Me estaba pudriendo allá arriba sin que nadie me mirara.

Y el tiempo no me curó.
Joder, yo me curé a mí misma.

Porque tú ya no regresaste.

Entonces hice la cena por mí misma. Y la disfruté porque, diablos, yo amo con locura el queso y tú eres intolerante a la lactosa.

Y me abracé a mí misma para dormir y se sintió realmente cálido porque cuando tú lo hacías, nunca realmente calentabas los sitios necesarios.

Y vi nuestro show favorito por mí sola con carcajadas grandes y bufidos e hice chistes locales sólo para mí.

No te necesito.
No te necesito para respirar.
Y no te necesito para estar viva.

¿Sabes por qué? Porque he estado conmigo misma por un tiempo y yo soy todo lo que necesito.

He estado viva por un tiempo, y tú no tendrás el privilegio de marchitarme.

Y mi habitación todavía huele como tú;
Pero ya no te imploro.

Y todavía escucho la lluvia tocando mi ventana;
Pero ahora ya no creo que eres tú afuera y ya no tengo la urgencia de llorar para verme como el cielo.

Porque sé que me veo igual de hermosa que el cielo, y tú ya no tienes que decírmelo.

que de nada vale la pena comprar un suéter si ya es invierno // poemario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora