-No Me Pidas Que Te Espere-

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Había un tiempo donde yo era el león de alguien.

Me llamaba increible como si aquellas nueve letras le bailaran en los labios.

Increíble.

Había un tiempo donde él era mi jirafa y también había un tiempo donde yo tenía un león.

Había un tiempo donde en vez de tomarle la mano a mi jirafa, tomé una silla muy cómoda y decidí esperar a mi león.

Yo le pedí que me esperara. Que me esperara un ratito, que tuviera mi misma paciencia y que si de verdad me quería que jalara una silla comoda de cualquier rincón y que esperara al lado mío.

Y me dijo: Te esperaría más de cien años y aún después seguiría queriéndote.

Hace dos días, con garras y dientes me arranqué a mi león del corazón y me levante de aquella jodida silla porque ni con el mejor cojín puedes estar cómoda si son cinco eternidades las que llevas sentada esperando.

Pero cuando me atreví a vaciar mi alma en dos jarrones y al fin decidí renunciar a mi larga espera, me di cuenta que él ya lo había hecho hace tiempo.

Mi jirafa no era tan ilusa para esperar a su león otros cien años.

Hace tres horas ya que me enseñó unos labios  rojos y rubios rizos.

Dijo: por favor, no me pidas que te espere.

Y no lo hice.

que de nada vale la pena comprar un suéter si ya es invierno // poemario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora