Nacimos con el egoísmo en nuestras almas.
Impregnado con maldad, como un virus que sería activado con cualquier golpe o mal movimiento de nuestro cuerpo.
Como el cáncer.
Mis niveles de egoísmo se elvaron hace dos días cuando me rompieron el corazón.
Estuve obligada a convertirme en una maquina egoísta por un tendón roto y la idea superficial de que algo realmente se rompe cuando te dicen que has llegado demasiado tarde, ya hay alguien más.
Después de que me expusiera ante él y ante todos, me di cuenta de que era hora de pensar un poco en mí de otra forma distinta al amor propio.
Me habian forzado a convertirme en una maquina llena de egoísmo a la que sólo le importaban sus deseos, y lo hice: volví a hablarle a él.
Me gustaba llamarle el hombre perfecto, pues es que no había nada malo en él.
Era guapo, pero no en exceso. Tenía esa belleza que a penas se encontraba. Así es como me gustan: poco comunes. Y él lo era en todos los sentidos.
Veintiún años de sonrisas, joder su sonrisa. Podría hablar horas de ella, esta vez sí lo juro. Era extraña, es lo más extraño de su rostro. Torcida, sólo un poquito. Pero sus labios la enmarcan tan bien que a penas puedes ver los siete defectos de su alegría.
Tambien es un gran artista. Dice que le gusta dibujar el cuerpo humano, desnudo, expuesto, a lapiz con trazo descuidado. Estudiaba ingeniería en diseño gráfico y cuando me reí sobre que era una carrera sin futuro dijo: no cuando eres un buen artista como yo.
Y sí lo era.
También era engreído. No hay nada que me pusiera y encantara más que eso. Y le decía. Y él sabía lo mucho que me gustaba. Siempre respondía: te encanta que te hable así.
Y aún que no me gustaba admitir que tuviera la razón, siempre la tenía.
Discutíamos todo el tiempo, sexo casual nos hubiese gustado llamarlo, pero sin el sexo.
Sin ataduras tampoco, o tal vez sólo un poco.
Me fascinó aquella vez que me llamó bebé. Joder si me había emocionado. Ahí me di cuenta que si le quitabamos a lo nuestro lo casual quedaríamos siendo nada.
Pero cómo me gustó cuando fuimos nada.
La razón por la que me ha gustado llamarle el hombre perfecto es porque tenía todo lo que quería. Una acento, mi favorito: español. Y tenía una voz tan firme que podría hacer que me arrodillara en un segundo, sólo me restaba distancia y uno que otro asunto casual.
Tenía el cabello marrón y unos ojos que no me molestaría nada ver cada mañana, o cada noche que reemplazaran a las estrellas.
Sus manos, ahora no quiero extenderme en todo lo que he pensado con ellas.
No sería apropiado para un poema, o para nosotros, algo casual.
La metamorfosis hacia una máquina egoísta me llevó a ti. A ser débil, otra vez.
Pero para llegar a ti, debía atravesar por ella. Ella era como mayo. Y me gusta hablar en pasado porque estoy segura de que cualquier mierda casual que tu y yo hayamos tenido alguna vez, terminó con aquella chica pelirroja.
Se pone flores en el cabello, su cabello que en el día rubio y en la noche rojizo. Se reía con el aire y bailaba delicadamente en las calles vacías. Era mayo, que unos días hace poquito frío pero otros días crecen las flores y huele a pasto húmedo. Llevaba un vestido blanco con ondas de hippie pacifista pero arriba una chaqueta de cuero como activista rebelde.
Lo que mas la hace irresistible eran las flores blancas en su melena y el humo escapando de sus labios. Y su risa, joder. Que aún no me decido qué es exactamente lo que la hace tan parecida a la magia.
Tomaba de la mano al hombre perfecto mientras caminaban en las calles vacías y de repente lo suelta pues hay una esfera navideña que ha llamado su atención.
Es bajita entonces brinca con alegría para poder tomarla. El se ríe, enamorado y la graba riendo por unos segundos.
¿Qué?, Dice ella con una risita. Él sólo se ríe y para eso ya estoy llorando.
Lo entiendo, de verdad lo hago, entiendo por qué ella y no yo.
Veintiún años de experiencia y tal vez cinco con el cigarrillo, e igual es fascinante. Hasta yo me sentaría por horas a admirarle y no podría aburrirme ni un poquito.
Tal vez yo no debí haberle sumado dos años a mi edad, pero él no sabe de eso.
Tal vez no debí haberme encariñado, pero tampoco sabe de eso.
Aún así, el único defecto que él le encuentra es que vive en otro país.
Es complicado.
Pero es menos casual.
No te ves como de los que tiene algo formal.
Pero es una mentira que digo para convencerme de que soy algo como lo que suele tener.
Soy de los que tienen cosas formales.
Y se rompe algo otra vez. Si es de cosas formales, ¿por qué mierda tengo que ser yo algo casual?
Es sólo que ella vive en otro país.
Y yo también. Pero evito la pregunta, pues esta se contesta sola: ¿qué tiene ella que no tenga yo?
Ah ya. Yo no creo en el amor a distancia.
Pero por él cambiaría todos y cada uno de mis principios. Lo dejaría todo e insistiría en viajar a Italia el verano que viene.
Me lanzo de un paracaídas, dejo qie me entierren viva, dejo la escritura, abandono el internet, me olvido del maquillaje y de mis libros. Pongo en venta toda mi ropa y aquellos zapatos que me gustan mucho. Aprendo a andar en patineta para que lo hagamos juntos o me pongo a tocar guitarra por dinero. Me vuelvo mariposa y me enamoro del té chai, lo que sea si me garantizan que va a quererme como yo lo hago.
Eso es porque te falta mucho que vivir, aún no sabes nada del amor.
Atrévete, de verdad atrévete a decirme semejante disturbio a mí. Tal vez no podré definirte el amor con las palabras bochornosas de un jodido diccionario. Pero sé decirte, y estoy segura, de que cuando algo relacionadl a ti llega a mi vida, mi día ya no es el mismo.
Nunca ha latido mi corazón más rápido que cuando me llamas por apodos.
Y nunca me ha dolido tanto como cuando me dijiste que ella era tu novia.
Exploté un poquito. No sé mucho de esa chica Beleen, así con doble e; y no sé como mierda le guste a ella que le trates, pero yo odio, ODIO, que me tomes por alguien tan iluso como un jodido bebé.
Puta madre. Me caga que me trates como un bebé. No soy un puto bebé, ¿no entiendes?
Pero no, nunca entiendes.
Sí lo eres😘
Y aquí me tienes otra vez. Enrollada entre tus dedos cuando a la única que quieres cerca es a ella.
Tal vez debí haberte dado espacio, o tener un nombre con dos letras de la misma. Danieela.
O tal vez debí haber nacido pelirroja o con un acento gallego, tío.
Tal vez no debí haberme encariñado, haberte amado tanto.
Tal vez debí ser menos diciembre y haber sido más como mayo.
Más como eella.
Ella es mayo y ahora lo entiendo todo.
Sin rastro de culpa, que yo también la hubiese elegido a ella.
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que de nada vale la pena comprar un suéter si ya es invierno // poemario.
Poetryun poemario sin poemas de verdad. dan; 31.10.15 27/04/17 #442 en poesía 11/06/17 #105 en poesía