La esponja de mar.

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4 de septiembre de 1999


Ayer por la noche no fui a trabajar porque me vino la regla. Estaba fatal, y me quedé en


la cama todo el día.


A eso de las once de la mañana, recibí una llamada de Cristina, la dueña, que quería


saber cómo me encontraba y también organizar la salida con el fotógrafo para hacer mi book.


-Mareada, Cristina. No muy bien, la verdad. Voy a estar así unos seis días.


-¿Unos seis días? -exclamó-. ¿Tanto te dura la regla?


-Sí, desgraciadamente. Pero creo que dentro de unos tres días, podremos hacer las


fotos.


-Bueno. Hablé con el fotógrafo. Quería ir a la Costa Brava. Esa zona es muy bonita y


podríamos hacer unas fotos muy elegantes, ¿qué tal?


-Fantástico.


-Hay que salir temprano, sobre las seis, para aprovechar la luz.


-Entiendo. Las seis es un poco pronto, pero me parece bien de todas formas. Quiero


hacer ya esas fotos.-¿Por qué no te pasas esta tarde, organizamos el día de la salida y hablamos del


vestuario que tendrías que llevarte? Yo estaré en la casa sobre las cuatro de la tarde.


-OK! Nos vemos esta tarde, entonces. Cuando llego por la tarde, hay más chicas de lo


habitual. Todas están en el salón, como de costumbre, mirando un culebrón por televisión. Allí


está Cindy, la chica portuguesa, con un palito de incienso de canela girando por toda la


habitación.


-A canela atrae o dinero -me dice cuando ve que la miro atónita-. Luego, iré a cocina


y pasaré a canela alrededor do teléfono. Para que os clientes llamen.


Parece seria cuando me va dando todas estas explicaciones. Me pongo a reír, sin darle


más importancia, y me paro en seco, cuando veo a una chica rubia salir del cuarto de baño.


Parece una muñeca Barbie, con la misma melena rubia larga, una camiseta ceñida que aprieta


su pecho enorme de silicona, que hace juego con una boca del mismo material, extremada-


mente carnosa. Aquella mujer parece que se va a ahogar de tanto pecho. Sus ojos no tienen


expresión, están estiradísimos, y hasta llego a pensar que su cirujano se ha pasado un poco. Es


pequeñísima, pero toda redondeces, muy bien puestas en su sitio. ¿Cómo puede existir tal bar-


baridad? Me mira, pero no me saluda. Se va a sentar directamente al lado de Isa, quien está


probando un lápiz de labios delante de un pequeño espejo de bolsillo. Entiendo enseguida que


son amigas y por eso la Barbie me tiene rencor, incluso antes de conocerme personalmente. Isa


se ha encargado seguramente ya de ponerla en contra mía.


Cristina sale de la cocina y me llama.


-Ven, aquí estaremos mejor para hablar -me dice, alegre.

Diario de una ninfomana- Valerie TassoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora