intercambios.

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25 de noviembre de 1999


Siete de la tarde.


Hoy, ni huella de Giovanni. Me prometió que vendría y que pasaríamos toda la noche


juntos. Pero Susana no me ha llamado para avisarme de que tengo la noche reservada. He


estado muy nerviosa todo el día, y he tenido el sentimiento familiar de haber sido engañada porsegunda vez en mi vida. He intentado dormir un poco, para olvidar, pero no he podido pegar


ojo. Así que me he ido al gimnasio para desahogarme. Evidentemente, me he llevado el móvil,


por si llama en el último minuto. En lo más profundo de mí, no pierdo la esperanza de volver a


ver al italiano que ha robado mi corazón.


Nueve y cuarto de la noche.


Ya llevo una hora levantando pesas e insultando mentalmente a todos los hombres de la


tierra, cuando tiene lugar la tan esperada llamada de este mes de noviembre.


-Te recuerdo que, a las once, tienes que estar en el hotel Hilton.


-¿Cómo que «te recuerdo»? ¡Susana, ni siquiera lo sabía hasta ahora!


-Bueno, pues ya lo sabes -me dice, un poco perpleja-. Mae y tú vais con los italianos


a pasar toda la noche. ¡Alégrate!, cariño, es más dinero para ti.


Ya es tarde y tengo poco tiempo. Corro hasta mi casa, todavía con el chándal puesto y


me meto rápidamente en la ducha. La rabia que he sentido todo el día ha dejado sitio a la


alegría, así que he optado por no pelearme más con Susana por su aviso tardío.


Desgraciadamente, no dispongo de mucho tiempo para ponerme coqueta y probar varios


modelitos así que tengo que escoger lo primero que me cae encima, a saber, un conjunto de


noche negro y un abrigo de cachemira. Tengo que pasar primero a recoger a Mae y le pido al


taxista que nos espere. Subo las escaleras de cuatro en cuatro. Mae está divina de la muerte y


deduzco que ha sido avisada mucho antes que yo, porque hasta ha tenido tiempo de ir a la


peluquería.


Susana me está esperando con el papelito donde están indicadas las habitaciones del


hotel y descubro con horror lo siguiente:


Val y Alessandro, habitación 624. Mae y Giovanni, habitación 620.


No puedo dar crédito a lo que estoy leyendo.


-¡Creo que hay un error! -le advierto inmediatamente a Susana.


-¿Un error? ¿Dónde?


-¡En los nombres! Has repartido mal. Es al revés, ¿no?


Mae me está mirando desafiante y suelta, irónica:


-Pues se ve que quieren cambiar. A mí ya me tocó Alessandro la última vez. Ahora es


todo tuyo. Además, no me gustaba. El otro parece mejor en la cama. ¡Ya te contaré cómo ha


ido la noche!


Tengo que contenerme para no saltarle encima y arrancarle el pelo. No me lo puedo


creer. ¿Cómo se puede ser tan cruel, cómo ha podido ese hombre hacerme creer que le

Diario de una ninfomana- Valerie TassoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora