8 de diciembre de 1999
Desde el día en que le dejé mi teléfono a Giovanni, hemos empezado a comunicarnos. Al
principio, él comenzó a llamarme una vez a la semana, pero luego no hemos podido pasar un
solo día sin escuchar la voz del otro. Yo sigo en la casa, trabajando, y cuando Giovanni me
llama y estoy desconectada, entiende enseguida lo que estoy haciendo. Hasta ahora no me ha
dicho nada ni me ha hecho reproches. Pero sé que no le gusta. Una vez, le oí reprimir unas
lágrimas.
No le he contado mi vida, tampoco me ha preguntado nada al respecto. Por respeto,
tampoco le he hecho preguntas sobre su situación.
Hoy, Giovanni me ha llamado para saber si, a mitad de mes, puedo tomarme unos días
para irme de viaje con él. Tiene que cerrar un contrato, y quiere que le acompañe. Encontrar
una excusa para ausentarme varios días seguidos de la casa no va a ser fácil. Sobre todo,
porque Mae ya ha dejado caer a Cristina que entre el italiano y yo ha notado mucha química. Ysospecha que le he dado mi teléfono. Está claramente celosa, y creo que se ha puesto a contar
más historias sobre mí que no son ciertas. El ambiente está cada día más tenso y Manolo ha
comenzado a controlarme de una forma exagerada. Incluso, cuando mis clientes habituales
llaman, intenta colocar a otra chica explicando que yo no estoy. Con eso pretende que las
chicas vayan sonsacándoles información. Yo, la verdad, no siento que haya hecho algo malo.
Así que tengo que inventarme una excusa para poder irme tranquilamente de viaje con
Giovanni. Voy a fingir una gripe intestinal de caballo para conseguir salir de la casa.
12 de diciembre de 1999
Odesa es una ciudad de Ucrania que se encuentra al borde del mar Negro. Giovanni y yo
hemos llegado aquí acompañados por un traductor oficial, amigo íntimo de Giovanni, quien nos
ha encontrado alojamiento en una de las dachas dentro de un antiguo centro de vacaciones
soviético.
La tarde está siendo muy fría. Una gaviota se acerca a la ventana. Nunca jamás he visto
a una gaviota de cerca. Se pone sobre el balcón y nos mira, prepotente, mientras hacemos el
amor contra la cómoda de la habitación. Yo también la estoy observando. De vez en cuando, se
come con los ojos el pan tostado que nos ha preparado Boris, con un poco de caviar al lado.
Pero sigue inmóvil, respetuosa ante lo que está viendo. En estos momentos, intento imaginarme
cómo hacen el amor las gaviotas y si el pico les sirve para algún ritual previo.
Luego, Giovanni me pregunta por qué me estoy quedando tan quieta y si sigue allí la
gaviota.
-Nos está observando.
Giovanni se pone a chillar.