Narrador: Erik Fritz
Todo ocurrió demasiado rápido. Sus delicadas manos rodearon mi cuello. Eran tan finas, tan calurosas que desprendían confianza y seguridad. Se parecían tanto a las de Astrid... pero no era ella. Pude notar una presencia instalada en mi cuerpo. Ese aroma que tanto me embriagaba, que tanto extrañaba inundó mis fosas nasales. Ella estaba ahí pero... era imposible. Astrid estaba en Lille, cuidando y salvando vidas. Al recordarla, instintivamente alejé a Eléonore de mi cuerpo. No podía traicionar a Astrid. Ella era la razón por la que seguía vivo. Su corazón tan bondadoso y la alegría con la que ayudaba a los demás, hacía que mi amor por ella incrementara día a día. Eléonore frunció el ceño cuando la despegué de mi cuerpo y su rostro mostraba confusión.
—Es por Astrid ¿verdad? Por eso no me quieres a tu lado Erik— las lágrimas que estaban en sus ojos amenazaban con salir.
—Eléonore, no te puedo amar aunque lo intente. Mi corazón siempre será de ella. No puedo negar que me pareces una joven atractiva pero...— no me permitió finalizar.
—Pero no soy ella ¿no? Erik yo te quiero. Cada mañana, cuando despierto, lo primero que hago es pensar en ti, en tu sonrisa, en tus ojos... ¡No te das cuenta que me arriesgo al amarte! ¡Eres un maldito nazi y yo soy una francesa! ¡¿Sabes lo que me harán cuando ya no lo pueda ocultar?!
No puedo describir el manojo de sentimientos que inundaban mi alma cuando me refirió aquellas tristes palabras. Estaba hastiado de tanto sufrimiento y dolor. Lo único que deseaba era estar junto a Astrid, mi Astrid. No puedo permitir que todo lo que he construido junto a ella se desmorone por un simple capricho del destino. La amo y por siempre lo haré puesto que ella es mi sol y mi luna, mi cielo y mi tierra y lo más importante, da sentido a mi vida. Esta locura tenía que parar.
Salí del jardín y caminé hasta llegar a la acera donde acerté a ver la silueta de una joven con un hermoso vestido rojo que remarcaba unas definidas caderas. Era ella, Astrid, estaba llorando. Sin dudarlo, me acerqué con paso decidido mientras mi mente se debatía entre correr a su lado lo más rápido que podía o serenarme para dar una explicación sobre lo ocurrido. ¿Es posible que nos hubiera visto? ¿Por que me sentía como si la hubiera traicionado? Pronuncie lo más alto que pude su nombre pero ella, sencillamente, bajo su mirada.
—Astrid, permíteme explicarme. Es un malentendido. Yo te...
—¡Cállate! No te atrevas a decir que me quieres porque es mentira. No estaba buscando un amor perfecto Erik, solo quería que fuera sincero pero, desde hoy, eres un completo desconocido para mí. ¿Qué ha habido realmente entre nosotros? Ya ni siquiera sé si ha habido algo de amor. Estos tiempos de guerra lo destruyen todo, incluso el amor más puro, si es que alguno vez lo hubo. Es afortunada esa joven francesita. Discúlpame si he interrumpido vuestro momento de felicidad pero, no te preocupes porque no me entrometeré. No volveré a toparme contigo y por mi parte, quedas libre de todo compromiso. Te deseo lo mejor Erik—.Sus palabras me hirieron en lo más profundo de mi corazón. Se estaba despidiendo de mí, me abandonaba.
Se dio la vuelta dirigiéndose con paso rápido y seguro hacia un vehículo oficial aparcado a la entrada. Ni siquiera volvió la cabeza y eso significaba que la decisión era muy firme.
El ruido del motor del coche se iba alejando y en él mi fuerza, la que Astrid me daba. Sin ella ya no iba a sentirme igual y lo peor es que no me había permitido explicarme, decirle —Te amo...— esas fueron las últimas palabras que mis propios oídos acertaron a escuchar.
Nota de autora:
¡Hola! Lo primero, quería pedir disculpas por haber tardado en publicar. Durante un par de semanas voy a estar liada con exámenes así que no podré actualizar. Espero que no borréis las historias de la biblioteca. Lo segundo, ¡LA PAREJA HA ROTO! Pero aquí no acaba todo. A nuestros protagonistas les esperan un montón de sorpresas. Espero que disfrutéis de capítulo.
Astrid en multimedia
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Mi Gran Guerra
Historical FictionAstrid von der Sichel es una muchacha hermosa, fría, calculadora y muy inteligente. La joven ama la medicina, por ello, decide alistarse al ejército como enfermera. Sin embargo, todo cambia cuando conoce al teniente alemán de infantería, Erik Fritz...