CAPÍTULO 18

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Miércoles 15 de marzo 1945

Berlín se estaba preparando para un ataque inminente de las tropas soviéticas. El recién nombrado comandante del Grupo de Ejércitos Vístula, el General Gotthard Heinrici, vaticinaba que el grueso de las tropas soviéticas atravesaría el río Oder atacando Berlín por el Este y por el Sur. Las agotadas, mal equipadas y desorganizadas divisiones de la Wehrmacht y las Waffen-SS así como voluntarios extranjeros de las SS, Juventudes Hitlerianas y las milicias del Volkssturm trataban de prepararse para defender a Alemania de un ataque enemigo donde los combates ya no se iban a librar en los campos de batalla sino que serían cuerpo a cuerpo y casa por casa. La guerra se decidía en Berlín. Desde 1944, los problemas de abastecimiento de materias primas de combustibles y de munición además de la pérdida de Silesia, llevó al Ministro de Armamentos Albert Speer a reconocer que la Alemania había perdido la guerra. Pese a ello, las tropas alemanas destacadas en el frente oriental luchaban con fiereza y determinación. Alemania no iba a dejar de luchar hasta que cayera el último de sus hombres.

Berlín ya no era como la recordaba. Los grandes ejes de avenidas como Frankfurter al este, la avenida Sonnen, las afueras del distrito de Charlottenburg o los suburbios de Treptow, Zehlendorc, Reinickendorf estaban completamente destruidos, arrasados. La población se refugiaba en los sótanos de edificios, en las estaciones y túneles del metro, retrocediendo a la zona de los edificios gubernamentales como si estos fueran a ofrecerles una mayor protección y seguridad. Niños y ancianos ataviados con uniformes alemanes intentaban ser soldados aunque su fusil se había sustituido por una expresión de miedo en sus ojos.

Me dirigía caminando hacia el OKH y por un momento me olvidé de cual era mi objetivo. A mi llegada al edificio, un soldado me detuvo a fin de conocer el motivo de mi visita. Titubeando y bastante nerviosa le mostré mi identificación como enfermera del ejercito alemán y solicité una reunión con el Comandante Erik Fritz. El soldado me informó que al no tratarse de una visita oficial, no podía ser atendida ni recibida por el Comandante pero, supuso que no era un motivo oficial lo que me había llevado hasta allí. Con gran amabilidad y comprensión, el soldado me hizo saber que el Comandante solía salir hacía la Cancillería del Reich para llevar documentación y despachos sobre las cinco de la tarde y, mirando su reloj, tan solo faltaban diez minutos para la hora.

         

Un coche oficial, con cierta prisa, se acercó hacia las vallas de seguridad para abandonar el edificio. Como si se tratara de una intuición, giré instintivamente la cabeza para tratar de identificar al ocupante. El guardia levantó las barreras a fin de agilizar la salida, acelerando el motor. Habiendo avanzado escasos metros, el vehículo repentinamente se detuvo. Las manos me temblaban y mi cuerpo lo sentía agarrotado. La puerta trasera se abrió apeándose un oficial que con paso rápido se encaminaba hacia mí.

-¿Es mi imaginación o realmente eres tú Astrid?

Nota de autora: 

¡Hola! (otra vez). Bueno, ¿a qué no os esperabais dos capítulos en un día? Esto es para compensar mi falta durante estas semanas. Espero que los hayáis disfrutado y ahí una foto del sensual Erik en multimedia.

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Esmeralda❤️

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