Un giro inesperado

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*llamada telefónica*

- ¿Señorita Miller?

- Si, con ella ¿con quién hablo?

- Señorita Miller la llamamos del pueblo Bibury en Gloucestershire para informarle el fallecimiento de su abuela la señora Charlotte Miller, deberá recoger los papeles de defunción en el distrito de Cotswold, la ceremonia de velación se llevara a cabo el día 6 de abril en la parroquia civil de Bibury, también nos informan que en el debido testamento la señora Charlotte estipulo que usted pasara a ser la propietaria de los terrenos correspondientes, este traspaso se realizara el 10 de abril en el distrito de Cotswold. Lamentamos su perdida.

- silencio -

- ¿Señorita Miller me escucha?

*Fin de la llamada telefónica*

Un semana después...

Trate de sacar esa llamada de mi mente para siempre, pero aunque lo intente un millón de veces no llegue a hacerlo. La realidad siempre regresaba a mí de la forma más cruel y dolorosa.
Después de esa llamada me desmaye no solo por la noticia que acababa de recibir sino por la crueldad con la que esa señora me la dio. No le costaba nada tener un poco más de sensibilidad, al fin y al cabo me estaba informando la muerte de mi abuela. Pero no, tenía que decírmelo como si me estuviese haciendo un favor, con toda la frialdad del caso.
Luego de despertarme mi vida dio un vuelco total, pues ya no sería la misma estudiante de psicología en Cambridge, sin responsabilidades, sin preocupaciones. No, ahora tendría que lidiar con el hecho de que la mujer que me crío había muerto, y que me había dejado una casa con el vivo recuerdo de sus últimos días de soledad, muriendo lentamente mientras yo tenía la vida que cualquier adolescente había soñado.
En pocas palabras mi vida ya nunca sería igual, y eso me quedo bastante claro desde la semana pasada en la cual tuve que viajar a Bibury y realizar toda clase de papeleos para la cremación, el velorio y el traspaso de la casa de mi abuela que desde el 10 de abril es mía.

-Son dos libras - exclamo la camarera mientras me entregaba mi latte.

- Gracias, quédate con el cambio.

Salí del café de la Paix, mi café favorito en Bibury y comencé a caminar a la casa de mi abuela mientras lentamente me perdía en mis pensamientos que durante la última semana siempre llegaban al mismo punto. La muerte de mi abuela.
Nunca llegue a conocer un alma tan pura como la de mi abuela que a pesar de crecer sin una madre y perder a su única hija vivió su vida hasta el último instante y me enseñó a vivir, me enseñó a apreciar los pequeños detalles de la vida esos que para la mayoría son insignificantes vendrían siendo los que le han dado una razón a mi vida.
Sin darme cuenta llegue a la casa de mi abuela, era tal como la recordaba. Una fachada en piedra café, techos coloniales y ventanas en madera al igual que la pequeña puerta de la entrada que crujía anunciando que alguien había entrado. El interior era igualmente acogedor, la casa era mediana, era de un piso y tenia un ático donde estaba mi cuarto, en la entrada estaba la sala comedor bastante grande tallada en madera, al lado del comedor estaba la cocina y muy cerca de ella el cuarto de mi abuela. Al otro lado estaba la escalera que se bajaba para subir al ático, otro cuarto y al final del pasillo la puerta que comunicaba al huerto, sin duda amaba ese lugar, era un típico huerto con verduras, frutas, y algunas flores, la única diferencia era la paz que sentía al estar allí. Era como si nadie me pudiese hacer daño, podía pensar, llorar, reír y recordar todo lo que quisiera, nadie me podía juzgar allí, cuando entraba era solo mi abuela y yo, nadie más.
Recorrí la casa por algunos minutos, subí al ático y luego me decidí a lo más difícil entrar al cuarto de mi abuela.
Todo estaba tal cual lo recordaba, una cama doble con cobijas en lana, una mesita de noche con una foto mía, otra de mi abuela, mi abuelo y yo, un escapulario con una imagen de Jesús, y sus gafas. También había un gran mueble donde estaba su ropa y el televisor, y en una esquina un gran baúl de madera tallado a mano que había sido regalo de mi abuelo por su aniversario 50 un año antes de su muerte.
Me senté y abrí el baúl, mi corazón se hundió, había un álbum de fotos mías, de mi mamá, de mi abuelo, de ella y de su abuelo, estaban mis muñecas, un oso de peluche, mi ropa de bebé, estampillas fotografías de los lugares que ella había visitado, cartas mías, cartas de mi abuelo y en el fondo del baúl una carta cuyo sobre tenia escrito a mano y con una bella letra "leila" y decía:

"mi princesa, sé que te prometí vivir hasta los 200 años pero esta vez no lo logre, pero recuerda algo aunque físicamente ya no este, quiero que sepas que estuve, estoy y estaré siempre a tu lado.
Eres una niña inteligente fuerte y hermosa, y podrás superar cualquier obstáculo que la vida te ponga, tienes la capacidad de ver más allá de lo superficial, no lo desaproveches.
Ama, vive, sueña.
Con amor la abuela"

Las lágrimas comenzaron a salir solas, no las pude detener, solo me recosté sobre su cama y llore, llore por ella, por mí, por todo, solo llore hasta quedarme dormida.
Cuando me desperté salí de la casa y comencé a caminar colina arriba, estaba tratando de procesar todo lo ocurrido cuando me encontré con una casa abandonada en medio de dos grandes árboles, era pequeña, en cemento con la pintura desgastada por el tiempo, con techos coloniales cubiertos de moho, las ventanas eran en madera, estas agrietadas y tenía algunos vidrios rotos y rechinaban con el paso del viento, la casa ya era parte del entorno ciertamente tenía un aire a la casa de mi abuela solo que causaba terror al verla, la piel se me puso de gallina, pero la intriga me dominó y camine hacia ella. En ese momento no hacía uso de razón, solo volví a ser una niña, tenía curiosidad de investigar.
Cuando estuve lo suficientemente cerca y logre ver el interior a través de la ventana divise una mecedora en madera que se encontraba en movimiento. Se me heló la sangre los próximos suceso fueron tan rápidos como inexplicables luego de ver esto sentí una respiración profunda en mi nuca, y unas palabras que nunca olvidare "corre" pronunciadas con un miedo más grande que el que yo tenía en ese momento, cuando logre retomar el control de mi cuerpo hice lo que esa voz de niña me ordenaba corrí, pero mientras corría vi la silueta ensangrentada de una niña que emitía un grito de muerte inexplicable, era absurdo el dolor con el que grito y de pronto choque con un árbol y comencé a rodar colina abajo y me desmaye al impacto con una roca.
Desde allí todo es confuso, solo recuerdo haberme despertado en medio de unos hermosos ojos azules que me miraban con preocupación.

El diario de lizzieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora