LXXVI

69 8 0
                                    


Caía sin control por un pozo frío y oscuro, las cosas se arremolinaban a mi alrededor, cayendo conmigo o luchando contra la gravedad y subiendo a mi lado sin ningún sentido. Estaba perdida y confusa, intentando coger cualquier cosa que me pudiera sostener. Relojes, pianos, libros y mesas caían o subían haciendo un laberinto imposible de franquear sin sufrir. Me choqué con más de un objeto antes de acabar de caer con una fuerza superior a la que un meteorito haría sobre mí. Atontada desperté sobre los ruidosos muelles de una cama que había amortiguado mi fatálica y descontrolada caída.

Me intenté incorporar torpemente, tropezando con mis propios pies. Mis ropas estaban rasgadas y bañadas en sangre y barro. Me quedé sentada en la cama observando mi situación cuando de pronto una pequeña bola blanca apareció, un conejo, corriendo de un lado a otro en la oscura habitación. Me levanté a tientas luchando contra el dolor. Lo seguí pero en unos segundos se perdió y me vi sola de nuevo en otra extraña habitación. Diez puertas recubrían las paredes, todas cerradas y yo no sabía de cual venía. Intenté abrirlas todas, en un vano intento. Y tras esperar unos segundos una mesa apareció en el centro de toda la sala. Me acerqué a esta, admirando sus patas doradas y su cristal reluciente, sobre el que se posaba una pequeña copa con una nota que ponía "Bébeme". Y como tonta lo bebí para después sentirme perdida y confusa, y al suelo caer.

Volví a despertar, pero no en una cama de muelles ruidosos, esta vez mi cuerpo entero iba dando tumbos contra el suelo ya que dos enanos de grandes cabezas me arrastraban tirando de mis piernas.

-Perdonad, pero, ¿quiénes sois?

-¿Nosotros? -dijeron a la vez

-Yo soy Tararí y él es Tarará

-¡No! Yo soy Tararí

-Tú eres Tarará

Los dos enanos de grandes cabezas y camisas de rallas negras se pusieron a pelear dejando mis piernas sueltas y dándome una oportulidad de escapar. Así que me levanté rápidamente dejándolos atrás.

Estaba rodeada de árboles negros y marchitos llenos de flechas que señalaban todos los lugares. Miré a todas partes, pero no veía forma clara de escapar. De pronto comencé a correr.

-¿A dónde crees que vas? -dijo una voz a mi lado

-¿Quién eres?

-Soy yo- Un humo denso empezó a inhundar el lugar

-Eso no me da mucha información

-Te equivocas niña estúpida, eso te da toda la información que necesitas saber sobre esa pregunta.

-Muy bien, pues preguntaré otra cosa. ¿Dónde estás?

-A tu lado.

Me giré buscándolo, y entre hojas marchitas ví un poco de uno salir. Quité con cuidado las hojas haciéndo que se rompieran bajo mis dedos.

-¿Quieres? Te sentará bien

-Pero, ¿eso qué es?

No podía verle, pero estaba claro que era un personaje aún más pequeño que los dos gemelos. Una diminuta mano me tendió una pipa de la que probé calada y me sentí extraña y perdida.

Oí una voz reir y volví por el camino del que vine, encontrándome de nuevo a los dos enanos aún peleando, pero sus camisas ya no eran de rallas negras si no de multiples colores bailarines. Y la voz que reía ya no se escuchaba tan lejana si no más bien al lado mía.

-Hola

-¿Dónde estás?

-Detrás tuya

-No te veo

-Eso es porque soy invisible

De pronto una boca sonriente apareció ante mí, y poco a poco unos ojos amarillos acompañaron a la boca flotante, hasta acabar de colorear a un gato parlanchín.

-Tu no eres Alicia

-No, no lo soy

-Entonces no deberías estar aquí

-Pues dime como salir

-Mmm

El gato dio vueltas y vueltas a mi alrededor mareandome.

-Dimelo por favor.

-Esta bien, debes ir a ver al sombrerero loco

-Bien.. y ¿cómo lo encuentro?

-Si me tienes que preguntar como encontrarlo nunca lo encontrarás, solo los locos conocen el lugar

El gato había desaparecido.

-Pero yo no estoy loca

-Todos lo estamos... -dijo un susurro invisible

Comencé a marearme perdidamente, cayendo en un sueño profundo, lleno de voces extrañas y sonrisas tapadas por cortinas de humo. Cuando me fui a despertar unos grandes ojos me miraban fijamente.

-Oh, por fin, pensé que habías muerto. Y haber que hago yo a estar horas con un cadáver.

-Pues.. yo..

-¿No sabes hablar? claro, claro..

-No, yo si se hablar

-Wow, que sorpresa

-Espera

-¿A qué?

Me fijé en su atuendo lleno de colores manchados de sangre, y un sombrero rasgado.

-Tú.. eres el sombrerero loco

-No, yo no estoy loco, los locos son el resto. -dijo tirando de sus ropas y su pelo- ¿Quieres una taza de té?

-Ehm, no gracias. ¿Me puedes decir como volver a casa?

-No, nadie se va de aquí.

-Pero..

-Pero nada, bébete el té

-Yo..

De pronto unas pequeñas manos me cogieron de manos y piernas. El sombrerero me miraba con los ojos muy abiertos y pusó el té en mis labios obligándome a beber. Y poco a poco me dormí para no volver a vivir.


RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora