LXXXV

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Esas palabras deben ser susurradas al oído, deben ser dichas de corazón. Amantes, amados, deseosos de pasión. Palabras que vuelan entre besos y caricias, perdiéndose entre las sábanas, empañando las ventanas.

Se fundieron en miradas, en besos y palabras que suplicaban un mundo para ellas dos.

No les importaba lo que dijeran, por un momento podían ser ellas dos, queriéndose, amándose, sintiendo la felicidad que en mucho tiempo no habían logrado alcanzar.

Y así siguieron eternamente en sus sueños bailando, cantando, jugando y susurrando esas palabras que a ambas mataban.


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