Sentí una mano fría en la frente. Los párpados me pesaban y a duras penas podía moverme.
-¡Que alguien traiga a un médico!- escuché la alarmante voz de una chica.
De pronto, empecé a toser descontroladamente de la nada. Mi cuerpo botaba, provocándome nauseas. Aún no había conseguido abrir del todo los ojos, y cada parpadeo, era una imagen borrosa de lo que ocurría a mi alrededor.
-¡Apartad!- esta vez habló una voz que me resultó un tanto familiar. Una voz autoritaria, pero con un tono de dulzura que le quitaba algo de seriedad.
A continuación, sentí que alguien me cogía en brazos y me transportaba cruzando pasillos y bajando escaleras. Cuando por fin conseguí abrir completamente los ojos, divisando así el rostro de un chico rubio de tez pálida, una luz cegadora me obligó a volver a cerrarlos con fuerza.
-¿Dónde estoy?- dije con voz ronca. Tenía la garganta sequísima.
-En Sylum- me respondió con la respiración agitada.
Sus brazos agarraban con fuerza mi cuerpo, pegándome contra su abdomen firmemente.
-¿Lo hemos conseguido?- pregunté en un susurro intentando abrir los ojos sin éxito.
-Sí, lo hemos conseguido.
Aquellas palabras consiguieron arrancarme una débil sonrisa. Dejé que mi cabeza se apoyase en su pecho y me di por vencida en aquella lucha por intentar abrir los ojos.
-Athenea, quédate conmigo, Athenea...- fue lo último que escuché antes de dejar que el sueño se apoderara de nuevo de mí.
-Tres de cincuenta. Podría haber sido peor, supongo.- Respiré hondo. El aire era frío. Demasiado. Podría decir incluso, que me hizo hasta daño en los pulmones. -¿Cree que se despertará?
-Debería hacerlo dentro de poco. No ha sufrido daños graves. El aterrizaje ha sido algo brusco, pero...
Mientras aquellas voces seguían charlando, giré la cabeza hacia los lados. Estaba todo muy oscuro. Una cálida luz que provenía desde algún lugar algo alejado de mí, era lo único que alumbraba aquel espacio en el que me encontraba. Estaba en una especie de cabaña hecha enteramente de madera. Jamás había visto nada igual. Pero, exactamente, ¿dónde me encontraba? Desde luego, no dentro de la nave espacial. Un borroso recuerdo me vino a la mente. En él, el capitán Collins, me decía que habíamos llegado a nuestro destino: Sylum. Aunque no sabía a ciencia cierta si aquello había ocurrido de verdad o simplemente había sido un sueño.
Sentí un cosquilleo en la nariz, y sin poder evitarlo, estornudé sonoramente. En un abrir y cerrar de ojos, dos personas aparecieron ante mí.
-Hola, Athenea. Mi nombre es Olivia Fault, y soy médica- se presentó la mujer de pelo oscuro y ojos negros que se escondían tras el reflejo de los cristales de unas gafas. -¿Cómo te encuentras?
-Em...bien, supongo- respondí algo confusa.
La mujer dejó a la vista una pequeña y dulce sonrisa. Alzó la mano en aire y la acercó a mi frente para tomarme la temperatura.
-Ya no tiene fiebre- dijo girándose hacia atrás.
Tras ella, divisé un cuerpo masculino. Deslicé mi mirada desde sus piernas, envueltas en un pantalón negro caqui, pasando por su abdomen, que estaba cubierto por una camiseta de pico y mangas largas de color gris ajustada a su cuerpo, hasta llegar a su rostro de semblante serio. Sus azules ojos estaban fijos en mí. Era el capitán Collins.
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Destino: Sylum
Ficção CientíficaEl descubrimiento de un planeta idéntico al que conocemos hoy en día como La Tierra, nuestro hogar, brindará una nueva oportunidad a la humanidad para volver a empezar de cero: sin contaminación, sin suplementos alimenticios ni radiación. Athenea es...