Capítulo 7: La llave.

1.4K 121 70
                                    



Podría decirse que acababa de culpar al hijo de la señora Filstzgeran casi sin querer. Había sido como un puro acto reflejo. Como cuando lanzan una pelota hacia ti y cierras los ojos inconscientemente al mismo tiempo que alzas las manos para protegerte. Aún no había asimilado el hecho de que había cargado al tal Walter con la culpa de algo que ni siquiera había hecho. Seguía con la mirada perdida en su fotografía, sin poder creerlo. La imagen del chico en la hoguera cruzó mi mente como una estrella fugaz. Sus clarísimos ojos aguamarina clavados en mí, su cobrizo pelo de pequeñas ondas iluminado por las llamas del fuego... El bello de todo el cuerpo se me erizó. Estaba segura de que el sabía quién era; por eso me había estado mirando. Pero, ¿con qué intención? ¿Qué estaría pasando por su mente en aquellos momentos? El portazo a mis espaldas explotó violentamente la burbuja de mis pensamientos.

Pasé la mirada por la estancia aún con ese aura de confusión a mi alrededor que parecía no querer disiparse.

Sólo quedábamos el capitán Collins y yo.

Como si de pronto mi cuerpo por fin fuese capaz de reaccionar, cogí la mochila, que descansaba en la entrada e hice ademán de abrir la puerta para escabullirme cuando Collins decidió pararme los pies.

-No tan rápido, Malarkey- sus palabras retumbaron en la cabaña, graves, autoritarias. Estaba a punto de caerme una buena. Quizás mi intento de excusa creíble para tapar la mentira de Arthur hubiese colado para sus ayudantes, pero estaba segura de que él no se había tragado ni una sola palabra.

Apreté los labios y giré lentamente sobre mis talones. La penetrante mirada del capitán Collins me dejó helada. En el momento justo en el que abrí la boca para darme por vencida y contarle toda la verdad, éste, para mi sorpresa, agachó la vista al suelo.

-Tengo que pedirte disculpas- soltó de pronto. El asombro no cabía en mí. ¿Disculpas? ¿Él? ¿A mí? ¿De qué narices estaba hablando? ¿Qué me había perdido? Como si hubiese leído mis pensamientos, añadió: -Desde el momento en el que pisasteis esta tierra, todos pasasteis a estar bajo mi cargo. Es mi deber protegeros y asegurarme de que no corréis ningún peligro mientras yo esté al mando- Aunque él intentase ocultar el tono de frustración que calaban sus palabras, era obvio que se sentía culpable por habérsele escapado este pequeño incidente que ni siquiera había ocurrido. Lo que me hizo sentir peor por lo que estaba haciendo. –Debí haber estado más pendiente de ti, Athenea, y más aún cuando tu salud ha peligrado varias veces desde que llegamos aquí.

-No- le interrumpí yo con tono calmado. No quería que él cargase con la culpa de la estupidez que habían cometido Arthur y Sophie. –Yo...debí obedecer tus órdenes.

El joven me miró serio. Sabía que aquellas palabras habían conseguido hacerle sentir un poco menos responsable, pero también sabía, que simplemente por su forma de ser, no dejaría que la culpa recayese sobre alguien más. Apretó la mandíbula con fuerza y desvió sus claros ojos hacia el montón de hojas que descansaban en su escritorio. Las copiló en silencio y se puso en pie.

-Toma- dijo metiéndose una mano en el bolsillo trasero de su pantalón de camuflaje para después mostrarme un objeto de metal brillante. -Tu cabaña ya está terminada.

Miré primero la llave, y seguidamente al capitán Collins. Habían sido rápidos construyéndola. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. De algún modo, sentía que me estaba invitando a alejarme de él. Bueno, más bien, me estaba obligando. Viendo que no la tomaba, la agitó con sutileza en el aire. Titubeé un poco, pero acabé estirando la mano hacia la pequeña pieza metálica para cogerla entre mis dedos.

-Gracias- dije con un hilillo de voz.

Collins esbozó una débil sonrisa que desapareció tan pronto se dibujó en su rostro. Se dio media vuelta hacia su escritorio y guardó todas las carpetas que había sobre él en el mueble archivador.

Destino: SylumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora