Veinte minutos antes de la hora acordada, allí me encontraba, en una pequeña sala de espera a la que me había enviado la señora (bastante gruñona y de pocas palabras) de recepción. Habían llamado a un señor bigotudo antes de mí, y llevaba ya un buen rato dentro. Ahora, me encontraba sola en aquel minúsculo espacio lleno de sillas y revistas. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Las manos me sudaban y no podía dejar de mover la pierna derecha. Además, allí dentro hacía un calor terrible, y la camisa blanca que me había obligado a ponerme mi madre, me estaba sofocando. Me desabroché el primer botón con el fin de dejar que entrase algo de aire, pero no surtió efecto.
Aún no sabía para qué me habían pedido que fuese. Yo. Una chica de dieciocho años de clase media. Y después de leer la carta, sólo me entraron más dudas. Mi cabeza estaba hecha un lío. Sólo tenía ideas revueltas: un plan de supervivencia, un lugar llamado Sylum...
-¿Athenea Malarkey?- una chica jovencita con el pelo recogido en un moño me llamó tras aparecer por la misma puerta por donde había entrado el señor...y no había salido.
-Soy yo- dije levantándome de mi sitio.
-Acompáñeme.
Ésta, se situó al lado de la puerta y la sostuvo para que pasase.
-Gracias- dije en un susurro dedicándole una pequeña sonrisa que ella me devolvió.
Cuando miré al frente, me encontré con un despacho amplio y lleno de luz (artificial, por supuesto). Al final del cuarto, había una alargada mesa ocupada por tres personas situadas en el centro.
Respiré hondo y deseé mentalmente que aquellos tacones de ocho centímetros no me jugasen una mala pasada. Caminé hasta ellos con la espalda erguida, intentando parecer lo más profesional posible. Había que causar buena impresión, aunque aún no sabía por qué ni para qué.
-¿Athenea Malarkey?
Asentí con energía y el hombre que estaba en el centro me indicó con la barbilla la silla que estaba frente a él.
-Mi nombre es Philip Clifford, y soy el director general de una organización que lleva a cabo el proyecto "Sylum"- se presentó a sí mismo con solemnidad. –A mi derecha se encuentra el alcalde de la ciudad; Mathew Pons. –El delgaducho hombre calvo me hizo un leve gesto de cabeza a modo de saludo. –Sin el cual no podría haber sido posible esta reunión. Y a mi derecha, el comandante oficial de la N.A.S.A.; Stephen Wand. –Al igual que el alcalde, éste hizo una pequeña reverencia con la cabeza. Aquel debió ser la persona que me envió la carta.
-¿Tiene alguna mínima idea de la razón por la que está aquí hoy, señorita, Melarkey?- me preguntó después de haber hecho las presentaciones.
-Eh...- comencé a decir sin tener claro lo que iba a responder. –La verdad es que no, señor.
El imponente hombre de mandíbula marcada y espalda ancha entrelazó los dedos de sus manos.
-Tengo entendido que tras cursar el primer año de educación obligatoria, escogió únicamente las asignaturas relacionadas con el arte. ¿Es esto cierto?
-Sí, señor.
-Su especialidad era dibujar paisajes naturales, animales extintos, flores y plantas de la antigua Tierra...
-Exactamente, señor.
Me hizo varias preguntas más, y yo, lo único que hacía, era limitarme a afirmarlas o negarlas, pero no entendía qué relación tenían mis cuadros y mi interés por el arte con todo aquel tema de la carta.
-Creemos que nos puede ser muy útil en nuestro nuevo proyecto- asentí lentamente con la cabeza, esperando a que por fin me dijese a qué venía todo aquello. -¿Qué diferencias hay entre sus cuadros y la realidad en la que vivimos hoy en día?
ESTÁS LEYENDO
Destino: Sylum
Bilim KurguEl descubrimiento de un planeta idéntico al que conocemos hoy en día como La Tierra, nuestro hogar, brindará una nueva oportunidad a la humanidad para volver a empezar de cero: sin contaminación, sin suplementos alimenticios ni radiación. Athenea es...