Capítulo 8: 'Mariposa del aire'

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Con los pies clavados en el suelo y los ojos abiertos de par en par, observé al chico, agachado en el suelo, acabando de preparar su maleta. Aunque éste me estuviese dando la espalda y no pudiese verle la cara, sabía exactamente quién era: Walter.

Quise decir algo, lo que fuese, pero mi garganta no conseguía emitir ningún sonido. Estaba paralizada, sin saber qué hacer ante aquella situación.

¿Qué hacía allí? ¿Iba a tener que compartir cabaña con él? Parecía que ya no.

¿Y la charla que había tenido con el capitán Collins? ¿Qué diablos le habría dicho? ¿Se habría defendido? Sin duda alguna podía tener pruebas; alguien podía haber estado con él toda la noche y confirmar su coartada. Aunque si mal no recordaba, había permanecido solo, cerca del fuego toda la noche. ¿Le habrá creído Collins? Si así fuese, yo...

El chico se levantó del suelo con total tranquilidad, como si nada pasase; como si no estuviese allí. Puso la maleta en pie y colgándose un jersey azul marino al hombro, se acercó a mí sin que nuestras miradas hiciesen contacto y me esquivó para salir por la puerta.

-Lo siento- me disculpé en un susurro entrecortado rompiendo aquel incómodo silencio, como si así pudiese quitarme algo de ese sentimiento de culpa de encima.

El hijo de la señora Filstzgeran se paró en seco empuñando el picaporte. Retiró lentamente el jersey de su hombro para dejarlo en la larga asa de la maleta y se giró hacia mí con el ceño fruncido. Sentí cómo sus ojos me atravesaban como agujas y el terror se apoderó de mí. Ambos estábamos allí, solos, y aquella mirada, él, no me inspiraba ni una pizca de confianza. Tragué saliva mientras le aguantaba la mirada.

-Tranquila, he confirmado tu versión.

Mi mente, que no era capaz de asimilar aquellas palabras, se bloqueó por completo.

-¿Q-qué?- di un paso atrás, incapaz de estar a tan poca distancia de él.

Cuando por fin conseguí relacionar lo que me había dicho segundos antes con el contexto, pregunté perpleja:

-¿Me has ayudado?- mi asombro no cabía en mí. -¿Por...qué?

Entonces recordé quién era su madre y quién era él, y la ira empezó a apoderarse de mí.

-¿Qué quieres a cambio?- pregunté esta vez con un tono de voz más elevado. –¿Después de haber estado años lamiéndole el culo a tu madre para conseguir algo que llevarme a la boca voy a tener que servirte aquí a ti también?- Rememoré las inmensas horas que invertía en terminar un cuadro lleno de detalles para que luego la señora Filstzgeran me diese dos míseras porciones de las cuales a veces ni siquiera mis padres podían disfrutar por anteponer las necesidades de mi hermano y mías a las suyas. Una mezcla de tristeza y enfado se apoderó de mí, haciendo que las palabras saliesen atropelladas de mi boca: -Mira, no sé quiénes narices os creéis tú y tu estúpida familia ricachona, pero no pienso dejar que me humilléis más. Ya puedes volver corriendo y contarle al capitán Collins la verdad. Prefiero mil veces más cumplir uno de sus castigos que deberte...

-No eras la única a la que trataba de esa manera- me interrumpió él al mismo tiempo que hacía desaparecer la distancia que había puesto yo entre nosotros.

Su tono de voz era débil y sereno, y sus ojos brillaban con la tenue luz de luna que se filtraba por las ventanas. No sabía exactamente qué es lo que me transmitían, pero no guardaban nada de rencor hacia mí por haberme tomado la venganza de mi propia mano.

-¿Qué es este jaleo?- la voz de Arthur irrumpió en la estancia, abriendo de golpe la puerta. -¡Filstzgeran, apártate de ella!

En un abrir y cerrar de ojos, el pelirrojo se le echó encima, y antes de darme tiempo a reaccionar, Walter se encontraba contra la pared mientras que Arthur le colocaba los brazos tras la espalda, presionando su cara contra la madera de la cabaña.

Destino: SylumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora