El despacho, era un lugar acogedor, con algunos cuadros en las paredes; arte moderno, abstracto. Difícil de comprender. El resto de paredes estaban cubiertas con estanterías repletas de libros y algunas fotos además de un gran ventanal que iluminaba la estancia, ahorrando luz eléctrica durante la primera mitad del día.
Justo en el centro de la estancia se encontraba una gran mesa con una silla de cuero majestuosa en la cual mi nuevo jefe se acababa de sentar.
Me sorprendió encontrarme con un hombre no muy mayor que yo. Tenía unas facciones duras y marcadas, con los ángulos pronunciados y unos ojos oscuros y serenos. Su boca no mostraba ningún tipo de emoción. Era una fina línea recta, rodeada de algunos puntos, consecuencia de no haberse afeitado en un par de días.
- Buenos días - dije finalmente mientras me sentaba en una de las sillas que ocupaban el otro lado de la mesa.
- Supongo que ya te lo habrán dicho, pero soy Drake. Nada de señor, nada de Harrison. Drake, a secas.
- Está bien - contesté un poco asustada.
- ¿Qué sabes hacer? - preguntó con seguridad.
- Bueno, esto, me he licenciado en Publicidad... - contesté un poco sorprendida por la pregunta. Pues una semana antes ya me habían hecho una entrevista de trabajo y ya había contestado a este tipo de preguntas.
- Sí, muy bien. Yo también. No te estoy preguntando eso. Empezamos por lo básico. ¿Sabes hacer café?
- Sí, claro... - ¿Hoy en día, quien no sabía hacer café con una máquina Nespresso?
- Está bien. ¿Ves Norah como no es tan difícil? Ya sabemos alguna cosa que sabes hacer. Y además es útil. ¿Qué más sabes hacer?
¿Anuncios? Me dije. Vaya creativa publicitaria de pacotilla. Necesitaba impresionar aquel hombre que me hablaba como su tuviera tres años. El problema, es que necesitaba el tiempo para pensar en la respuesta adecuada.
- Mira chica no tengo todo el día. Puedes empezar por traerme un café y de mientras medita sobre si tienes alguna habilidad además de eso.
¿De verdad iba a traerle un café yo a ese hombre? ¿Qué broma era aquella? Pero me levanté sin rechistar y me dirigí a esa sala que Harper me había mostrado. No sabía que café le gustaría. ¿También debía adivinarlo? Me decanté por un Roma. Suficientemente suave. Suficientemente fuerte. Cogí un par de azúcares por si acaso y volví al despacho sin ninguna respuesta adecuada. ¿Qué sabía hacer yo? ¿Es que realmente no tenía ninguna respuesta para eso?
Sin decir nada, le dejé el café encima de la mesa.
- Con un azucarillo bastaba - dijo desechando el otro descaradamente.
- De nada - contesté un poco ofendida.
- Mira Norah, yo no he pedido ninguna asistenta. "Cortesía de la empresa". Y una mierda. A mi me molestas lo mínimo posible y yo te molesto poco a tí. Eres tú quien debería darme las gracias. Tienes un empleo bien remunerado y todo lo que debes hacer es traerme un café cuando te lo pida. Atender a algunas llamadas y distraer a algunos clientes hasta que yo pueda atenderlos. De mientras tienes un despacho con unas vistas que muchos desearían tener, exclusivamente para ti,donde puedes hacer lo que te plazca. Ahora, si no tienes ni una buena respuesta para mi, puedes retirarte. Si de repente se te ocurre algo que pueda ser útil para los dos, ya sabes donde estoy.
Entonces me guiñó un ojo y me invitó a salir con la mano sin siquiera levantarse."Genial, mi jefe es un cretino".
Salí con pocas ganas de seguir en esa empresa. "Debes pagar el alquiler del piso" me repetí una y otra vez. Y eso fue lo único que me dio fuerzas para abrir la puerta del que iba a ser mi despacho.
Era una estancia más pequeña que la anterior. Le faltaba ese aire personalizado, esos cuadros, esas fotos, esos libros. Pero por lo demás, era bastante similar. Me acerqué a la ventana, que tenía la persiana bajada y la subí.
Justo entonces comprendí lo que Drake había dicho. Lo único valioso que había dicho. Esa ventana tenía unas vistas preciosas. Era lo que tenía estar en el piso 23. La panorámica de Barcelona era sencillamente increíble. Esa ventana me ayudaría a pasar mejor aquellas horas en la oficina donde parecía ser un estorbo.
Me senté en mi silla - la cual también tenía bastante parecido con la de mi superior - y cerré los ojos. ¿Qué sabía hacer? ¿Que era lo que realmente sabía hacer?
Justo entonces como si una luz dentro de mí se iluminara me levanté y me dirigí a la puerta de Drake. En la puerta había una pequeña placa con su nombre. Me sorprendió porque solo ponía Drake, a secas. Tal y como me había aclarado desde un principio.
Piqué a la puerta, la cual estaba cerrada.
- ¿Ya lo sabes Norah?
Tomándome eso como una invitación, irrumpí en la sala.
- Podría decirte que sé hacer anuncios, pero teniendo en cuenta que he estudiado publicidad, eso sería la cosa más inútil que querrías saber. Podría decirte que sé innovar, que soy creativa, ¿pero quien no se vende con estas etiquetas? Podría decirte que sé técnicas nuevas que cuando tú estudiaste no se impartían en la universidad, pero seguro que las has aprendido por otros medios. Podría darte mil y un argumentos, y por separado, sé que no servirían de nada. Ninguno sería suficiente para ti.
Pero si en mis años de vida, alguna cosa se me ha dado especialmente bien, ha sido convencer a la gente. Y aunque no sea con un argumento ni con dos, aunque tarde una semana, o un mes, voy a convencerte de que no soy una simple chica del café. No he venido aquí para ser tu asistenta. Estoy aquí porque voy a ser la mejor creativa que hayas conocido jamás.
- Tienes un mes. Un mes para convencerme. Sinó, buscaré una asistenta más convencional -dijo mostrando lo más parecido a una sonrisa que había visto en su rostro.
- Un mes -repetí.
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Solo un segundo
RomanceCuando la jóven Norah Batts consigue su nuevo empleo en una agencia de publicidad, su vida está a punto de dar un vuelco. Pero ella aún no lo sabe.