Brian

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Cuando llegué a casa, estaba agotada. Había sido un día muy largo.

- ¡Hola! - dije mientras dejaba las llaves.

- Hola... - dijo Brian desde el comedor sin levantar la mirada de su portátil. Me senté a su lado y le acaricié la pierna.

- ¿Qué tal el día? - le pregunté amablemente.

- Todo normal, como siempre - dijo en ese tono de voz ausente que últimamente empleaba.

- Voy a preparar la cena.

- Yo ya he cenado - dijo él.

Me quedé mirándolo sorprendida.

- ¿Y eso?

- Tenía hambre.

- Brian, son las ocho y media. Normalmente cenamos a las nueve y media.

- Bueno, pero hoy quería comer antes - dijo mirándome por primera vez desde que había entrado a la casa.

- Está bien - dije.

Cuando entré en la cocina, había un plato con restos de pan y el plástico de un frankfurt. Lo recogí con resignación y me preparé una ensalada.

La comí en silencio en la cocina, ya que si iba al comedor con Brian aún iba a sentirme más sola. ¿En qué nos habíamos convertido?

Recordé cuando nos conocimos. Éramos tan jóvenes y creíamos que nos íbamos a comer el mundo. Nos enamoramos tanto... Ese amor inocente, ese amor puro, ese primer amor.

Y cuando decidimos ir a vivir juntos, parecía el mejor plan del mundo. Pero entonces, las cosas entre los dos empezaron a empeorar. Lo único que compartíamos era el techo y la cama. Ni una mirada de complicidad, ni unas palabras bonitas, ni una caricia. Ni siquiera discutíamos, simplemente parecíamos dos compañeros de piso que no hacen ningún esfuerzo por conocerse más, simplemente conviven.

- Me voy a dormir -me dijo desde el pasillo. -Estoy muy cansado.

- Sí, claro -dije. -Buenas noches -"Me ha ido bien el primer día, gracias por preguntar" me dije a mi misma.

Estaba casi segura de que a pesar de habérselo recordado mil veces, él no lo recordaría. Para él solo existía su trabajo y sus cosas. Sus videojuegos. Sus amigos. Sus amigas.

Sin recibir si quiera un "buenas noches" por parte de Brian, recogí la cocina y me senté en el espacio que minutos antes él había estado ocupando. Y me quedé allí en silencio, pensando en todo y en nada. Pensando en qué habíamos hecho mal para estropear todo aquello tan bonito que juntos habíamos creado y que en ese momento no hacía más que empeorar.

¿Cómo iba a convencer a mi jefe de que yo era capaz de todo, cuando no era capaz ni de afrontar mis problemas personales?

Y sin ganas si quiera de meterme en la misma cama que ese hombre que empezaba a ser un desconocido para mí, me quedé dormida en el sofá.

La mañana siguiente me dolía todo, pero aun y eso, creía que no había sido tan mala idea esa de no ir a la cama a dormir. Brian se me acercó sigilosamente y me dijo:

- Norah, ¿te pasa algo?

"Oh, no tranquilo. Solo que parece que ya no te conozco" me dije a mi misma. Pero me limité a murmurar aún medio dormida.
- No, nada.
- He preparado desayuno.

Esa frase me desconcertó de mala manera. No entendía a qué se debía su amabilidad. Hacía tiempo que estaba fría con él, y él conmigo, ya puestos. Pero con alguna esperanza de haberlo hecho entrar en razón me levanté feliz.

La mesa estaba llena de alimentos con muy buena pinta presididos por unas magníficas tortitas.

- Te lo mereces, cariño - dijo sonriendo. Y yo incrédula y demasiado inocente quizás, decidí pegarle bocado a ese desayuno fruto del amor que como el ave fénix resurgía de sus cenizas.

Nunca había estado más equivocada.


Solo un segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora