- Y entonces el chico me dijo ¡Lo he estado viendo todo el rato! - dijo un hombre que se llamaba Roger. Todos empezaron a reír a carcajadas.
- ¡No me lo puedo creer! - dijo una chica con el pelo color caoba cuyo nombre no podía recordar mientras se limpiaba una lágrima fruto de su risa desenfrenada.
- Sí, sí... Así fue.
Desconecté de la conversación. Me aburría. Posiblemente no era debido a que fueran personas no interesantes, si no que era yo, quien no estaba del todo receptiva.
Finn, que estaba sentado a mi lado, tampoco parecía estar disfrutando de la historia que Roger seguía narrando. Su rostro aunque seguía teniendo aquel aire simpático, permanecía completamente inmóvil, como si tuviera el pensamiento en otro lugar. Con las manos jugueteaba con el tapón de la botella de agua ya vacía.
- ¿Y cuantos años tienes Norah?
Al escuchar mi nombre volví a concentrarme en lo que decían.
- 25.
- Y antes de estar aquí, ¿donde estabas? - dijo la chica del pelo caoba.
- Bueno... estudiando. Y también trabajaba en un súper... - dije un poco avergonzada. Todos eran mayores que yo y tenían mucha más experiencia. Yo no era más que una antigua cajera de supermercado.
- Oh - dijo Roger sorprendido y con cara de asco.
- Yo también estuve trabajando en un súper - dijo Finn ofreciéndome de nuevo esa sonrisa. - Para pagarme el máster.
- Sí, yo igual - dije devolviéndole la sonrisa.
En ese momento se creó un silencio incómodo. Finalmente una chica de unos 35 que había estado callada casi todo el rato, tiró un dardo envenenado:
- Y qué vives, ¿con tus padres? - y no era envenenado porque vivir con tus padres a los 25 sea una humiliación, ni tampoco porque desde ese día viviría sola. Era envenenado porque en sus ojos se veía odio y en su voz se percibía tensión. Todos me miraron.
- Eh, no, vivo sola en un piso.
- ¡Oh! ¡Está muy bien! La mayoría de gente de tu edad no pueden permitírselo - dijo la mujer del pelo caoba. La chica de la mirada envenenada puso cara de decepción y cogió su smartphone que no soltó hasta el final de la comida.
La conversación se desvió hacia otro lado en menos de un minuto y la tensión y el silencio expectante creados durante lo que duró el tema "eres-muy-joven-para-estar-aquí" desapareció por completo.
Finn seguía distraído. Parecía no interesarle en absoluto lo que sus compañeros decían.
- Perdona, ¿estás bien? - le dije.
- Eh, sí, sí - dijo al darse cuenta que hablaba con él.
- Quiero decir, no te conozco, pero te veo un poco apagado.
Se me quedó mirando en silencio y hizo una sonrisa torcida que se fue ensanchando poco a poco y acabó en una pequeña risa-suspiro.
- Tampoco es mi día. Algún día nos conoceremos mejor. El uno al otro.
- Sí - dije devolviéndole la sonrisa. - Algún día.
- ¿Que te ha dicho Drake para convencerte?
Alcé una ceja desconcertada.
- ¿Qué crees que me ha dicho?
- No sé, pero él te ha hecho cambiar de opinión respeto a venir a comer, ¿no?
- Lo he decidido yo sola.
- Oh - dijo gratamente sorprendido.
- Y a ti, ¿qué te ha dicho para convencerte para que me invitaras?
Volvió a hacer esa sonrisa torcida que le impedía engañarme.
- Me ha dicho que valías la pena.
- Aún no me conoce - dije quitándole importancia y un poco sonrojada.
- Pues yo creo que tiene razón - dijo.
- Deberíamos ir tirando - dijo la mujer del smartphone y la mirada repleta de odio.
- ¿Quien es ella? - pregunté a Finn mientras todo el mundo se levantaba.
- Es Louise, mi jefa y la ex mujer de Drake.
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Solo un segundo
RomanceCuando la jóven Norah Batts consigue su nuevo empleo en una agencia de publicidad, su vida está a punto de dar un vuelco. Pero ella aún no lo sabe.