Epílogo

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Camila's POV

20 de diciembre de 2015, Nueva York

Los cristales de las ventanas estaban empañados, y la nevada que caía en Nueva York era monumental. La chimenea crepitaba y daba calor a toda la estancia, que se iluminaba de un color anaranjado gracias al fuego que la madera producía.

—¿Quieres una chuche?

—Ti. —En el sofá, Lauren estaba sentada, y de pie entre sus piernas estaba Evan, nuestro hijo que apenas acababa de cumplir tres años.

Lauren desenvolvió una golosina y se la puso en la boca, a la que aplaudió y alzó los bracitos.

—¿Te gusta? ¿Sí? —Lauren lo cogió en brazos y vinieron hasta mí, que estaba apoyada contra el cristal de la ventana.

—¿Hará mucho frío en New Haven? —Pregunté frotándome las manos, pero Lauren estaba demasiado ocupada haciéndole pedorretas a la manita de Evan.

Chupongo. —Dijo con la mano del pequeño en la boca, aunque logró zafarse de esta y dejarlo en el suelo. —Está a pocos kilómetros de aquí, Camz, hace el mismo frío.

—Tero chuche. —Me dijo Evan, y lo cogí en brazos dándole un beso en la mejilla, revolviendo aquél pelo rubio.

Evan era un niño abandonado con tan sólo un mes, Lauren y yo siempre habíamos pensado en tener un hijo y que una de las dos se quedase embarazada pero, yo fui dada en adopción y pasé un infierno. No quería que ese niño pasase por lo mismo que yo, así que decidimos que era lo mejor. Ninguna de las dos tendría que quedarse embarazada, y así, las dos tendríamos la misma condición de 'madre'. No era hijo biológico de ninguna, pero era nuestro hijo. A veces, se me olvidaba que lo habíamos adoptado porque de verdad lo sentíamos nuestro.

—No, más chuches no. Hay que cenar. —Dije yo, viendo el puchero que ponía el pequeño y miré a Lauren, que se reía.

—¿Por qué preguntas lo de New Haven? —Nos separamos de la ventana y caminamos hasta la cocina, dejando a Evan en su trona que se revolvía buscando la comida.

—Sofi, ¿y si no le dan mantas que abriguen en Yale? —Lauren soltó una risa calentando la pasta con tomate para Evan, que jugaba con uno de sus coches en la mesa.

—Cariño, te aseguro que no le pasa nada. —Mientras Lauren sacaba el plato, yo le ponía alrededor del cuello el babero color verde que él mismo había elegido. —¿Sabes comer solito?

—¡TI! —Respondió con entusiasmo, cogiendo aquél tenedor azul de plástico.

—¿Cómo los niños grandes? —Asintió mirando a Lauren.

—Tomo lo niño gande.

Ver a Evan comer era riesgo de mancharte aunque estuvieses a un metro. Se reía y mientras se llevaba el macarrón con tomate a la boca, movía las manos, hasta que Lauren se ponía seria delante de él y le quitaba los coches, eso ya no le hacía tanta gracia.

Al cabo de media hora, estaba dormido con el plato vacío y le limpié la boquita con cuidado, cogiéndolo en brazos y caminando hasta su habitación. Mientras, Lauren cerraba las persianas, y yo lo acostaba con cuidado, poniéndole aquél peluche del Capitán América que tenía desde que llegó a casa.

—Te quiero. —Acaricié su pelo y le di un besito en la frente, arropándolo hasta salir de la habitación con Lauren.

Me abracé a ella con fuerza en mitad del salón, levantando la mirada hacia Lauren, acariciando su espalda con cuidado.

—¿Tú crees que soy buena madre? —Lauren abrió los ojos con una sonrisa, soltando una pequeña carcajada. —Lo digo en serio, no te rías. —Me quejé, mordiéndole un poco el mentón.

—Es el niño más feliz del mundo, así que tú eres la mejor madre del mundo.

*

23 de diciembre de 2015, Nueva York

—Abelo, abelo, abelo. —Evan le puso las manos en las mejillas a mi padre, que jugaba con él y lo alzaba haciéndolo reír. Sin duda, Lauren tenía razón, era el niño más feliz del mundo.

—¿Quieres ir a ver los patos? ¿Eh? —Le decía mi padre en español, y Evan asentía.

Mientras, Lauren y yo caminábamos agarradas del brazo por Central Park, observando a mi madre y a mi padre andar con el pequeño que iba con un abrigo y su gorrito de Spiderman, dando pequeños saltitos por el camino que habían hecho a través de la nieve.

—¡Mami mida! —Evan se dio la vuelta para mirarnos mientras señalaba a los patos, y corrió hacia mí para que lo cogiese en brazos.

—Oye, ¿y no se confunde llamándoos a las dos? —Lauren negó mirando a Evan, dándole una caricia en la mejilla.

—Evan, ¿quién soy yo? —Se señaló a ella misma con el dedo.

—Mamá. —Respondió el pequeño, y luego Lauren me señaló a mí.

—¿Y quién es ella? —Evan me miró esbozando una sonrisa.

—Mami. —Besé su mejilla haciendo que el pequeño se encogiese.

—¿Y a quién quieres más, a mami o a mamá? —Al hacerle esa pregunta, Evan hizo un puchero mirando a Lauren, apunto de llorar. —No, no, campeón, no. —Lauren lo cogió en brazos caminando con él. —Era broma, colega. ¿Quieres chocolate caliente? —El pequeño asintió frotándose los ojos, abrazándose al cuello de su madre. —Ahora vamos a por chocolate.

Me quedé mirando la escena, a Lauren con nuestro hijo en brazos caminando, apoyado en su hombro porque estaba triste. Nos quería a ambas y elegir para él no era una opción.

—Eres la mejor madre del mundo, ¿lo sabías? —Susurré en su oído mientras caminábamos, acariciando su cuello con el dorso de la mano, que llevaba nuestra alianza de bodas, y ella se giró hacia mí con una media sonrisa.

—Gracias por enseñarme a serlo.



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