Con tan sólo escuchar su horrible voz me dieron náuseas. Apenas me di vuelta el tenia la misma sonrisa que la última vez que nos vimos, tan arrogante y para nada tierna.
Los recuerdos de aquél día me llenaron la cabeza.
*** Flashback ***
Estaba corriendo a toda velocidad, mi hermana ya estaba tirada en el suelo, la rodeaba un charco de sangre. La desesperación se hacía más grande mientras estaba más cerca.
Tenia la vista borrosa por las lágrimas, mi corazón latía a todo pulmón y aumentaba la velocidad cuando ya estaba a unos escasos pasos de ella.— ¡ANNE!. — Grité muy fuerte cuando veía que de apoco se le cerraban los ojos.
Estaba llorando mientras que siento una mano fría en mi hombro, y cuando levanté la vista vi a un hombre de unos cincuenta años, tenía unos lentes de sol negros, los cuales se sacó para verme bien. Me daba mucho miedo, y ese miedo aumentó cuando me di cuanta que un ojo era blanco y el otro marrón oscuro. En su rostro llevaba una sonrisa, pero no de las típicas que te consuelan o demuestran cariño, si no que era una sonrisa arrogante, egoísta, mala.
—¿Qui-quién eres?. — Pregunté con temor.
— El peor de tus pesadillas mi niña, soy Nicolas Pérez... — Nicolas miró atrás mío y continuó. — Oh, que pena pero ya me tengo que ir, y nunca lo olvides. Volveré por ti, tu hermana no era la que tenia que morir, eras tú. — Dijo eso último a mi oído.
*** Fin flashback ***
Desde ese día juré que iba a matar a Nicolas Pérez.
— Te dije que iba a volver por ti. Y aquí estás, tan vulnerable, taan... — Se acercó más a mí pero yo me alejé. — Tan distinta y, por supuesto, más linda.
Sus últimas palabras me dieron asco. No sabia como salir, así que hice lo más estúpido de todos los tiempos, corrí lejos de el. Pero al instante me atraparon unos fuertes brazos por la cintura.
Mierda, estás rodeada idiota.
Me olvidé que Nicolas siempre tiene a sus perros guardianes atrás de el, y era más que seguro que si se me ocurría salir corriendo como recién me iban a atrapar.
Ahora si tenia demasiado miedo, me habían sacado mi celular así que tampoco podía llamar a alguien para que me ayude, y si gritaba no serviría de nada, es un barrio de criminales.
Bien echo Isabella, ahora vas a morir justo como querías. Y todo por tu culpa... Otra vez.
— Llevensela, ahora. — En cuanto su jefe les dio la orden de que me encierren los perros me ataron y taparon la cabeza. Casi no podía respirar de lo fuerte que ataron el saco en mi cabeza.
Mi garganta ardía pero no, no iba a llorar, no me iba a demostrar débil frente a ellos. Aunque esté muerta de miedo no lo voy a hacer.
(...)
Luego de que se asegurarán que yo estaba completamente atada para no moverme, me metieron a un auto. El lugar no era lejos, ya que habíamos tratado menos de diez minutos en llegar a nuestro destino.
Una vez dentro de ese lugar que parecía una casa me sacaron el saco de la cabeza.
Todo estaba a punto de derrumbarse, las paredes tenían moho, la pintura se venía a abajo, casi no habían muebles. Sólo una pequeña televisión, un sillón muy gastado y sucio, y después estaba la cocina que no llegué a ver ya que me agarraron del brazo muy fuerte llevándome hacia una habitación cuadrada, con una "cama" ya que era un colchón roto y sucio. Y sin olvidar que la puerta tenía pequeñas barras en la parte de arriba y luego era todo gris.