capitulo 37

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Capitulo 37

Después de un viaje de 3 horas en el auto, al fin pude bajarme y encontrarme con un clima realmente cálido. El viento chocaba contra mi piel tan caliente como un panqueque recién sacado del horno, las palmeras bailaban y el sol empezaba a esconderse detrás de la bahía.

Era la playa, Joaquín me había llevado a la plata. Me di vuelta para mirarlo con camisa desabrochada, sus gafas en los ojos y su pantalón doblado hasta la rodilla. No traía zapatos. Yo aún traía puesto mi vestido de gala, pero quería quitármelo de verdad.

-¿te gusta? -le preguntó Joaquín mientras se alborotaba el cabello con su mano.

-¿bromeas? -me acerqué a él en un brinco. -esto es perfecto.

Le regalé una sonrisa y después un beso en la mejilla.

-que bueno que te guste -sus dientes se asomaron por sus labios.

-¿hay algunas tiendas de ropa por aquí? -pregunté rebuscando por el radillo del ojo.

-ah, no te preocupes por eso.

Lo tengo totalmente planeado. Ahora te traigo el vestido de playa que te compré para la ocasión -salió disparado hasta el auto que estaba un poco lejos de nuestra posición y regresó con una bolsa de plástico. Se veía llena.

-¿Por qué gastas tanto en mí?

-porque lo vales.

Le sonreí y tomé la bolsa de su mano.

-¿Dónde me cambio?-pregunté tímida.

Ven, te llevo.

Me tomó de la mano quitándome nuevamente la bolsa. Me llevo escaleras abajo hacia una "cueva".

La arena se metía entre mis dedos de una manera exquisita. El cabello de Joaquín se revolvía perfectamente a causa del viento y el mío solo era una molestia.

-ahí. Métete. Espero aquí fuera-dijo mientras me ofrecía la bosa y me señalaba la entrada de una especie de cuevita.

Me metí y ya dentro casi me caigo, peor gracias a una roca mi pie alcanzo a trabarse con esta. El pie me ardió horrible pero hice caso omiso a mi cuerpo y empecé a deshacerme del vestido de gala. Lo tire en la arena y después saqué las prendas de la bolsa de plástico. Tomé la tela azul un vestido azul de playa realmente precioso.

Rebusque más a fondo de la bolsa y me encontré con una bikini.

-Joaquín, Joaquín, Joaquín -dije para mí misma mientras hacia un mohín.

Me saqué la ropa interior y después me puse encima las bragas y el sostén azul.

Todo lo que había escogido Joaquín era perfecto. Después, encima del bikini, puse el vestido azul. Cuando estuve lista me metí unas sandalias color café en los pies y metí todo a la bolsa. Tomé un cepillo que, igualmente Joaquín había comprado, y cepille mi cabellera negra hasta que no quedó ni un solo nudo. Lo amarre a una trenza de espiga y guarde todas mis cosas en la bolsa de plástico.

Salí cuidadosamente de la cuevita pero no pude ignorar el ardor que emanaba de mi pie izquierdo.

-oh, maldita sea -gemí.

Había mucha sangre en mi pie, tanta que el lugar donde me había vestido había quedado con una mancha de sangre en la arena. Cerré los ojos y arrugué la nariz. "solo es un rasguño" me repetí cuantas veces fueron necesarias.

Salí algo insegura al encuentro de Joaquín, que ya no estaba fuera de la cueva.

Buqué al bosque el auto escaleras arriba en el estacionamiento público de la playa pero no lo encontré. Solté la bolsa y busque donde toda la gente estaba pero nadie era como Joaquín.

El pánico empezó a colarse por todas mis venas, invadiendo todas y cada una de mis células. Empecé a sentir como el aire me hacía falta y como el palpitar de mi corazón disminuía con cada esfuerzo que daba para respirar normalmente. Me dejé caer de rodillas en la arena para después acomodarme y esconderme en mi pecho. Intente normalizar mi respiración pero mi esfuerzo fue en vano.

Rodeé mis rodillas con mis brazos y oculté mi cabeza entre ellas. Olí sangre.

Arrugué la nariz y descubrí una cantidad exagerada en mi pie izquierdo.

"no pasa nada, solo es un rasguño" me repetí de nuevo.

Me deshice del miedo que tenía y me acerque a la orilla del mar. Metí mi pie a penas unos centímetros debajo l agua y me sentí morir. Solté un suspiro y cerré mis ojos.

Sentía que iba a desmayarme pero me lo impedí.

-maldita sea -bufé.

Alcé la mirada y observe el sol casi escondido en su totalidad detrás de la bahía.

-¿Dónde carajos estás Joaquín? -susurre casi en llanto.

Junte todas mis fuerzas y las mande a único lugar donde las necesitaba, en mi corazón. Me dolía más el hecho de pensar que Joaquín se había encontrado con cualquiera mejor que yo mientras me cambiaba y que después se hubiera ido con ella para dejarme aquí. El pie izquierdo no importaba, solo Joaquín.

Una lágrima se derramo por mi mejilla mientras caía por mi cuello y alcanzaba mi pecho.

-¿Dónde estás? -dije entre sollozos. -No pudiste -seguí esperando.

Y mi pie mandó la información a mi mente: "estamos perdiendo mucha sangre" decía mi pie. Me salí del agua y fui corriendo a donde había dejado la bolsa de plástico. Mientras corría hacia allá, mi pie dejaba un rastro enorme de sangre. Me senté con cuidado en la arena y tome el listo que había usado para ajustar mi vestido y lo amarre en la gran herida que se marcaba en mi pie apretando la abertura.

-primero apretar. Luego inmovilizar -recordé los cursos de primeros auxilios.

Lo único que tenía que hacer ahora era inmovilizar mi pie y mantenerlo en un lugar donde no corriera el riesgo de moverse y seguir perdiendo sangre. Pero a pesar del torniquete que había hecho con el listón la sangre no dejaba de derramarse por todo mi pie.

¿Qué demonios estaba pasando?

Solté aún más lágrimas y solo pensé en subir las escaleras o ir hacia todo la multitud en busca de ayuda.

Mi mente solo pensó en dirigir a mis piernas hacia un grupo de chicas y chicos de mi edad más o menos que estaban jugando vóley cerca del mar. Mientras me acercaba intentaba no caerme, me acerque a un chico desnudo del pecho y le toque la espalda intentando llamar su atención.

-disculpa -dije con las pocas fuerzas que me quedaban.

El chico se dio vuelta. Y no lo pude creer, peo a alguien tenía que pedirle ayuda.

-ayúdame -le pedí a pesar de todo.

Miro a todos lados menos a que yo estaba. Se dio la vuelta para seguir jugando y volví a tocas su espalda. Optó por darse la vuelta de nuevo y mirar extraño detrás de él.

-¡hey, estoy aquí! ¡Necesito ayuda! -exclamé. Pero en lugar de hacer que volteara y me viera, solo corrió detrás de la pelota. -¡Robert ayúdame! -grité al fin su nombre.

Alguien chocó contra mí. Vi su rostro y era el de Robert, y frente a mi otro rostro de Robert. Estaba rodeada de miles de Roberts.

¡Ayúdame! ¡No me dejes sola! ¡Ayúdame! -grite hasta que...


Mi instructor (Jarolina) ÑTERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora