𝐔𝐋𝐓𝐑𝐀𝐕𝐈𝐎𝐋𝐄𝐍𝐂𝐄
❝¿Podrías dejar de mirarme como si estuviera loca?❞
𝐃awn Grey era una de tantas mentes brillantes - pero ella no era una persona normal: si no una mutante. Una telépata con el poder de controlar ca...
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GREY CAMINABA POR LOS PASILLOS, rodeada de niños que gritaban y corrían a sus clases con mochilas, ésta sonreía con muchísima alegría al verlos. Finalmente lo habían logrado.
La rubia caminó hasta uno de los salones, que era la biblioteca, donde les esperaban los muchachos de 13 a 15 años de edad. Todos estaban ubicados en asientos y en sillones, mientras que ella se encontraba parada. Entró lentamente a la biblioteca, llevando todas las miradas de los chicos hacia ella, inmediatamente se callaron.
—Vaya, al parecer están más despiertos que yo—dijo sonriente—. Buenos días.
—Buenos días, profesora—anunciaron todos.
La joven Grey dejó los libros que llevaba en las manos, y empezó a caminar por el espacio, pensando qué hacer.
—Bien, hoy no haremos teoría pero lo haremos más bien dinámico—explicó—. ¿Alguien podría darme una definición sobre los libros clásicos?
Todos se mantuvieron callados, mirándose entre ellos, decidiendo quién hablaría.
Grey rió—Vamos, no sean tímidos.
Una joven rubia levantó la mano y Dawn le señaló.
—Los libros clásicos son los libros que transcurren en dicha época anterior a la nuestra, los personajes y los espacios también pertenecen a ella—respondió.
Todos levantaron la mano, entusiasmados. La rubia fresa fue señalando uno por uno.
—Hamlet.
—Romeo y Julieta.
—El Principito.
—Orgullo y Prejuicio.
—Emma.
—Alicia y el País de las Maravillas.
—Frankestein.
—Conocen bastante literatura clásica, sorprendente—dijo ella—. Entonces...Empezaremos con el último libro que dijeron.
—¿Frankestein?—preguntó uno y Dawn asintió.
La joven telépata asintió y se sentó en uno de los sillones libre, sacó el libro y lo abrió en la primera página. Los chicos le miraban atentamente y la rubia fresa sonrió otra vez, para luego hablar—Te alegrará saber que ninguno desastre ha acompañado el comienzo de una aventura sobre la que albergabas tan negros presagios. Llegué ayer, y mi primera tarea es asegurarle a mi querida hermana que estoy bien y acrecentar la confianza en el éxito de mi proyecto—leyó, con suma atención mientras veía que sus alumnos escuchaban cada palabra—. Ya me encuentro muy al norte de Londres y mientras paseo por las calles de San Petersburgo, siento como la brisa helada que juega sobre mis mejillas estimula mis nervios y me colma de satisfacción. ¿Entiendes lo que siento? Esta brisa, que llega desde las tierras a las que me acerco, me anticipa esos climas gélidos. Inspirados por este viento lleno de promesa, mis sueños se vuelven más fervientes y vívidos.
